Cinco lecciones que el fútbol y sus aficionados deberían aprender del rugby
Frente a la violencia y las palabras gruesas en muchos estadios de fútbol, la educación y el respeto de la afición y los jugadores de rugby.
Ni los jugadores de rugby son truhanes jugando un deporte de caballeros ni los futbolistas son caballeros jugando un deporte de truhanes. El topicazo, sin embargo, sigue vivo en forma de frase supuestamente aguda y se multiplica cada vez que alguien quiere criticar la pillería, la trampa y la violencia que parecen haber invadido el césped y las gradas de los campos de fútbol.
Los que pronuncian esa máxima saben generalmente poco de rugby (casi todo el mundo sabe poco de rugby y nunca se deja de ser un diletante en la materia), pero la utilizan porque ese deporte figura en sus mentes como sinónimo de honestidad, limpieza y fair play. Es una gran noticia para los rugbiers, por prestigio y porque la impresión tiene mucho de cierto.
Como escribió Fernando Olalquiaga en Jot Down, comparar las éticas del fútbol y el rugby es un "ejercicio vano", pero los comportamientos lamentables que se ven cada día sobre el césped, en las gradas o en las inmediaciones de los campos de fútbol de todo el mundo, son impensables en el rugby.
Esto no significa que los ánimos no se enciendan, que no haya maldiciones y que no se escape algún que otro insulto durante los 80 minutos de un enfrentamiento -partido, a veces, se queda corto-. Pero en el rugby, al chisgarabís que pierde la cortesía se le contiene, se le manda callar y se le pone la cara colorada para que no vuelva a faltar al respeto a nadie.
Puede parecer una exageración, pero cualquiera que haya estado en un partido habrá escuchado un "calla, que esto no es fútbol" o un "shhh" contundente para atajar un silbido o un insulto. Ahí van cinco lecciones del rugby de la que podrían tomar nota en el fútbol.
Los jugadores acatan las órdenes del árbitro
El espectador habituado al fútbol puede sufrir una conmoción la primera vez que presencie un partido de rugby y compruebe que los jugadores no protestan. La palabra del árbitro es sagrada y no valen apelaciones.
"No nos hemos visto antes, pero yo soy el árbitro en este campo. No tú. Haz tu trabajo y yo haré el mío. Si vuelves a gritarle algo a alguien voy a sancionarte. Esto no es fútbol", está diciendo el árbitro en este vídeo.
El público no grita
Mejor dicho: sólo lo hace para celebrar las anotaciones de su equipo o para animar a sus jugadores. No se levanta la voz para nada más y el que lo hace es reconvenido. No se puede perder la compostura.
... y tampoco insulta.
El espectador de un partido de rugby jamás, jamás dice una palabrota. No utiliza ningún insulto para referirse al árbitro o a un jugador rival. En un partido de la selección española en el Estadio Nacional Complutense, vi cómo un padre regañaba a su hijo por llamar "idiota" al árbitro: "Álex, eso nunca, nunca eh".
El pequeño, en primera línea de campo como suelen estar los chicos de su edad durante los partidos de España, le dijo lo mismo, veinte minutos después, a otro crío que se enfadó con un rival.
Se respeta a la afición contraria
Antes de cada partido suenan los himnos y a nadie se le ocurre silbar el del contrario. Se escuchan con respeto reverencial y en algunos casos, puestos en pie.
Y a los jugadores
Ese respeto se extiende a los jugadores. No sólo no se insulta al contrario, sino que tampoco se intenta distraerlos con ninguna treta. ¿Los ruidos y los láser para entorpecer a un futbolista que va a tirar una falta? No en el rugby.
Un aficionado rumano intentó distraer a un jugador español que iba a patear a palos tras un ensayo, en el último partido que enfrentó a ambas selecciones. Se quedó solo y, una vez que el jugador terminó su acción, buena parte del estadio se volvió hacia el aficionado molesto y le coreó durante un rato un "Tonto, tonto" que le quitó las ganas de intentarlo de nuevo.