Cambio climático, las lecciones de la pandemia
Los aprendizajes de la emergencia sanitaria pueden ser muy útiles para enfrentar el que sigue siendo el mayor desafío de nuestro tiempo.
Hasta la llegada de la pandemia de COVID-19 a principios de año, uno de los mayores desafíos para la humanidad era poner en práctica el Acuerdo de París, un compromiso de 195 países para evitar que la temperatura del planeta aumente más de 2°C antes de 2030.
El documento advierte sobre las consecuencias de la subida en las temperaturas: pérdida de cultivos, hambre, sequías prolongadas y otros fenómenos meteorológicos cada vez más intensos y frecuentes.
El Acuerdo de París se inscribe, además, en otro gran compromiso mundial: los Objetivos de Desarrollo Sustentable (ODS). Son 17 metas negociadas por consenso para promover el desarrollo económico protegiendo la salud del planeta al mismo tiempo.
De las 17 metas, muchas tienen que ver con el cuidado del ambiente. El ODS 6 se orienta a Agua y Saneamiento, el 7 a Energía Limpia, el 14 a la vida bajo el agua, y el 15 a la vida sobre la tierra. Además, el ODS 13 dirigido específicamente a la acción sobre el clima.
La llegada de la pandemia no solo frenó muchos de los esfuerzos que se venían haciendo en esa dirección, sino que además puso de manifiesto, y amenaza con profundizar, las agudas inequidades en distribución de la riqueza y acceso a educación o salud.
Pero la pandemia también nos enseñó que hay situaciones, como el cambio climático y el estado del medio ambiente en general que nos amenazan a todos. Y que las medidas que se tomen para enfrentarlo tendrán consecuencias a largo plazo.
Sobre todo, nos enseñó que de nada sirve buscar soluciones aisladas o para un determinado grupo o país, sino que lo más efectivo será hacerle frente a estos problemas con una mentalidad verdaderamente global.
Esa conciencia, esas lecciones duras que nos está dejando la pandemia son las mismas que deberíamos tomar en cuenta para avanzar en el cumplimiento del Acuerdo de París y en los ODS relativos al clima, y todos los demás.
La situación de América Latina con respecto al cambio climático es paradójica porque contribuyen apenas con 9% del total de emisiones de gases que provocan el efecto invernadero, pero es azotada con frecuencia por fenómenos meteorológicos.
El año pasado tuvimos los voraces incendios forestales en Brasil y Bolivia, con sus devastadores efectos. También fuimos testigos de severas inundaciones en el norte de Argentina y en algunas regiones agrícolas de Uruguay.
Sin embargo, también somos una de las regiones que más contribuye con soluciones innovadoras para la protección del ambiente.
El 100 por ciento de la energía en Uruguay es renovable con 60 por ciento de energía hidroeléctrica, 25 por ciento eólica y el resto solar.
En Argentina, el 50 por ciento es de energía hidroeléctrica, mientras que en Brasil, la energía renovable a base de etanol cubre más de 50 por ciento del mercado.
Por otro lado, cifras oficiales de Paraguay indican que un 57 por ciento de su energía es hidroeléctrica y más del 20 por ciento es biomasa. El resto son energías convencionales que pueden ser sustituidas por eólica y solar.
Adicionalmente, los bancos de desarrollo de la región, incluyendo FONPLATA, hemos incorporado componentes de mitigación y adaptación a los efectos del cambio climático en nuestros proyectos.
Otra área prioritaria en este frente es la de las ciudades. El porcentaje de población que vive en las áreas urbanas Argentina, Bolivia, Brasil, Paraguay y Uruguay se incrementó, en promedio, del 47.7% al 86.1% entre 1950 y 2019, y se espera que llegue a casi el 90% en 2030.
La pandemia también nos enseñó que en las ciudades es prioritario proteger a los más vulnerables, mejorar el transporte público en las áreas más aisladas, y reforzar los servicios de salud. Las mismas medidas que nos permitan hacerle frente al cambio climático.
Aunque aún estemos en el medio de la pandemia, y hagan falta muchos esfuerzos para superar la emergencia sanitaria, no es momento de perder de vista esos compromisos globales para proteger al planeta.
Solo así podremos construir entre todos un mundo en el que podamos solucionar los problemas del presente, incluida la pandemia, sin comprometer el futuro. Es nuestro empeño y en él estamos trabajando.