¿Un CETA con México?
En el momento en que el Tratado CETA con Canadá vuelve a escena, la Unión Europea está negociando la renovación del Acuerdo de Asociación con México, país hermano no solo a efectos turísticos y folclóricos. Es el objeto del primer ataque proteccionista del Presidente Trump con su amenaza de saltar por los aires el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), más conocido por sus soviéticas siglas NAFTA. Con su proverbial habilidad, de momento ha conseguido que la fábrica de Ford de San Luis Potosí se vaya a China, país al que ha regalado el Pacífico con su rechazo al Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP).
Basta con mirar el Mapa para comprender la importancia de la jugada en América del Norte. Canadá es el vecino norteño de Estados Unidos como México es el sureño.
Sus economías están profundamente integradas, no así sus sistemas políticos. Canadá y México tienen seguridad social y control de armas y han abolido la pena de muerte. Diferencias importantes con unos Estados Unidos donde la obsesión de Trump es abolir el Obamacare y no tocar la segunda enmienda sobre el porte de armas. Además, Canadá y México son activos miembros de la Conferencia de Paris sobre el cambio climático.
El problema principal en la economía globalizada no consiste en jugar a la lotería con los tratados de libre comercio. El problema desde un enfoque progresista es la paralización y fracaso de la Ronda de Doha, que significaba una globalización con normas. En su defecto, pueden tener sentido los pactos bilaterales dentro de la lógica de la Organización Mundial de Comercio. Así, en América la Unión Europea tiene ya un primer Tratado con Centroamérica y está tratando de concluir la negociación con Mercosur.
El Tratado CETA es importante por su avanzado contenido y por las oportunidades que abre. La UE debe continuar por ese camino en la renovación del acuerdo de Asociación con México. Y no estaría de más proponer un acuerdo regional para toda la América del Norte.
La UE acaba de publicar un documento de reflexión sobre su visión de la globalización. Un impetuoso proceso con claroscuros que de momento ha sacado de la pobreza a más de 1.500 millones de personas en Asia, América e incluso África, nuestro mayor desafío. A ello se añade que en 2018 los países desarrollados representarán un 41 % del comercio internacional frente a un 59% de los países en vías de desarrollo según el FMI. Ese es el mundo en el que debemos pensar más que en replegarnos en la denuncia de la ensaladera de espaguetis futuro de la multiplicación de tratados mientras crecen soterradas las pulsiones proteccionistas. En esta reflexión, el reforzamiento del actual sistema comercial multilateral es una prioridad en la que países como Canadá o México son socios estratégicos.