Cataluña pone a prueba la fuerza del 'procès' en plena pandemia
Las elecciones están abiertas. ERC, rehén de un acuerdo independentista para no pactar con el PSC, tiene la llave del 'Govern'.
Las elecciones de este domingo son un test para la política española. Pase lo que pase, los resultados condicionarán todo el país. Lo que voten los catalanes marcará el juego de alianzas del Gobierno central y determinará el devenir no solo de la coalición, sino también de Vox y PP, cuyo líder, Pablo Casado, se juega el ‘sorpasso’ de la ultraderecha.
Las urnas de los más de 2.500 colegios electorales que abrirán a las 9.00 también pondrán a prueba la fuerza del procès tras casi una década de desafío secesionista. La causa se somete a examen y su resultado marcará el futuro del independentismo: o unilateralidad o pacto.
Las elecciones llegan, además, en mitad de una pandemia que ha cambiado todo y dejado decenas de miles de muertos. Nadie puede calibrar el efecto que tendrá el coronavirus en las papeletas. Tampoco el efecto del resquicio de esperanza que abre la inminente vacunación masiva y que permitirá soñar de otra manera la pesadilla de la covid-19.
Las maquinarias electorales de los partidos han intentando hasta el último momento predecir si los catalanes se dejarán llevar de nuevo a la hora de votar por el romanticismo de la independencia o por la crítica sesuda a la gestión de una epidemia que solo en Cataluña ha segado la vida de casi 10.000 personas.
El resultado es una incógnita, pero las últimas encuestas dan algunas claves. ERC, rehén de un acuerdo de última hora entre partidos independentistas para no pactar con el PSC de Salvador Illa, parece que tendrá la llave del nuevo Govern.
Los republicanos llegan muy igualados con los socialistas, agraciados con el efecto de la candidatura de Illa, y con sus grandes rivales de Junts, autores intelectuales del cordón sanitario al exministro de Sanidad. Toda una jugarreta a Pere Aragonès y a la esperanza del Gobierno de Pedro Sánchez de alinear Moncloa y Palau de la Generalitat para encarrilar la legislatura. Si el bloque independentista suma es muy probable que una victoria del PSC sea estéril, como le ocurrió a Cs hace tres años.
Poco le valdrá a Illa el triunfo si no puede apoyarlo, de alguna manera, en ERC, parte importante de la mayoría de la coalición en Madrid, pero también gran rival este 14F porque ambos quieren pescar el mismo voto ideológico.
Los de Oriol Junqueras, no obstante, han jurado y perjurado que no harán president al socialista, en contra de lo que insinúa Laura Borràs, centrada en captar el voto independentista más acérrimo y en dañar a ERC para hacerse con la hegemonía secesionista. En estas elecciones hay otras dos grandes peleas más allá de la pugna que mantienen socialistas y republicanos: entre socios de Govern y entre PP y Vox.
Los partidos independentistas se han esforzado en dejar constancia de que su lucha por liderar el bloque independentista en escaños y votos es despiadada. Más allá de la jugada del “todos contra Illa” plasmada en papel, la estrategia de Borràs al frente de Junts se ha basado en sembrar dudas sobre el compromiso de su socio en la causa por la república.
Y los de la derecha, con PP y Cs a la cabeza, en lanzar la sospecha, sin aportar prueba alguna, de que el candidato socialista se habría vacunado ya saltándose el protocolo que él mismo ayudó a establecer. Para el histrionismo de los debates televisivos queda la exigencia de Carlos Carrizosa y Alejandro Fernández de reclamar la mascarilla a Illa por haber rechazado hacerse la prueba de detección del coronavirus.
El otro gran test de estas elecciones lo tiene Pablo Casado. El líder del PP tiene un problema, porque la explosión mediática del regreso estelar al banquillo de Luis Bárcenas esta semana ha hecho añicos las expectativas de Alejandro Fernández de doblar sus escaños y evitar el ‘soparsso’ de la extrema derecha.
Bajar de los cuatro escaños que tiene ahora el PP en el Parlament sería un revés que dejaría muy tocado el liderazgo de Casado y que haría que una parte importante de su partido mirara a barones con mayoría absoluta, como Alberto Núñez Feijóo, para hacerse con las riendas.
Si eso pasa y Vox supera al PP, Santiago Abascal no podrá evitar esbozar una sonrisa vengativa tras basar su campaña en el cuerpo a cuerpo, entre lluvias de insultos y objetos, con el independentismo más radical.
La campaña electoral más rara que se recuerda, plagada de ‘telematismos’, apenas ha pivotado sobre cuestiones importantes. Casi nada se ha dicho de la fiscalidad, asunto clave de los próximos años por la borrachera de deuda pública que la pandemia está generando en las cuentas de las administraciones públicas, ocupadas en salvar autónomos y empresas de la quiebra gracias a la barra libre del Banco Central Europeo.
Y poco o nada se ha dicho los retos que afrontará una sociedad exhausta tras la covid-19 como, por ejemplo, el modelo de cuidados de los mayores en los albores de la jubilación del baby boom, la generación más grande de la historia reciente.
Vote lo que vote Cataluña, la resaca nacional del lunes está asegurada.