Bildu y el Sinn Féin: dos maneras de afrontar el fin de la violencia y la transición a la política
No, en Reino Unido no se lía si un 'premier' se reúne con el viejo brazo político del IRA, porque hay un acuerdo de paz en juego. A ETA, en España, no la enterraron los suyos.
Los lazos entre parte de la actual Bildu y el Sinn Féin son estrechos, viejos de décadas. En sus filas hay antiguos militantes de formaciones que fueron los brazos políticos de organizaciones terroristas, ETA y el IRA, y ambos han emprendido un camino sólido en las instituciones democráticas, apoyadas en votos y no en balas ni amonal. Pero las semejanzas casi acaban ahí. Las vías elegidas a la hora de cambiar de piel y hacer la transición a la lucha limpia y legal difieren notablemente y, por tanto, también las relaciones entre esos restos y los Gobiernos centrales con los que cada cual lidia: el español, el británico y el irlandés. Irlanda no es exactamente un espejo.
Ahora, ante la polémica generada por el apoyo de Bildu a los presupuestos de la coalición PSOE-Unidas Podemos, es momento de comparar. La primera diferencia es de pura biografía. El Sinn Féin existe antes incluso del IRA (1905) y luego los dos unieron sus caminos. El caso de Bildu es diferente, parte de la transformación constante de la izquierda radical independentista vasca para presentarse a las elecciones de forma legal. Nace en 2011, con ETA acabada, como coalición conformada por Eusko Alkartasuna, Alternatiba, Herritarron Garaia, Araba Bai, independientes de la izquierda abertzale y, también, Sortu que viene de Batasuna, brazo político reconocido de los etarras.
Luego está la forma en que se ha acabado con la violencia en cada territorio. El Sinn Féin fue crucial para alcanzar la paz que hoy sigue vigente, para poner fin a años de dolor (3.600 muertos y 37.000 heridos causó el IRA). Los irlandeses firmaron los Acuerdos de Viernes Santo, en 1998, cuatro años después de que el IRA dejase las armas, cuando se ganaron la confianza de los que hasta entonces habían sido sus víctimas, cediendo, dejando claro su compromiso de que “la política es la única vía”, en palabras de Gerry Adams, uno de sus líderes históricos.
Desde entonces, forman parte del Gobierno de Irlanda del Norte, dentro de un pacto para compartir el poder con otras fuerzas diseñado durante el proceso de negociación y que garantiza que no haya vuelta atrás. Hasta se han hecho funerales de estado por duros como Martin McGuinness, reconociendo su viraje y su compromiso con la nueva etapa.
Bildu, que en sus estatutos rechaza la violencia pero no ha condenado expresamente los más de 3.000 atentados etarras, nunca ha participado ni alentado un proceso similar, porque entre otras cosas, más allá de parte de su raíz, se parió en la legalidad y sin violencia de fondo. En España, el terror fue vencido gracias la presión policial, judicial y social, con la rama política del momento justificando lo matado, secuestrado y extorsionado hasta hoy, con contadas excepciones (en este caso, se estiman las víctimas en 864 mortales y más de 7.000 heridas).
La disolución de ETA en 2010 se produjo sin esa interlocución de partidos. “Sepan que todos ellos no contribuyeron a la paz, no, simplemente se vieron obligados a desistir, a renunciar para siempre a la violencia, sin haber conseguido ninguno de sus objetivos políticos”, escribía en 2011, en El HuffPost, Alfredo Pérez Rubalcaba.
Las diferencias de participación de unos y otros influyen en las concesiones logradas. El Sinn Féin arrancó al premier con quien firmó la paz, Tony Blair, la salida escalonada de 447 presos (116 con delitos de sangre) y una amnistía secreta para los terroristas escapados, que se conoció hace apenas seis años. En España no hay nada parecido, no ha habido excarcelaciones. Si ha habido acercamiento de presos, ha sido en todos los tiempos, con Bildu y antes de Bildu, en todas las negociaciones, obra del PP y del PSOE.
Ideológicamente, el Sinn Féin sigue defendiendo la reunificación, la autodeterminación respecto de Reino Unido, reclama por ejemplo un refrendo en los próximos cinco años, como máximo, pero en febrero, en las elecciones, ese mensaje quedó en el cajón más escondido, priorizando la agenda social. Así se impusieron en votos, que no en escaños. Hoy son la primera fuerza de la oposición en Irlanda.
Tienen representación, pues, en las Cámaras Alta y Baja del país, y también en la Asamblea y la Cámara de los Comunes de Irlanda del Norte y el Parlamento Europeo. No así en la Cámara de los Comunes de Londres, es decir, no están en el mismo hemiciclo donde tiene que dar cuentas y negociar el primer ministro de Reino Unido, Boris Johnson. No tienen que pactar cuentas ni mociones de censura.
El roce es otro: siempre los acuerdos de paz. Por eso sí se hablan y se ven los mandatarios y los miembros de la formación republicana. Es relativamente frecuente desde que se firmaron, hace 22 años. Hubo encuentros con Blair y con sus sucesores, Gordon Brown y David Cameron. Los mandatarios recibieron a delegaciones del Sinn Féin en Londres o se desplazaron a Belfast para verse, siempre ante problemas para cuajar el Gobierno de alianza en Irlanda del Norte, por disputas de competencias o cuando han surgido protestas, tratando de calmar a la población con su gesto. No ha habido miedo a la foto, sean laboristas o conservadores.
Theresa May, la expremier, tuvo menos sobresaltos sobre la paz, pero su equipo también mantuvo el contacto con el partido, sobre todo cuando la denunciaron por romper supuestamente la neutralidad y equidistancia exigida a Londres: había prometido demasiadas cosas a los unionistas del DUP con tal de llevarlos a su terreno y lograr sus votos en el debate del Brexit.
Y Johnson, en enero pasado, “celebró” que hubiera al fin acuerdo, tras tres años de estancamiento, para formar Gobierno en Irlanda del Norte, una alianza que incluye al viejo brazo político del IRA. “Al fin, normalidad”, dijo.
En Irlanda, sí han concurrido a las elecciones nacionales y hasta las han ganado en apoyos populares, pero la pelea tiene ya poco que ver con el refrendo y las reivindicaciones nacionalistas. Si dos partidos de centro derecha y los verdes han sumado fuerzas para que ellos no gobiernen es sobre todo porque los critican por “populistas”, “bolivarianos” y “euroescépticos”.
Relevo generacional
Si Arnaldo Otegi no tiene más protagonismo, si no fue por ejemplo candidato a lehendakari, es porque la justicia se lo impide, no por relevo generacional. Sigue siendo quien manda en Bildu, como coordinador general, el mismo hombre que fue portavoz de la ilegalizada Batasuna. No es es lo que ocurre con sus “amigos irlandeses”, donde los grandes nombres del pasado, los que defendieron la violencia y luego forjaron la paz, han quedado ya aparcados. Se reivindican como pasado, como pilares ideológicos, pero mandan otros y alejan la duda y la sospecha.
Ahora la líder del Sinn Féin se llama Mary Lou McDonald y apenas era un bebé cuando comenzaron los atentados del IRA. No tiene conexión alguna con la violencia, que rechaza “en cualquier forma”. Otegi, en cambio, ha sido encarcelado varias veces.No existe es condena rotunda de los atentados perpetrados por parte de la banda terrorista por parte de Bildu, como tampoco por líderes republicanos como Adams, pero la página ha sido pasada por otros protagonistas, sin ligazón con el pasado.