Así ha acabado Feijóo con el 'efecto Feijóo'
El líder del PP desdibuja en ocho meses su imagen de buen gestor y las encuestas comienzan a reflejarlo.
“El efecto Feijóo dispara al PP”, aseguraba La Razón. “Hay efecto Feijóo”, apuntaba OkDiario. “El efecto Feijóo da la puntilla al sanchismo”, sentenciaba El Mundo.
Era el mes de abril y las encuestas recogían la primera reacción demoscópica a la llegada de Alberto Núñez Feijóo a la presidencia del PP.
Hacía apenas dos meses que el partido había sufrido una de las mayores crisis interna de su historia, con la marcha de su presidente, Pablo Casado, tras una refriega pública con la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, con acusaciones de corrupción y encargo de espionaje incluidos.
Casado perdió. Ayuso ganó. Los barones apoyaron el adiós de su entonces líder y se convocó un Congreso Nacional para que Feijóo fuera proclamado nueva cabeza del partido.
El moderado Feijóo, con varias mayorías absolutas a sus espaldas, talante negociador y aura de buen gestor, accedía a la presidencia del partido dispuesto a levantar al PP en las encuestas y darle la vuelta a la tortilla frente a un PSOE que se mantenía firme como principal opción electoral pese a las dificultades.
Era el mes de abril. Hace ocho meses. Un tiempo que se le ha hecho largo al líder del PP, que ha visto cómo en apenas 35 semanas ese ‘efecto Feijóo’ se ha estancado e incluso comienza a desinflarse, según reflejan los últimos sondeos.
Porque en estos meses al presidente del PP se le han comenzado a ver ciertas costuras que en la presidencia de Galicia, lejos de los focos de la política nacional, se le disimulaban mucho más.
Todo esto ha hecho que las perspectivas electorales del PP hayan ido de más a menos, con algunos sondeos situando al PSOE en una posición de igualdad o ‘empate técnico’ con los populares.
Feijóo arrancó su liderazgo al frente del partido al alza en las encuestas, alcanzando su punto álgido en el mes de julio, cuando tanto el CIS como la encuesta de 40dB para El País y la Cadena SER, apuntaban a que el PP superaba en estimación de voto al PSOE por primera vez en muchos meses.
Acababan de celebrarse las elecciones en Andalucía, donde los populares lograban por primera vez en su historia la mayoría absoluta, provocando el descalabro entre los socialistas.
Esa inercia, sumada a la novedad que supuso su llegada a la presidencia del partido hizo que el PP se disparase, subiendo una media de entre tres y cuatro puntos en función de la encuesta. Hasta el criticadísimo CIS, que el PP desprecia habitualmente por estar “firmado por un militante del PSOE” —Elías Bendodo, dixit—, situaba a los de Feijóo por delante de los socialistas.
Para entonces, el líder del PP ya había tenido su primer ‘cara a cara’ con Pedro Sánchez en el Senado, el único escaparate que tiene Feijóo para confrontar con el jefe del Ejecutivo al no ser diputado en el Congreso y sólo poder hacerlo tras ser designado senador autonómico.
“Vengo a construir, a sumar”, dijo Feijóo al comienzo de su primera intervención ante las Cortes Generales. Habló de la política de la crispación y las descalificaciones y dijo que es modelo no era el suyo. Planteó un plan anticrisis a Sánchez, tiró de datos económicos y buscó dar un perfil de gestor. La economía era (y sigue siendo) la baza del PP para confrontar con el Gobierno.
Pero metió la pata. Al hablar de la deuda española, aseguró que la prima de riesgo se encontraba en 250 puntos básicos. “La más alta desde verano de 2014”, agregó. Error. La prima de riesgo no estaba en 250 puntos, sino en 113.
Nada que un votante fiel no pueda perdonar. Todos tenemos un lapsus. De hecho, Feijóo ya había pronunciado para aquel entonces algunas frases que habría firmado el mismísimo Mariano Rajoy, pero que no le habían costado a nivel demoscópico.
Alocuciones que quedaron en meras anécdotas para los programas de humor pero que no manchaban su, hasta el momento, intocable imagen.
Pero errores como el que cometió en su primer debate con Sánchez comenzaron a repetirse.
Al margen de su lapsus al votar en el Senado a favor de la reforma del Constitucional a la que su partido se opuso, Feijóo llegó a decir que el IRPF de Portugal era seis puntos más bajo que el de España, cuando no es así. También propuso una deducción fiscal por adquisición de primera vivienda, acusando al PSOE y a Sánchez de quitarla cuando quien lo hizo en 2013 fue Rajoy.
Otra ‘pifia’ fue cuando, en una entrevista con La Razón criticó la subida de las pensiones conforme al IPC afirmando que el pacto con la UE impide al Gobierno “subir más de un 3% el gasto corriente”.
Tanto el ministro de Seguridad Social, José Luis Escrivá, como la ministra de Trabajo y vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, le afearon en Twitter desconocer que este acuerdo excluye a la Seguridad Social de la regla de gasto. “No está preparado para gobernar España”, sentenció Díaz.
En esa misma entrevista, el líder del PP llegó a decir que los impuestos a la banca y a las energéticas “no encajan en un país de la UE”, cuando varios países aplican desde hace años estos gravámenes.
A esta inconsistencia pública en los datos económicos, se ha sumado que la economía no ha ido tan mal como esperaban los populares y que, para colmo, en Bruselas han ido dando la razón a las políticas del Gobierno, pese a las críticas del PP.
Los de Feijóo llegaron a tildar de ‘timo ibérico’ a la ‘excepción ibérica’ que permite a España y Portugal topar los precios del gas con los que se calcula la factura eléctrica y que han supuesto una evidente rebaja en el precio de la luz.
En un viaje a Bruselas, se le preguntó por esta forma de referirse al mecanismo ibérico y, tras negar la mayor, aseguró que nadie en la UE había hecho una declaración a favor de esta medida ni de extenderla al resto de países de la unión.
Un periodista tuvo que recordarle que apenas un par de días antes, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, que pertenece al PP Europeo, había asegurado que este mecanismo merecía la pena “ser considerado para introducirlo a nivel europeo” y “ver cómo podemos hacerlo funcionar a nivel de la UE”.
Para colmo, la propuesta fiscal del PP, claramente enfocada a una rebaja general de impuestos, se vio totalmente empañada por el desastre económico que supuso una receta muy similar aplicada por Liz Truss en Reino Unido y que le costó el cargo de primera ministra tras menos de 50 días en el puesto.
Jaleada por la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, las medidas de Truss supusieron un fantasma del que el PP trató de desmarcarse poco a poco a finales de septiembre y principios de octubre.
Tanto que el responsable económico del partido, Juan Bravo, llegó a decir en una rueda de prensa desde Génova que su propuesta no era bajar impuestos “sino no subirlos”. Y eso que 24 horas antes el ‘número tres’ del PP, Elías Bendodo, hablaba de la bajada de impuestos como algo “de sentido común ante una situación excepcional como la actual”.
El propio Bendodo, tratando de desmarcarse de la línea de Truss, llegó a asegurar en Al Rojo Vivo (LaSexta) que “lo que más se asemeja al modelo fiscal fracasado de Truss son las políticas del Gobierno del PSOE y de Podemos” y que las medidas que propone el PP se parecen más a la política de Portugal y de Alemania, gobernadas por los socialistas.
Bandazos económicos que han dejado tocada la imagen de solvencia y buen gestor de un Feijóo que tampoco termina de carburar en los debates con Pedro Sánchez, cada vez más cómodo contra su rival político.
En el último, celebrado a finales de noviembre, Sánchez sacó dos portadas del diario El Mundo en las que miembros de su partido trataban de marcarle la línea política a seguir.
Una de ellas fue la de la víspera a la ruptura de las negociaciones para renovar el Poder Judicial, un acuerdo que estaba casi cerrado hasta que Feijóo decidió acabar con el diálogo excusándose en la reforma del delito de sedición que el Gobierno quiere acometer. En ella, dirigentes de su partido advertían al líder del PP de la reacción de la “derecha política, judicial y mediática” si pactaba con el Ejecutivo.
Aquel Feijóo que venía a “sumar y contribuir”, muñidor de acuerdos políticos, se desdibujaba tras este episodio que tampoco dejó en muy buen lugar a Sánchez.
La otra portada que llevó el presidente a aquel último debate en el Senado fue la que reclamaba al presidente popular más mano dura contra el jefe del Ejecutivo. “Es el momento”, reclamaban estas voces.
Porque ese es otro frente que tiene el líder del PP: ¿moderación o mano dura? Y esto está llevando a que un runrún se cuele en el seno del partido reclamando cambios en la dirección con perfiles más parecidos al polémico Rafael Hernando.
La presión de las encuestas está ahí. Todos los sondeos, hasta los más optimistas, indican un estancamiento sino un claro declive del ‘efecto Feijóo’.
En el mejor de los casos el PP pierde 1,8 puntos; en el peor, tres. Por el contrario, el PSOE mejora sus perspectivas.
La sensación cunde en el PP, donde la preocupación por la incapacidad para marcar agenda política es patente. Con la que le está cayendo al Gobierno, sienten que no están aprovechando la ocasión y que el PSOE está todavía vivo a pocos meses para las elecciones autonómicas y municipales de mayo.
En los últimos estertores del año, los partidos ponen ya la vista en la estrategia electoral. Será a partir de ahora cuando el líder del PP deba confirmar que el ‘efecto Feijóo’ no fue fruto de un par de meses sino una tendencia consolidada.