Así llega Grecia a las elecciones: la historia de un sueño antiausteridad que se ha roto
El descontento de los griegos con la gestión de Tsipras durante los últimos cuatro años se reflejará en las urnas, según los sondeos.
Para algunos fue un soplo de aire fresco y esperanza que, en cuatro años, se ha hecho añicos. Syriza llegó al poder en 2015 prometiendo dignidad y políticas para la gente. Los rostros de Alexis Tsipras y Yanis Varoufakis emergieron en toda Europa y su discurso antiausteridad caló entre los griegos. Cinco años después, la situación es muy distinta: apenas hay atisbos de ese entusiasmo que provocó su llegada, aunque Grecia ha comenzado a recuperar la senda del crecimiento económico.
En las elecciones europeas, la caída de Syriza y la desconfianza de los griegos en Tsipras se hizo evidente cuando el partido de centro derecha Nueva Democracia le adelantó con el 33,3% de los votos frente a su 23,9%. Casi diez puntos de diferencia. Tras cuatro años de gobierno en los que Tsipras se ha enfrentado a todo tipo de dificultades, Syriza se encuentra en un momento complicado (otro más) en cuanto a su continuidad en el poder. El líder de la formación convocó elecciones generales para este domingo 7 de julio, ya que consideraba las europeas como una prueba de confianza con los votantes. Una prueba que no superó.
Este giro en la política helena lleva a preguntarse por qué. Por qué un pueblo que votó mayoritariamente “no” a las políticas de austeridad en Bruselas jugándose su continuidad en el euro en 2015 y que aupó a Tsipras al poder por su alejamiento con el establishment, ahora se decanta por una de las representaciones de este establishment: Nueva Democracia. Algunos sondeos prevén que el equivalente al Partido Popular de los helenos podría obtener mayoría absoluta si algunos partidos pequeños no llegan al 3% para entrar en el Congreso.
Aunque Grecia es un país en el que nunca se pueden descartar las sorpresas, si las encuestas aciertan, la única forma de que Nueva Democracia no llegue al gobierno sería un acuerdo entre los partidos de izquierdas (Syriza, comunistas, el partido de Varoufakis y el antiguo PASOK). Este pacto resulta difícil ya que las formaciones de izquierda tienen intereses muy dispares y la relación de los de Tsipras con los comunistas nunca ha sido buena.
Una llegada al poder que lo cambiaría... ¿todo?
Por primera vez en la historia de Grecia, en 2015 la izquierda que había más allá del partido socialista PASOK se hizo con el poder. Llegó dando la sensación de que lo cambiaría todo: muchos pensaron que acabaría con la austeridad que había dejado al país noqueado desde su primer rescate. Syriza se hizo con el poder hasta el punto no sólo de desbancar al PASOK —que quedó en el último puesto—, sino de romper con la tendencia bipartidista tradicional.
Esto supuso para los griegos un soplo de esperanza en un país donde la crisis de la deuda había arrasado con el Estado de Bienestar y cuyo rescate convirtió al país heleno en uno de los más pobres de la Unión Europea: más paro que nadie, una inmigración disparada y recortes en las políticas públicas y sociales, así como en las pensiones. Tsipras y el economista Yanis Varoufakis llegaron con un mensaje: se acabó la austeridad, se acabaron las políticas de Bruselas y hay que dar voz a la gente. Uno de sus fallos fue prometer algo que más tarde sería imposible de cumplir. Eso sí, ocho años y casi 289.000 millones después, los griegos quedaron libres de los rescates y, aunque siguen siendo prisioneros de la deuda, su bienestar apenas ha empezado a mejorar.
Por eso, en junio de 2015 Tsipras convocó un referéndum en el que preguntaría a los griegos si estaban a favor de aplicar las medidas de austeridad que llegaban desde la Troika (ese triunvirato formado por el Fondo Monetario Internacional, la Comisión Europea y el Banco Central Europeo). La convocatoria fue un pulso a Bruselas en el que los griegos dijeron “no” al malvivir: un 62,5% de ellos quería dar la espalda a la austeridad que se les exigía desde Europa. Era tal la situación del griego de a pie que les dieron igual las consecuencias. Se cargaron de dignidad y dijeron “basta” sin tener ni idea de lo que pasaría después.
Al día siguiente, aún con la resaca electoral y la incertidumbre, el entonces ministro de Economía Yanis Varoufakis dimitió de su cargo a sabiendas de que no era precisamente querido por los líderes de la Unión Europea. De esta manera, “facilitaría” la negociación de Tsipras con ellos.
Pero... ganó la Troika
Pero ni la dimisión de Varoufakis, ni el 62% de votos sirvieron para evitar que, el día 13 de julio del mismo año, tras 17 agónicas horas de negociación con los líderes de la zona euro, el primer ministro griego firmase un acuerdo durísimo para su país. Grecia aceptaba así unas condiciones a cambio de un rescate por tres años, que llevarían a acometer un plan de recortes y reformas mucho más exigente del que los helenos habían rechazado una semana antes. De hecho, el Gobierno alemán fue mucho más allá y forzó este pacto con la amenaza de un mecanismo de expulsión temporal del euro que finalmente retiró.
La euforia que se respiraba la noche del referéndum en la plaza Syntagma se quedó en un simple espejismo y los griegos vieron cómo no sólo no respetaban su voto, sino que se presentaban por delante más años de austeridad. La decepción y desafección con los nuevos políticos se hizo palpable y comenzaron a sucederse, de nuevo, manifestaciones y protestas que pusieron rostro al descontento de los griegos.
“Hizo el referéndum y no respetó la decisión de los griegos, por eso el pueblo ha castigado a Tsipras en las elecciones europeas. Nos dimos cuenta de que las decisiones en Grecia no las toma Grecia, sino Bruselas”, cuenta a El HuffPost Manolis Tyrakis, uno de los atenienses que vivió con esperanza la llegada de Syriza y ahora se une a las críticas al Gobierno de Syriza.
Una ‘pasokización’ o giro al centro
Tsipras entendió que enfrentarse a un pulso con Bruselas no era fácil. Y, de alguna manera, una vez ya ganados los votos de la izquierda más radical en 2015, durante los últimos años ha virado hacia una posición más moderada, que le llevó incluso a incluir miembros del PASOK en su partido. “Esto también ha quemado mucho a algunos votantes de la izquierda”, opina Tyrakis.
Salvador Llaude, analista del Instituto Elcano, explica este fenómeno: “A Syriza le funcionó nacer como una formación de izquierda y catalizador de voto protesta contra el PASOK, pero como ha visto que no puede ir solo contra Bruselas y hay que buscar aliados”. Por eso cree que, desde entonces, “Tsipras sabe que tiene que cambiar hacia una mayor cooperación y lo consigue poniendo en marcha una estrategia de sustitución del PASOK”. De hecho, cuenta que actualmente, cuando hay reuniones informales antes de reunirse el Consejo Europeo, Tsipras acude a las de los socialistas europeos, aunque no sea su grupo político. “Sabe que ahí es donde está el peso político”, señala.
La polémica con el nombre de Macedonia
Pero la aceptación de las condiciones de Europa y lo que supuso no ha sido lo único que ha propiciado esta caída en las urnas y la convocatoria de estas elecciones. La disputa sobre el nombre de Macedonia supuso un conflicto entre Grecia y la Antigua República Yugoslava de Macedonia, que pasó a llamarse Macedonia del Norte en enero de este año. Parte de los griegos no aceptaban este acuerdo para cambiar el nombre debido a la ambigüedad que creaba con la región griega de Macedonia.
Esta situación llevó también a varias protestas e incluso rompió el acuerdo de Gobierno que había de Syriza con los Griegos Independientes. La oposición también utilizó este conflicto para atacar al partido, que ya estaba bastante debilitado en las encuestas.
Y... una crisis de inmigración eterna
Irónicamente, a la vez que Grecia es uno de los países más pobres de la Unión Europea, también es uno de los que más refugiados ha recibido durante los últimos años. La crisis migratoria tuvo su punto álgido en Europa durante el verano de 2015, pero entre los helenos sigue más que presente. Actualmente, más de 72.000 refugiados permanecen en el país distribuidos en las islas, campos improvisados, pisos repartidos o espacios ocupados. ¿Hasta dónde puede llegar la solidaridad de los desfavorecidos con los más desfavorecidos?
Esta suma de acontecimientos, junto con la gestión los incendios que tuvieron lugar hace un año y que le costaron la vida a un centenar de griegos, han llevado a Tsipras a quedar por debajo de Nueva Democracia con más de 9 puntos de diferencia el pasado 26 de mayo. Aunque Llaude no considera “aún” que se pueda llamar “caída” a lo que le ha pasado a Syriza: “Ha perdido en las elecciones del Parlamento Europeo, pero en escaños solo ha perdido uno”.
El experto atribuye este fracaso a que cuando uno está en el poder “tiene más probabilidades de ser castigado, hay un desgaste asociado al ejercicio del poder”. Cree que este desgaste es “normal”, al igual que la decepción.
Queda poco más de un mes para las elecciones definitivas. Si los sondeos aciertan, volverá al poder uno de los dos partidos tradicionales, igual que ha pasado en España con el PSOE. Eso llevaría a preguntarse si estas nuevas formas de gobierno que han irrumpido hace algo más de un lustro en algunos países europeos tienen fecha de caducidad.