Aragonès y la abstención convergente
Las dos principales fuerzas independentistas, ERC y Junts, estén condenadas a entenderse.
¿Por qué Junts no ha apoyado la investidura del candidato de Esquerra Republicana, Pere Aragonès? Es probable que sea difícil de comprender —especialmente fuera de Cataluña— que la fuerza posconvergente actúe, de manera activa, contra su principal socio político de la última década. Un aliado que votó favorablemente a las investiduras de Artur Mas en 2012 y 2016, de Carles Puigdemont en 2016 y de Jordi Turull y Quim Torra en 2018. Lo que en cualquier sistema parlamentario definiríamos como una entente política estable. ¿Qué sucede en el soberanismo catalán para explicar esta falta de sintonía?
En primer lugar, debemos hablar de la situación interna en Junts. La división es palpable, si tenemos en cuenta que mientras los negociadores buscan forjar un acuerdo de coalición con Esquerra, diputados como Joan Canadell se esfuerzan en descalificar en redes sociales el preacuerdo de legislatura firmado entre la CUP y los republicanos. Mientras tanto, el expresident Puigdemont presiona para incluir la consolidación del Consell per la República en las negociaciones sobre el futuro gobierno. Parece evidente que la falta de liderazgo político puede lastrar la posible presencia de Junts en el gobierno de Aragonès, que estaría encabezada con toda probabilidad por Elsa Artadi.
El segundo elemento destacable es el tipo de acuerdo alcanzado entre la CUP y ERC. Aragonès ha repasado en su discurso de investidura todos los referentes de la tradición de izquierdas y republicana catalana, recordando al discurso que hiciera Pasqual Maragall en el año 2003.
Este hecho es la consecuencia lógica de un sorpasso histórico —de ERC a Junts— y la consolidación de un viraje a la izquierda del independentismo que ya se había traducido en un mayor peso político de la CUP en las últimas legislaturas. Tal vez por esa razón a la reivindicación de un Acuerdo Nacional por la Amnistía y la autodeterminación, el candidato añadió otros dos objetivos: la reducción de las desigualdades y el impulso de un nuevo modelo productivo.
Decía Artadi que el discurso del candidato a la presidencia no interpela suficientemente a su espacio político. Probablemente, esto se deba al destacado acento social que ha exhibido Aragonès en su comparecencia ante la cámara catalana.
En cualquier caso, la reciente trayectoria de Junts como autoproclamado promotor de la unidad del independentismo hace pensar que la abstención en la votación de hoy es simplemente estética, en aras de ganar tiempo y arañar carteras en la negociación del gobierno. Táctica a corto plazo, al fin y al cabo, mientras se alcanza un acuerdo de legislatura capaz de colmar las aspiraciones del herido espacio posconvergente.
El encaje entre ERC y Junts depende de dos aspectos principales. En primer lugar, la estructura del nuevo ejecutivo y el reparto de responsabilidades en la Generalitat republicana que Aragonès pretende liderar. Además, también está en juego la construcción de un programa de gobierno y reconstrucción económica y social que, al mismo tiempo, recoja lo acordado con la CUP y sume las exigencias ideológicas de los independentistas de centro derecha.
Un galimatías para el que Aragonès ofrece negociación constante: 24 horas de reuniones hasta alcanzar un acuerdo con Junts. El candidato de ERC lo volverá a intentar en segunda vuelta el próximo martes, aunque no parece que los posconvergentes den su brazo a torcer tampoco entonces.
Más allá de los tira y afloja derivados de un Parlament altamente fragmentado, parece que las dos principales fuerzas independentistas estén condenadas a entenderse. Amplios sectores de Junts abogan por constituir un gobierno con ERC, especialmente porque no existe una coalición alternativa que permita el concurso de su partido. Ir a elecciones, en cambio, implicaría abrir una caja de pandora de consecuencias imprevisibles. También para los posconvergentes y para el conjunto del independentismo.
El discurso de Aragonès, más allá de traiciones tácticas y negociaciones dilatadas, es la primera prueba de un nuevo momento político en Cataluña. Su talante negociador no empaña su convicción republicana e independentista, aunque pudiera parecer una paradoja. “Quiero un gobierno que huya de la mera gestión burocrática pero también del vacío populista”, afirmó el republicano, que también reivindicó a referentes feministas y de izquierdas como Montserrat Roig, Pi i Margall, Salvador Seguí o Rafel Campalans.
En resumen: Aragonès no obtuvo la investidura, pero parece que lo conseguirá próximamente. Vientos de cambio en el Palau de la Generalitat.