Cataluña: Cuando la información no es sabiduría
Una de las razones más esgrimidas es el perjuicio económico de la secesión. No es la economía estúpidos, ya que si no los políticos nacionalistas de Quebec, entonces era una de las provincias más pobres de Canadá, no se habrían empeñado en celebrar un referéndum secesionista en 1995.
¿Adquirir información modifica nuestros comportamientos o forma de pensar? En general, pocas veces. Si así fuera, el consumo de comida rápida, bollería industrial y precocinados habría decrecido en España en estos últimos años en lugar de seguir la tendencia contraria. O, por poner un ejemplo norteamericano, la posesión de armas sería ilegal. De la misma forma, si por argumentos contundentes fuera, como los perjuicios que acarrearía la exclusión del nuevo estado naciente de la Unión Europea o las funestas consecuencias económicas, el independentismo catalán declinaría en vez de aumentar.
Sin embargo, en el resto de España no faltan bienintencionados políticos, economistas, escritores y expertos de toda índole que no se cansan de escribir artículos, editoriales, estudios e incluso de redactar panegíricos como Esperanza Aguirre albergando la vana esperanza de que los políticos y el público nacionalista mueva sus posiciones.
Una de las razones más esgrimidas es el perjuicio económico de la secesión. No es la economía estúpidos, habría que decir parafraseando en sentido opuesto a James Carville, el consejero aulico de Bill Clinton en la campaña de 1992, ya que si ese fuera un argumento contundente los políticos nacionalistas de Quebec, que entonces era una de las provincias más pobres de Canadá, no se habrían empeñado en celebrar un referéndum secesionista en 1995. Tampoco Eslovenia, mucho más pobre que Chequia antes y después de la escisión, se hubiera sentido feliz de deshacer Checoslovaquia y así se pueden dar otros muchos ejemplos.
Los argumentos de carácter histórico, de que si Cataluña nunca ha tenido una entidad política propia o de sus sólidos lazos culturales e históricos con el resto de España, pueden ser fácilmente defendibles desde el mundo académico más riguroso pero eso no quiere decir que a los adeptos a la causa del nacionalismo les entren por un lado y les salgan por otro.
Muchos catalanes se sentirían felices de dejar de pertenecer a la Unión Europea y vivir un poco peor, tampoco la independencia será para Cataluña el apocalipsis, si con ello se librarán de un pesado fardo: el de la identidad española. El este de Europa está lleno de ejemplos de nuevos estados que no tienen ninguna relevancia en el concierto internacional y cuyo bienestar ciudadanos empeoró tras la independencia pero cuyos ciudadanos optaron a sabiendas por la escisión de entidades políticas más relevantes.
En la película Atlantic City, Susan Sarandon, una aspirante a croupier que sueña con vivir en Montecarlo, le pedía a Lou, un viejo gangster residente en durante muchos años en esa ciudad interpretado por Burt Lancaster: "Tiene que enseñarme todo lo que sabe". A lo cual, Lou contestaba: "¿Usted qué quiere, información o sabiduría?"
Ni siquiera el todopoderoso y envolvente aparato propagandístico de la Generalitat es lo suficientemente poderoso para que la información contraria haya dejado de penetrar. Los catalanes están perfectamente informados de lo que pasa. No puede decirse que todo aquel identificado con el movimiento independentista desconozca las consecuencias que puede tener. Pero la información no equivale a sabiduría, la cual no puede enseñarse y sólo se adquiere como producto de la interacción entre conocimiento y vida.
Todos conocemos ejemplos de gente que ha adquirido al menos una pizca de sabiduría demasiado tarde pero también de otros que no la han adquirido nunca.