Bárcenas y las primarias del PSOE
Sí, ya sé que nunca pasa nada. Somos expertos en retorcer la democracia, manosearla, estirarla como un chicle en la pretensión de que nunca cederán sus materiales hasta instalarnos en las tinieblas. Jugamos con fuego.
Sí, ya sé que nunca pasa nada. Que a la tercera, si la calculadora es ibérica, dos y dos pueden sumar cinco. Quizás el cubismo de Pablo Picasso fue un anticipo de la intensidad con la que podemos llegar a retorcer las formas para que, aparentemente, sigan manteniendo su esencia. Somos expertos en retorcer la democracia, manosearla, estirarla como un chicle en la pretensión de que nunca cederán sus materiales hasta instalarnos en las tinieblas. Jugamos con fuego.
En #Españistán nadie dimite, los partidos protegen a los corruptos y a veces hasta los electores los premian. Parece que nunca hay consecuencias y cuando las hay a veces es peor: nos empujan aun más al desasosiego. Sin embargo, creo que las cosas no son como antes. Por mucho que nos empeñemos, debemos observar lo que pasa en nuestros países vecinos y ser conscientes de la extraordinaria gravedad de la crisis. Quitémonos de encima la aldeana pereza de pretender ser únicos en lo malo.
Hace ya varios meses que escribí un post que titulaba ¿Será un tecnócrata el próximo presidente del Gobierno? Fue publicado a raíz de las primeras revelaciones sobre los papeles de Bárcenas y la sospecha de que el PP no sólo se había financiado ilegalmente, sino que además había estado pagando a sus dirigentes complementos a su sueldo en dinero negro. Concluía que, tomando en cuenta la experiencia griega e italiana, donde sus primeros ministros fueron apartados del poder y sustituidos por tecnócratas, lo mismo podría pasar en España. Lo sigo pensando.
Una mayoría absoluta no es un muro de contención infalible: a veces se agrieta y se puede derrumbar. Le ha pasado hace unos meses al Gobierno búlgaro de Boiko Borisov. A pesar de tener mayoría absoluta, la presión de los indignados y sus manifestaciones por la corrupción y la crisis le hizo convocar elecciones anticipadas y, por cierto, su partido ha perdido el poder. Las dificultades que tiene el nuevo Gobierno de coalición de mayoría socialista, por cierto, también nos deben recordar que un hipotético cambio de Gobierno o unas elecciones no son por sí mismo una solución a nuestros múltiples problemas.
Mi tesis es la siguiente: si se dan tres condiciones, probablemente de manera simultánea, podría producirse un cambio en la presidencia del Gobierno e incluso elecciones anticipadas.
La primera es que los jueces sigan haciendo su trabajo e investiguen a fondo lo sucedido. Rajoy y Cospedal pueden seguir negando todo lo que los periódicos van mostrando pero quizás sea distinto cuando lo tengan que hacer ante un juez y éste, en el momento procesal oportuno, dicte una sentencia confirmando todas estas sospechas. ¿Pueden aguantar Cospedal o Rajoy un careo con Bárcenas en sede judicial y grabado por las cámaras? Veremos.
La segunda condición es que se vuelvan a producir protestas masivas en toda España. Hay hartazgo y cansancio. La indignación no cesa, pero sí el cansancio de unos ciudadanos fatigados de que nunca pase nada. Sin embargo, basta que salte una chispa para que pueda prender de nuevo la llama. En un artículo escrito por Tony Blair que no comparto íntegramente -tampoco me cae bien el personaje- dice que si en una democracia europea se dieran las movilizaciones con la misma magnitud que en Egipto, el Gobierno de turno no aguantaría. Es decir, si todos los españoles indignados de ponen de acuerdo y salen a la calle el mismo día a la misma hora, la presión puede ser insoportable. Puede suceder.
La tercera condición es una nueva crisis de la deuda, con presiones de los mercados y repunte de la prima de riesgo. Como consecuencia de las dos variables anteriores, es bien posible que esto suceda. La debilidad del Gobierno de Rajoy (atosigado a partes iguales por la investigación judicial y la indignación ciudadana) presentaría al Ejecutivo como vulnerable, incapaz de acometer reformas, a pesar de su mayoría absoluta. Es entonces cuando sus socios europeos, sobre todo Merkel, poderosa y además de su misma familia política, convencería a un abatido Rajoy de la necesidad de cambiar el paso, por el bien de España.
Si sobre este asunto de grave corrupción, Cospedal y Rajoy coquetean con la evasión de la realidad, parece hacer lo mismo, aunque desde otro ángulo, el PSOE. Su estrategia electoral vive ajena a lo que está sucediendo en el país y a la gravedad de la crisis de corrupción que atenaza al Gobierno. Si quiere ser alternativa necesita decir desde ahora mismo quién es su cara opuesta a Rajoy y qué va a hacer al llegar a la Moncloa desde el primer día. ¿Se puede pedir la dimisión de Rajoy sin señalar quién es la alternativa?
La pretensión de hacer primarias en 2014, tras las elecciones europeas, es insostenible. De hecho, lanzar un proceso de primarias inmediato, por ejemplo en septiembre, podría ser una manera de que el PSOE vuelva a despertar interés en la sociedad española y demuestre con hechos (unas primarias abiertas a la ciudadanía) que está dispuesto a regenerarse, abrirse a la sociedad y constituirse en alternativa ética al camino de perdición y corrupción en el que nos encontramos. Está en su mano intentarlo. Si la experiencia funciona, quizás se pueda repetir para las elecciones europeas. Hay poco que perder.