Con alma de perdedor
Ha vuelto a pasar. Antes hubo jueces, actores, militares, deportistas... Hoy es un exitoso ex seleccionador nacional de baloncesto. Lo de "privatizar" los carteles electorales no es nuevo. Total, si hoy los líderes externalizan sus estrategias y hasta sus discursos, por qué no iban a hacerlo con la elección de candidatos. Lo han hecho todos. Y esta semana Pedro Sánchez ha decidido marcarse un Pepu Hernández en busca de un triple sobre el parquet madrileño. Sin palabras.
Los últimos sondeos sitúan al PSOE como quinta fuerza política en el Ayuntamiento capitalino, por detrás de VOX y con un pírrico 12% en intención de voto. Ni dios disfrazado de jugador de baloncesto levantaría el marcador en esas condiciones. Decir dios en este contexto es hablar, por supuesto, de Michael Jordan, el mejor nombre que ha dado la historia del baloncesto.
Ni "Su Majestad" sería capaz de volar esa cancha y rozar la canasta. Desde Juan Barranco, el socialismo madrileño no ha vuelto a tocar bola en el Ayuntamiento. Y de eso hará pronto 30 años. Lo de ganar el partido está descartado. A lo máximo que aspira Sánchez es a sumar con Carmena para que no lo haga el tripartito de derechas. Claro que tampoco es que el "pacto de las empanadillas" se haya entendido demasiado en la malhadada izquierda, porque la actual alcaldesa ha prescindido de un plumazo de quienes le llevaron en volandas a la Real Casa de Correos y eso puede restarle apoyos en las urnas.
Pepu Hernández ha sido, de entre más de media docena de nombres muy diversos, el único que ha aceptado el reto de encabezar un proyecto perdedor. Y es probable que ya se haya arrepentido de ello. Hoy, entrar en política es someterse a un streaptease fiscal incompatible con quienes crearon, aunque fuese legal, una sociedad para tributar menos impuestos. Si el nivel de exigencia además lo puso quien le eligió para el puesto, no hay por donde cogerlo. Sanchez cargó contra Monedero y se comprometió en 2016 a expulsar de sus equipos a quienes usaran esa fórmula para evitar ser crujido por el fisco, y hoy la hemeroteca se lo recuerda.
Con todo, lo peor para el socialismo madrileño no es haber recibido instrucciones de Franco (el vivo) para cerrar filas con el exentrenador de baloncesto por sus asuntos fiscales, sino tragar toda la quina que desde hace lustros Ferraz le ha servido como único plato electoral. Desde los tiempos de Joaquín Leguina, que se las tenía tiesas con los de Felipe González por los reiterados intentos para controlar la entonces federación más indómita del socialismo, los trágalas de Zapatero primero y después de Sánchez han sido aceptados sin rechistar por la extinta FSM, con la excepción de un Tomás Gómez que obligó en 2010 a Trinidad Jiménez a batirse el cobre en unas primarias de las que saldría derrotada como aspirante a la candidatura para la Comunidad de Madrid. Antes, eso sí, fue candidata al Ayuntamiento por el artículo primero del reglamento del ordeno y mando.
La disminución de voto en Madrid ha sido una constante desde 2003, cuando Jiménez llegó a sumar un 36% de las papeletas. Tras ella fueron Miguel Sebastián, Jaime Lissavetzky y Antonio Carmona, que en 2015 cayó a un 16%. Ahora Sánchez sale con una exótica propuesta que ha dejado ojiplática tanto a la dirigencia como a la militancia. Y, sin embargo, no ha habido una palabra de rechazo. Ni porque se sepa de antemano perdedora ni por lo que tiene de imposición para los afiliados, por mucho que Hernández vaya a someterse a unas primarias frente a otros candidatos. De momento, son también aspirantes el histórico dirigente de la corriente IS y ex alcalde de Fuenlabrada, Manuel de la Rocha, y el secretario general de la agrupación de Centro, Chema Dávila.
Sólo Hernández cuenta con la bendición de Sánchez que, rompiendo el principio de neutralidad que establece el reglamento de primarias para las direcciones, presentará este domingo en el teatro de La Latina al ex seleccionador nacional de baloncesto como si fuera una especie de bálsamo de Fierabrás con el que sanar todas las heridas electorales. Allí estarán todos, incluidos los que en esta semana han soltado sapos y culebras contra la elección de Sánchez, y no ven en Pepu Hernández más que una nueva ocurrencia de su secretario general.
En el fondo, cuando se tiene alma de perdedor porque la memoria no alcanza una victoria, quien más y quien menos sólo aspira a la permanencia en una lista electoral. Da igual que el hueco sea en el Ayuntamiento, en la Comunidad o en el Senado por la cuota de designación autonómica. De esto van las primarias en las que pronto votarán los socialistas madrileños. Y de esto también va el actual estado del PSOE y de la política en general. El "míster" manda y los jugadores aceptan, aunque no haya sintonía, que no la hay, en el vestuario.
Igual los socialistas han olvidado que la desaparición del sentido de la responsabilidad es la primera consecuencia de la sumisión a la autoridad. A estas alturas nadie duda ya de que el PSOE de Sánchez es un partido sometido.
Pese a todo, ¡cuidado! En el socialismo está acreditado que las primarias las carga el diablo y que basta con que las direcciones apoyen a un candidato para que los afiliados voten lo contrario. Una cosa es lo que hagan los cuadros y otra, la militancia. Y de eso algo debiera saber ya Pedro Sánchez.