Compañeros inteligentes de juegos para un futuro digital
La Navidad está a la vuelta de la esquina. Los centros comerciales están llenos de personas que corren de una tienda a otra y los sitios de comercio electrónico cambian su apariencia para atraer a más navegantes de las procelosas aguas de Internet, incluyendo imágenes propias de la temporada como Santa Claus o los Reyes Magos. Como ocurre año tras año, será a última hora cuando sea adquirido un porcentaje sustancial de los regalos de Navidad, la mayor parte de ellos está dirigida a niños y niños. Incluso para ellos, aquellos regalos con características digitales son los más esperados.
El adjetivo inteligente ha comenzado a aparecer conjuntamente con la palabra juguetes. Las cámaras, la conectividad wifi y los enlaces bluetooth abren el camino a una nueva generación de juguetes que tiene capacidad para recopilar imágenes, voces, información personal y ubicación de sus pequeños propietarios y quienes les rodean en tiempo casi real.
El mercado de los juguetes inteligentes crece a ritmo rápido. De acuerdo con un informe publicado por Juniper Research el verano pasado, las ventas de juguetes inteligentes llegarán a 15.5 mil millones de dólares en ingresos por hardware y contenido de aplicaciones para el 2022, en comparación con los 4.9 mil millones de dólares que se estiman alcanzar en 2017. El mercado actualmente dominado por Estados Unidos, pero en el que China alcanzará una cuota de 42% de mercado en 2022.
La multiplicación por tres del volumen de negocio de los juguetes inteligentes en tres años, estará en gran parte impulsado por el acceso temprano e ilimitado que la infancia tiene a los teléfonos inteligentes y las tabletas. Primero, acceden al de sus padres y madres, pero pronto tienen uno en propiedad. Casi la mitad de los niños y niñas tiene su propio teléfono inteligente cuando tienen 10 años, casi todos con el mismo plan de servicio que sus padres. Además, hay un crecimiento de la población de menores de seis años que posee su propio teléfono inteligente o tableta, que será de alrededor del 90% en 2020.
Estamos ante una tormenta perfecta. La oferta creciente de una vibrante industria y una base de demanda ilimitada tendrán como consecuencia casi cierta la proliferación de juguetes inteligentes en nuestros hogares. El surgimiento de esta nueva ola de compañeros de juegos ha sido tan rápido que todavía no estamos acostumbrados a prestar atención y exigir información acerca de aspectos centrales de las características de cualquier producto interconectado.
Entre muchas de sus peculiaridades, solemos desconocer qué reglas de retención de datos están integradas en su inteligencia y con quién comparten los datos que recopilan. Como muestran algunos estudios de campo, algunas veces tanto niños y niñas como los responsables de su custodia carecen de preparación para manejar los riesgos asociados.
Asociaciones de consumidores en Europa y América han comenzado a advertir sobre los riesgos de los juguetes inteligentes tras realizar pruebas exhaustivas con varios de ellos. En un trabajo de laboratorio, concluyeron que de siete juguetes analizados, cuatro podrían usarse para comunicarse quien juegan con ellos sin control, así como diversas vulnerabilidades en la seguridad de su conexión bluetooth. Nada nuevo, los expertos han pedido más atención al reto de securizar la Internet de las Cosas, en general, durante mucho tiempo. Pero en el ámbito que nos ocupa las consecuencias podrían ser de trascendencia. Las vías para una comunicación subrepticia de ciberdelincuentes con menores allanan el camino para toda una colección de ataques basados en ingeniería social, que aprovechando al máximo la ingenuidad de la infancia podrían tener consecuencias nefastas para los menores y quienes son responsables de ellos.
Lentamente, los responsables de velar por el consumo seguro en éste área comienzan a tomar medidas. La agencia de consumidores noruega está comenzando a hacer pruebas rutinarias para los juguetes inteligentes y ha descubierto ocasionalmente vulnerabilidades en ellos. En Alemania, las autoridades incluso han llegado a prohibir algunos juguetes conectados debido a los riesgos de ciberseguridad. En el otro lado del Atlántico, las advertencias vinieron del FBI que llama a "los consumidores a considerar la ciberseguridad antes de introducir juguetes inteligentes, interactivos y conectados a Internet en sus hogares o entornos de confianza".
Como cuando enfrentamos cualquier otro desafío relacionado con la digitalización, no debemos dejarnos llevar por la corriente neoludita. Simplemente, hemos de afrontar los nuevos retos desde el conocimiento. La nota del consumidor publicada por el FBI proporciona una lista completa de las acciones que podemos hacer por nosotros mismos para proporcionarles a los menores dependientes de nosotros de forma segura un compañero digital para sus juegos.
Entre otras, la agencia americana recomienda buscar en Internet información sobre las posibles vulnerabilidades de ciberseguridad de los productos, investigar la reputación de la compañía, leer con detalles la política de privacidad que está obligado el fabricante a incluir entre los manuales del producto y comprobar la existencia de mecanismos que permitan desconectar totalmente al producto de la red.
Con los juguetes inteligentes, como con todo objeto de consumo, tenemos que saber qué estamos comprando, sus beneficios y riesgos. Sin embargo, cuando la mayoría de las personas con menores a su cargo se reconocen incapaces de ayudarles en un uso responsable de Internet, resulta difícil pensar que esas mismas personas adultas sean capaces de identificar como adecuado un juguete con un elevado componente tecnológico. Agencias gubernamentales del consumo y organizaciones de consumidores han de afrontar urgentemente su transformación para poder taponar ésta nueva brecha digital. Pero también, una vez más surge la cuestión de la necesaria capacitación digital de todos los ciudadanos para aprovechar las oportunidades de la era digital.
Los juguetes inteligentes están entre nosotros para quedarse. La convivencia con ellos de los nativos y nativas digitales forma parte de su formación para un futuro digital, en el que compartirán su vida adulta con elementos altamente automatizados. La construcción del entorno adecuado para ello depende tanto de quienes son responsable de su custodia como de las instituciones públicas.