Cómo la pandemia ha cambiado el mercado de la droga
Crece la demanda, escasea la oferta y suben los precios.
Nuevas rutas, métodos de narcotráfico y sustancias prohibidas. Las restricciones impuestas en todo el mundo por la pandemia de COVID-19 han alterado no solo la economía global sino también el mercado mundial de drogas, señala un informe de Naciones Unidas difundido este jueves en Viena.
Este es uno de los aspectos fundamentales del último Informe Mundial sobre Drogas que muestra una situación cada vez más compleja, con las drogas tradicionales —como la cocaína, la heroína o el cannabis— en máximos históricos y la proliferación de sustancias sintéticas.
“Hay más personas consumiendo drogas, más sustancias y más tipos de estupefacientes que nunca”, resume la situación la nueva directora ejecutiva de la Oficina de la ONU contra la Droga y el Delito (ONUDD), Ghada Waly.
“El mercado de drogas se está volviendo cada vez más complejo. Sustancias de origen vegetal como el cannabis, la cocaína y heroína se unen a cientos de drogas sintéticas, muchas sin control internacional”, expone el informe.
También aumenta el consumo de drogas farmacéuticas —en algunos casos falsificaciones— con fines recreativos o sin supervisión médica, algo que ha causado en los últimos años decenas de miles de muertos en Estados Unidos.
En 2018 la ONU calcula que había unos 269 millones de consumidores de drogas en el mundo, lo que equivale al 5,4% de la población adulta mundial. Una de cada 19 personas del planeta.
Esa cifra es un 30% mayor que en 2009, mientras que más de 35 millones de personas padecen trastornos graves por drogadicción.
El informe repite sus estimaciones sobre 585.000 muertos en 2017 debido al consumo de drogas y que ya difundió en el reporte del año pasado.
El cannabis sigue siendo la droga más popular del mundo con 192 millones de consumidores, pero los opioides, como la heroína o sus análogos, son los más letales ya que están detrás de dos tercios de las muertes.
En la pasada década el consumo de drogas ha crecido mucho más rápidamente en el mundo en desarrollo que en el industrializado, debido, en parte, al crecimiento allí de la población más joven, que es la más proclive a consumirla.
La ONU también apunta a diferencias sociales: mientras que la mayor prevalencia de consumo se da en las capas más favorecidas, los problemas más graves de drogadicción se registran sobre todo entre los más pobres.
“Los datos de varios países sugieren una asociación entre patrones dañinos de consumo de drogas y bajos ingresos”, sostiene el informe de la ONUDD.
Debido a las restricciones para frenar la COVID-19, los narcotraficantes buscan nuevas rutas y métodos, y las actividades a través de la denominada “red oscura” de Internet y los envíos por correo han podido aumentar, señala el informe.
Las rutas aéreas —importantes para el tráfico de anfetaminas y drogas sintéticas— y las terrestres —fundamental para la heroína— han tenido que modificarse debido a la cancelación de vuelos y el cierre de fronteras.
El incremento de incautaciones de cocaína en puertos europeos o los alijos de heroína intervenidos en barcos en el Índico, como alternativa a la terrestre ruta de los Balcanes, son indicios de esos cambios.
El parón del comercio internacional también se ha notado en la escasez de precursores químicos necesarios para producir heroína o cocaína, lo que ha podido reducir su fabricación.
La ONU señala que el mayor control en las fronteras está llevando a un menor tráfico de heroína desde México a EEUU, lo que ha generado escasez de ese opioide. También en Europa se ha detectado una caída de la oferta.
Otro indicio de la escasez de la oferta es la subida de los precios de las drogas en diferentes mercados.
Las restricciones al movimiento y a las reuniones han podido llevar a una caída momentánea del consumo, especialmente de aquellas drogas —como los estimulantes— que suelen aparecer en festivales de música o discotecas.
Por el lado negativo, la ausencia de opioides debido a las restricciones ha podido llevar a buscar un sustitutivo en el alcohol, las benzodiacepinas o las drogas sintéticas, alerta la ONU.
También se ha podido sustituir la heroína por sustancias más dañinas producidas localmente, como el fentanilo, un analgésico sintético 50 veces más potente.
De esta forma, también se teme que hayan aparecido patrones de consumo más dañinos con sustancias inyectables por medio de jeringuillas, y el consiguiente riesgo de transmisión de enfermedades como el VIH/SIDA o la Hepatitis-C.
La ONU también advierte de que la actual crisis económica afectará especialmente a las personas que ya son las más vulnerables.
El aumento del desempleo y la pobreza por la crisis pueden llevar a un incremento del consumo de drogas, así como a que más gente contemple el cultivo ilícito o el tráfico de drogas como opciones para subsistir, advierte el informe.
“La crisis de COVID-19 y la recesión económica amenazan con agravar aún más los peligros de las drogas, cuando nuestros sistemas sociales y de salud han llegado al límite”, advierte Ghada Waly.
Por ello, la ONU pide que no se repita la respuesta de la crisis de 2008, que consistió en reducir los fondos de prevención, asistencia y tratamiento a problemas de drogas.
Por último, la ONU critica que el 90% de los opioides para tratamiento del dolor y cuidados paliativo se empleen en países ricos que representan solo el 12% de la población mundial.
El reverso de esa cifra es que el 88% de la población restante —toda en países en desarrollo— emplea menos del 10% de esos analgésicos, como la morfina, para paliar el dolor.