Comercio internacional: sopa de letras
La escena comercial mundial está dominada por los megacuerdos regionales. Un hervor de siglas que constituye un menú de sopa de letras con un cuenco de espaghettis. En el mismo G-20, frente a los BRICS con una primogenitura china cada vez más afirmada, se ha formado el MIKTA.
A pesar de la prórroga lograda por la inacabable Ronda de Doha en la cumbre de Bali el pasado diciembre, la escena comercial mundial está dominada por los megacuerdos regionales. Un hervor de siglas que constituye un menú de sopa de letras con un cuenco de espaghettis. En el mismo G-20, frente a los BRICS con una primogenitura china cada vez más afirmada, se ha formado el MIKTA (México, Indonesia, Corea del Sur, Turquía y Australia).
Sin duda las dos negociaciones más avanzadas son en el Pacífico, el TPP (Trans-Pacific Partnership) y en el Atlántico el TTIP (Trans-Atlantic Trade and Investment Partnership).
El TPP ha desplazado al APEC, Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico creado en 1989 como alternativa frente a Europa. Curiosamente, no es una creación de los Estados Unidos que se añadieron en 2008 a una iniciativa de pequeños socios (Chile, Singapur, Nueva Zelanda y Brunei). Después, se han incorporado Australia, Canadá, Japón, Malasia, México, Perú y Vietnam, negocian su entrada Taiwán y Corea del Sur, y han manifestado su interés la mayor parte de los países de la región. En conjunto, cerca del 40% del comercio mundial. Incluso China ha cedido en su oposición inicial. Su objeto esencial es la reducción de barreras arancelarias con temas contenciosos como la agricultura, la propiedad intelectual, los medicamentos, genéricos servicios e inversiones que prolongan las negociaciones. Los dos principales condicionantes son que Japón acepte liberalizar agricultura y servicios, con el riesgo para el primer ministro Abe de una revuelta en su partido. En el caso de Estados Unidos, su destino es muy incierto en el Congreso, con la oposición de una mayoría de los demócratas y de una minoría significativa de los republicanos, en función de sus circunscripciones. En la cuenca del Pacífico, la escena se parece más a un baile de vals con cambios de parejas y como protagonistas esenciales EEUU, Japón, China y crecientemente India. El tema es el comercio, sin que se plantee la necesidad de una estructura política y de seguridad regional correspondiente en un contexto de aumento de gastos militares.
El TTIP es una negociación bilateral entre los dos mayores protagonistas económicos y comerciales, los Estados Unidos y la Unión Europea, cerca de la mitad de la economía mundial y un 30% del comercio. Aunque se hablaba del tema desde hace más de veinte años, el cambio de posición americano ha sido relevante para iniciar las negociaciones. El mandato es más amplio que la reducción de aranceles, casi insignificantes entre ambos bloques, y se extiende a las barreras no arancelarias restrictivas. La cuestión fundamental es por tanto definir normas y estándares cambiando el peso del apoyo al productor al consumidor con la armonización o el mutuo reconocimiento como instrumentos fundamentales. Los mayores obstáculos son en primer lugar la complejidad de los temas a negociar, que ha llevado a que se califique de pirandelliana la negociación por su obra de teatro Seis personajes en busca de autor, donde cada uno busca su papel. Segundo, y sobre todo, las reticencias de sectores de ambas opiniones públicas que han llevado a Jean Claude Juncker a afirmar en su discurso de investidura: "No sacrificaré en el altar del libre comercio las normas europeas en los ámbitos de la salud, la seguridad o la protección social y de los datos, ni nuestra diversidad cultural". Por su parte, la Unión Europea está negociando Tratados de libre comercio con Japón y China.
En todo caso, los megacuerdos regionales no pueden constituir una alternativa a la conclusión de la Ronda de Doha por el desarrollo que suponga un fortalecimiento de la OMC. Pueden servir para incorporar nuevas vías de acceso a la facilitación comercial con la lógica de la generalización de la cláusula de nación más favorecida a los países en vías de desarrollo. La nefasta experiencia del proteccionismo de la década de 1930 debe estar siempre presente para consolidar una globalización en interés de todos.