En busca de la conciliación, caminos para hacerla posible
Empresarios, sindicatos y responsables de recursos humanos dicen que es necesaria y beneficiosa, y sin embargo aún parece más una utopía. Preguntamos a los expertos qué pasos se deben dar para que conciliar sea una realidad.
Colegios abiertos durante once meses al año, de lunes a viernes, 12 horas al día. La propuesta del líder del PSOE en la Comunidad de Madrid, Juan Lobato, de la semana pasada fue respondida por numerosos colectivos y expertos que argumentaron que la tan deseada conciliación no puede pasar siempre por el aro de que los pequeños pasen cada vez más y más tiempo en los centros educativos.
Todos los sectores implicados aseguran estar implicados en conseguirla, pero sin embargo la conciliación sigue siendo una preocupación importante para los trabajadores (en especial para las mujeres), y aún parece más una utopía por alcanzar, o una realidad con forma de encaje de bolillos, que un derecho garantizado.
¿Cómo se puede conciliar ahora?
Permisos maternales y paternales de 16 semanas. La posibilidad de reducción de la jornada por cuidado de menores (con la proporcional disminución de sueldo). La regulación del teletrabajo. En los últimos años la legislación ha introducido sin duda mejoras en los derechos de los trabajadores, pero queda pendiente regular un punto clave, la flexibilidad de los horarios, que depende del convenio colectivo de cada empresa.
“No tienen obligación de que haya flexibilidad de horarios, pero sí de negociar el convenio”, cuenta Lourdes Pedrazuela, secretaria de Políticas Sociales, Igualdad y Formación del sindicato USO, que anima a que ésta sea una de las reivindicaciones en esas negociaciones. La portavoz sindical propone seguir el ejemplo de Suecia y que haya incentivos fiscales para quienes contratan a personas que cuiden unas horas de sus hijos, reducción de la jornada sin merma de salario, ampliación de los horarios de los centros educativos y, sobre todo, garantías para disfrutar de flexibilidad horaria y de teletrabajo cuando la actividad lo permita.
Sobre los posibles costes para las empresas de estas medidas, Pedrezuela señala que los estudios apuntan a que la jornada de cuatro días hace que la productividad aumente, por lo que la empresa no se vería tan afectada como podría pensarse. Otras, como reducir el descanso para comer, “directamente son gratis”.
Por su parte, fuentes de la CEOE aseguran que “las empresas españolas están comprometidas con la conciliación y los cuidados” siempre que no suponga un desequilibrio para “las posibilidades organizativas para el buen funcionamiento de las compañías”, pero sin especificar cómo se puede ajustar esa balanza entre las necesidades de cada una de las partes.
La pandemia, impulso del teletrabajo y del debate
Con la irrupción del coronavirus, el teletrabajo se hizo una realidad de la noche a la mañana para millones de trabajadores. “Llegó, pero por desgracia no ha venido para quedarse”, lamenta la portavoz del sindicato USO, ya que, aunque “se ha demostrado que el rendimiento se mantenía”, las pequeñas y medianas empresas no parecen estar apostando por esta modalidad.
Pero además, la pandemia trajo consigo un replanteamiento de la priorización del trabajo ante el resto de facetas de la vida. Muchos de los que probaron la posibilidad de pasar más tiempo con sus allegados o dedicándoselo a su ocio, no quisieron volver a su antigua normalidad. En Estados Unidos se produjo la denominada “gran renuncia”: casi 4 millones y medio de empleados que abandonaron sus puestos de trabajo, según datos de SHRM. En España la cosa no llegó a tanto ni mucho menos y solo alrededor de 30.000 personas decidieron decir adiós a sus puestos en los meses posteriores a la pandemia. Pero, en todo caso, supuso un incremento respecto a los datos anteriores.
Lo que sí está claro es que la conciliación ocupa cada vez más un lugar preferente en las inquietudes de los trabajadores en España. De acuerdo a un informe de la plataforma de entidades de recursos humanos Nexian del pasado agosto, a la hora de plantearse un nuevo trabajo cerca de la mitad de los encuestados prioriza contar con facilidades para su conciliación, por delante de un 25% que pone en primer lugar su “plan profesional”, y otra cuarta parte, que señala el salario como su principal motivación para un posible cambio.
“Corroboramos la importancia de la conciliación en la vida profesional de una persona, ganando peso a muchísima velocidad en las decisiones de los profesionales”, aseguró la directora de Comunicación y Expansión de Nexian, Patricia Gómez, en la presentación del informe. Sobre las medidas preferidas de conciliación de acuerdo a los datos de entidad, la preferida es la semana laboral de 4 días, seguida de un modelo híbrido de trabajo remoto y presencial, y en tercer lugar la flexibilidad de horarios.
“Las 8 horas distribuidas en horarios fijos y controlados es, cada vez más, algo del pasado. Cada vez son más los trabajadores que pueden elegir su horario laboral, al menos, ciertas horas del día siempre y cuando sus objetivos queden cumplidos”, añadió Gómez.
“Trabajadores felices, empresas rentables”
“Conciliar es el derecho que tiene cualquier persona a tener un equilibro entre su vida profesional, familiar y personal. Y como cualquier derecho, tenemos la responsabilidad de protegerlo”. Es la definición de Tania Camon, autora del libro “No es magia, es conciliación”, quien propone que cada organización “debe buscar su fórmula según sus circunstancias y las expectativas de los empleados”, por lo que debe haber una regularización a través de un modelo homogéneo ya que las actividades laborales son muy variadas. Pero sí reclama que las administraciones impulsen la conciliación a través de beneficios fiscales y prioridad en los contratos públicos.
La consultora empresarial sostiene que la flexibilidad va mucho más allá de permitir el teletrabajo algunos días y que la conciliación debe verse como parte de un plan de bienestar que debe tener cualquier empresa que mire a medio y largo plazo. “Podemos incorporar talento de cualquier parte del mundo y consolidar el talento para que quiera quedarse”. Para Camón, permitir la conciliación será cada vez más una necesidad. “La nueva generación de profesionales son verdaderos nativos digitales, entienden que se puede hacer todo en movimiento. Hay condiciones en ese sentido que empiezan a ser innegociables. Si queremos atraer a los mejores de esa generación tendremos que ser flexibles”, advierte.
No, no es ‘lo de las madres trabajadoras’
“Me sentía raro diciendo que tenía que irme de una reunión para recoger a mis hijos. Era el único hombre que lo hacía”, confiesa Marcos, trabajador de una organización que presumía de apostar por la conciliación. La carga de los cuidados, quién consigue los ascensos, los tipos de liderazgo, las prioridades, las exigencias reales o autoimpuestas... Las cuestiones de género atraviesan todo lo que tiene que ver con la conciliación. Por eso las expertas resaltan la necesidad de que deje de ser vista como las “ayudas para las madres trabajadoras” y se entienda como una oportunidad de avanzar también en igualdad entre hombres y mujeres.
“Los planes de conciliación de las empresas deben animar a que los hombres también opten por esas medidas”, apunta Tania Camon, quien opina que debemos desterrar la idea de que la conciliación significa “trabajar menos para cuidar más”, ya que es fundamental que, tanto las personas que tienen menores o mayores a su cargo como las que no, dediquen tiempo y energías a sí mismas y sus relaciones personales. Es decir, conciliar tiene que ver tanto con poder llevar a tus hijos a sus extraescolares como con que cualquiera pueda tener un tiempo reservado para sus clases de teatro, su yoga, su running, sus amigas o su no hacer nada.
Pero una vez más, la realidad parece ir muy por detrás de estas propuestas. Un informe del Instituto de las Mujeres de 2020 afirmaba que son ellas las que asumen la mayor parte del trabajo doméstico y el 70% de las tareas de cuidados. Así que mientras esto se mantenga así, buscar la conciliación parecerá solo una necesidad de las madres trabajadoras.
El parche (desgastado) de los abuelos
Una persona mayor mira unas obras por el hueco de una valla. Hasta aquí la típica escena de la distracción del jubilado. Pero el hombre no está solo, sino que lleva sobre sus hombros a un pequeño, presumiblemente su nieto. La escena forma parte del proyecto Abueland, de la ilustradora Joly Navarro, pero seguro que alguna similar nos encontraremos si nos damos un paseo por cualquier ciudad entre las 4 y las 7 de la tarde.
Según varios estudios uno de cada cuatro abuelos pasan más de 10 horas a la semana cuidando de sus nietos durante el curso. Mientras que la Fundación Alares apunta que el 60% de las familias recurre a ellos durante las vacaciones escolares.
Abuelos, y sobre todo abuelas, son el parche que tapa muchas veces el resto de los agujeros en la conciliación. Es un recurso “gratis”, y que fomenta el intercambio generacional que no se da en otros espacios. De hecho la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología, habla de beneficios para la salud de los mayores. Eso sí, siempre que no se les sobrecargue. Y ahí radica el principal problema, la mayoría no decide cuando pasar tiempo con sus nietos, sino que lo hace el tiempo que se necesita.
“La sobrecarga existe, pero es una dinámica a la que se recurre irremediablemente por la precariedad”, apunta Navarro. En los talleres de Abueland se ha encontrado con dos discursos entre los mayores: quienes se sienten reafirmados por ese rol y solo muestran la satisfacción de poder estar ayudando a sus hijos, y quienes hablan de esa faceta de cuidador con resignación, porque “no les queda otra” y subrayan que ya no tienen energía que haría falta para tantas horas de parque y merienda, que a veces se alargan hasta el baño y la cena.
Por eso, la dibujante lamenta el poco reconocimiento social de esta tarea clave y aplaude a esos mayores que “ponen límites y dicen a sus hijos, ahora no quiero cuidar tanto”. La clave, según Navarro, es crear comunidades donde se compartan esos cuidados y así evitar que la conciliación acabe pasando casi siempre por las tierras de abueland.