Barcelona homenajea a las víctimas del 17-A con música, poesía y silencio
Las familias de los asesinados y los heridos presiden en primera fila el acto de Plaza Cataluña.
Hace un año, las personas que hoy se sentaban en primera fila en el acto de Plaza Cataluña, en Barcelona, tenían sus problemillas, sus rutinas, sus anhelos. Los normales. 365 días más tarde, han protagonizado una reivindicación de vida que nunca esperaron, de un nuevo tiempo con ausencias, las de los familiares asesinados, y con heridas propias, las físicas y las anímicas. Supervivientes del terror y del dolor, pero presentes, porque el fanatismo no puede con toda la humanidad (que por algo se llama humanidad). Hoy faltaban 16 personas inocentes asesinadas entre el 17 y el 18 de agosto de 2017 en Barcelona y Cambrils, pero no faltaban las fuerzas para decir no a la violencia, el odio y la indiferencia.
El acto institucional ha arrancado hacia las 10.30 horas con la presencia de los reyes y varias autoridades nacionales y regionales, pero pese al ruido de las últimas semanas (quién invita, quién manda, quién es súbdito de quien), las víctimas y sus allegados han sido las protagonistas, por derecho, como ha enfatizado repetidamente la conductora del evento, la periodista Gemma Nierga. Han estado presentes 150 afectados de 12 países distintos. No ha habido discursos de nadie, sólo poesía y música.
En un escenario limpio de simbología, más allá de una erguida rama de olivo, y bajo un lema sencillo ("Barcelona, ciutat de pau"), se ha escuchado para empezar El cant dels ocells, una composición de Pau Casals que en España es imposible no asociar a los atentados del 11 de marzo de 2004 en Madrid. De seguido, Nierga ha dado en nombre de todos un "abrazo" a las víctimas y los suyos, ha pedido para ellos "respeto" y ha enfatizado que el acto debería servir para "hacer ciudadanía", tan sencillo y tan complicado. También a reconocido el trabajo de los cuerpos de seguridad, sanitarios, de emergencias, de protección civil... Allí estaban todos -una segunda fila brillante de gorras y tricornios-, en un discreto segundo plano, tras los trajes de chaqueta.
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Daba paso a ocho personas (una mezcla de razas, orígenes y religiones), que han ido leyendo un poema en cada uno de los idiomas de las personas asesinadas el 17-A: catalán, español, alemán, italiano, francés, neerlandés, portugués e inglés. "Nadie es una isla por completo en sí mismo; cada hombre es un pedazo de un continente, una parte de la Tierra. Si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia; por eso la muerte de cualquier hombre me disminuye, porque estoy ligado a la humanidad; y por tanto, nunca preguntes por quién doblan las campanas, porque están doblando por ti", rezaban los versos de Devociones sobre situaciones inesperadas, del escritor británico John Donne, tan vivas, 400 años después.
El coro del Conservatorio Municipal de Barcelona ha cerrado el acto con cuatro canciones "que expresan la convicción de fomentar un mundo mejor, de iguales, de paz" que, asumía Nierga, "es evidente que no lo tenemos". Este no era un acto buenista, como censuraban en paralelo esas redes sociales incendiadas por la pelea política y la ceguera que hace confundir los momentos para cada cosa, sino realista, de constatar la muerte, sí, pero certificar también la lucha por la vida. Chicos de blanco y negro fueron encadenando Somewere over the rainbow, Imagine, Hallelujah y Qualsevol nit pot sortir el sol.
Sobraba el llamamiento de la periodista a que los presentes se emocionaran con esas canciones. Las lágrimas han corrido, mucho, por entre las primeras filas. Sobre los hombros del acompañante, bajo las gafas de sol opacas, al aire. Unos labios de mujer murmuran un "gracias" a los chavales. "Que tengan un buen día", se despedía el acto.
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Seriedad y silencio
Más al fondo, pasadas las víctimas, en pie, estaban las autoridades, las que (equivocadamente) han centrado el protagonismo del acto en las últimas semanas. Finalmente, han acudido los reyes, Felipe VI y Letizia, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, los presidentes del Congreso y el Senado, Ana Pastor y Pío García-Escudero, y el presidente de la Generalitat catalana, Quim Torra.
El independentista ha estado separado del monarca por Sánchez, Pastor y García-Escudero, cosas del protocolo. Rostro muy serio, cabeza gacha, hundida en el pecho, brazos cruzados. Ha sido la imagen más sobria de entre las autoridades. También ha habido llanto, en los ojos de Pastor y de la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, anfitriona de la ciudad herida.
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También ha habido distintas sensibilidades a la hora de saludar a las víctimas: el rey estaba visiblemente más tenso que en otras ocasiones y ha ido algo rápido, mientras Letizia se detenía y daba apoyo en antebrazos y hombros; los más cálidos, los besos de Sánchez y Pastor, que ralentizaban el proceso.
Todos los miembros del Govern catalán presentes en el acto portaban en su solapa el lazo amarillo que reivindica la salida en libertad de los políticos presos por el referéndum ilegal del pasado 1 de octubre. No obstante, no ha habido finalmente guerra de símbolos: se han visto en el acto un par de esteladas y bastantes más banderas españolas. Al final del acto se han escuchado gritos sueltos de "Felipe, Felipe", de apoyo al rey, al igual que ocurrió al inicio. Sobre ellos se escuchaba, fuerte, el aplauso para las víctimas.