El patriotismo ha asesinado a Europa
¿En qué se ha convertido nuestra Europa? Una Europa que decidió poner en común conocimientos, recursos, destinos. Una Europa culturalmente diversa que ensalzaba la tolerancia y las libertades individuales, esa Europa erige ahora barreras ante quienes son perseguidos o escapan de la miseria.
El título de este post se lo debo al escritor judío Joseph Roth (1894-1939), uno de los grandes de la literatura en alemán en el exilio. En diciembre de 1932 abandonó Berlín tras decir a un amigo: "Ha llegado el momento de irnos. Quemarán nuestros libros pensando en nosotros. Tenemos que marcharnos para que sólo prendan fuego a los libros". Sabido es que la bestia nazi quemó los libros y a los propietarios que se quedaron.
Desde París y en los pocos años de vida que le quedaron, Roth escribió numerosos artículos contra la Alemania nazi y el nacionalismo. En uno de ellos afirmaba que era posible decir que el patriotismo había asesinado a Europa. El patriotismo es particularismo. Quien ama a su nación o a su patria por encima de todo -provocatoriamente sostenía- revoca la solidaridad europea. Pregonaba que la cultura europea es mucho más antigua que las naciones que la integran: Grecia, Roma, el Renacimiento, la Revolución francesa... Todos ellos han moldeado Europa. Ninguna de esas fuerzas conoció las fronteras nacionales: "El estúpido amor por el terruño mata el amor por la tierra". Un compatriota, el dramaturgo Franz Grillparzer (1791-1872), ya había exclamado: "De la humanidad a la bestialidad pasando por la nacionalidad". Y más tarde Pau Casals (1876-1973) habría de preguntarse: "El amor por el propio país es algo espléndido, pero ¿por qué el amor ha de pararse en la frontera?"
Los artículos de Roth en el exilio están publicados por Acantilado bajo el título La filial del infierno en la tierra. Escritos desde la emigración. Las fronteras que Roth y Casals, entre otros, consideran absurdas son las que -con vallas o muros, con cuchillas o sin ellas- pretenden cerrar el paso a millares de personas, condenados de la tierra, que huyen del hambre o la persecución política, a quienes no se les reconoce el ius migrandi que el jurista-teólogo Francisco de Vitoria defendió ya en el siglo XVI.
¿En qué se ha convertido nuestra Europa? Una Europa que decidió poner en común conocimientos, recursos, destinos, que a lo largo de 60 años ha construido una zona de estabilidad, democracia y desarrollo sostenible. Una Europa culturalmente diversa que ensalzaba la tolerancia y las libertades individuales, esa Europa erige ahora barreras ante quienes son perseguidos o escapan de la miseria. Quienes -desfallecidos y habiendo dejado en la mar numerosos cuerpos de compañeros de fatiga- arriban a Lampedusa o a las costas mediterráneas españolas, podrían, si sus menguadas fuerzas se lo permitieran, desplegar una pancarta que leyera: "¿Qué raza de hombres es ésta o qué nación tan bárbara que permite un trato semejante prohibiendo que nos acerquemos a sus costas?" (Virgilio, Eneida).
Reza un texto de la Unión Europea que ésta se compromete a compartir sus logros y valores con países y pueblos allende sus fronteras. Hora es de que la UE se comprometa a compartir valores y logros de este lado de la valla. Odiseo/Ulises, maltrecho, desembarca en la acogedora costa feacia y exclama: "Llego aquí huyendo de las amenazas de Poseidón. Es merecedor de respeto, incluso para los inmortales dioses, el hombre que se presenta errabundo". Nausicaa, hija del rey de los feacios: "Este es un infeliz que viene perdido y es necesario socorrerlo pues todos los forasteros y pobres son de Zeus y un exiguo don que les haga le es grato". (Homero, Odisea).
La Unión Europea debería incorporar a sus señas de identidad que todos los forasteros y pobres son de Zeus y proporcionarles -en nombre de la justicia universal- al menos un don, por exiguo que sea, que les haga gratos. Sé que hoy en día pintan bastos para la inmigración y que la ley de la hospitalidad, sagrada en la cultura mediterránea (José Angel Valente: La cultura mediterránea y los náufragos de la miseria, EL PAIS, 20-11-1996), ha dejado de serlo. De ahí que, para concluir este post, no me quede más recurso que un poema de José Agustín Goytisolo: "Érase una vez un lobito bueno al que maltrataban todos los corderos, y había también un príncipe malo, una bruja hermosa y un pirata honrado. Todas esas cosas había una vez, cuando yo soñaba un mundo al revés".