Asia Argento: una voz por todas las voces
"Violación" es una palabra incómoda. De las que se pronuncian en voz baja, con inquietud, de las que nadie quiere reconocer su existencia. "Violación" es una palabra que evoca lugares oscuros de la historia universal. Una especie de amenaza diaria e implícita, porque la historia te recuerda que cada mujer puede ser una víctima potencial. O al menos, esa imagen de la víctima que forja el subconsciente colectivo. La mujer que grita, la frágil, la herida, la destrozada por el peso de la violencia.
Asia Argento es una mujer fuerte, famosa. No solo por ser hija del célebre director Dario Argento, sino por su prolífica carrera personal y su indudable talento. Asia es una de las mujeres del cine europeo que suele desconcertar por su singular combinación de misterio, fuerza y capacidad histriónica. Pero Asia también es una víctima. Una de las tantas que cada año engrosan una tétrica estadística que demuestra que los derechos sexuales de las mujeres continúan en entredicho en la mayor parte de los países del mundo. Y que aún sigue siendo imprescindible la lucha por su defensa y reivindicación.
"En 1997 fui violada aquí en Cannes por Harvey Weinstein. Yo tenía 21 años. Este festival era su coto de caza. Quiero hacer una predicción: Harvey Weinstein nunca más será bienvenido aquí", declaró Asia ante el auditorio del teatro Lumière. Vestida por completo de negro, el rostro tranquilo, pero las manos aferradas al podio. Una víctima que de pronto le brindó rostro a todas las anónimas, a las escondidas por miedo, a las heridas por la incredulidad, a las aplastadas por el peso del prejuicio.
"Hoy se siguen sentando entre nosotros otros que han tenido un comportamiento indigno con las mujeres. Sabéis quiénes sois. Y, lo más importante, nosotras lo sabemos, y no vamos a permitiros vivir en la impunidad" añadió la realizadora, que ya había tenido que enfrentarse en su natal Italia a las críticas por admitir en voz alta había sufrido una agresión sexual. Pero Asia, con la expresión calma, la mirada triste y directa, habló por todas las mujeres que no tienen voz, que la perdieron en medio del miedo. Que se encuentran aisladas por el trauma, por el prejuicio y el sufrimiento íntimo.
Asia es una víctima como otras tantas, pero no es una mujer débil, como tampoco lo son cada una de los hombres y mujeres que padecen violencia sexual alrededor del mundo. Asia, que es un rostro visible, reconocible y con el poder de la fama, encarna el silencio que tantos deben soportar por el mero hecho que aún la violación, esa palabra tan incómoda, sigue siendo un tabú, una idea incómoda, de las que se oculta e ignora.
Según cifras de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) cada año se cometerá un millón de violaciones. Es una cifra que no incluye a todas las víctimas que no denunciarán, que serán presionadas por sus familiares, esposos, el miedo natural de la víctima o quizás solo la cultura para guardar silencio. Probablemente, por ese motivo se insiste en que la violación es un delito invisible. O se pretende que lo sea: en muy pocos países estadísticas claras y las muy escasas disponibles, no reflejan la crueldad de una circunstancia que enfrenta a la mujer con una idea cultural que no controla y la supera.
Porque cuando hablamos de violación, no hablamos de sexo. Hablamos de poder, hablamos de destrucción de la identidad femenina. La violación no tiene nombre ni rostro: es un delito anónimo. Lo es en la medida que la víctima muchas veces debe lidiar con la violencia y también con la responsabilidad moral de verse estigmatizada por el peso de una culpabilidad ficticia.
De modo que Asia Argento usó su momento bajo los focos en el escenario de clausura del Festival de Cine de Cannes para hacer una agitación acusadora. Para sacudir conciencias, para recordar que por más que se intente ocultar, ignorar, disimular, justificar, la violación sigue siendo un delito que devasta, un tipo de violencia que amenaza la identidad y la individualidad de quién lo padece.
Asia, con su tono de voz mesurado, lanzó una acusación no solo contra su agresor Harvey Weinstein, sino también contra el propio Cannes, convertido en según palabras de la actriz "en el coto de caza" del productor. Con su declaración, Asia sacó a la luz los secretos vergonzosos de otras tantas mujeres y hombres, señaló a todos los cómplices silenciosos, dejó claro que las víctimas dejaron de temer gritar en voz alta su sufrimiento y que sin duda, una nueva forma de afrontar un delito atroz, comienza a tomar forma.
"Tenía 21 años (cuando Weinstein) me violó. Este festival fue su campo de caza. Quiero hacer una predicción Harvey Weinstein nunca será bienvenido aquí nunca más. Vivirá en desgracia, rechazado por una comunidad de cine que lo abrazó y encubrió por sus crímenes", añadió Asia Argento y quizás, no solo se refería a Cannes, festival que ha sido criticado por falta de firme respuesta a fenómenos como #MeToo y otros. Sino a todos los lugares oscuros y tenebrosos, en los cuales aún la violación es una palabra que se considera vergonzosa, que se oculta, que se excusa.
Con su paso adelante, Asia Argento sentó un precedente para recordar que la batalla por la integridad de las víctimas acaba de comenzar y que esa es una lucha que vale librar en cualquier, escenario. Bajo cualquier gesto de valor.
* Este artículo se publicó originalmente en El HuffPost México.