Buscando a Hamilton (¡antes del fin de semana!)
Cada vez es más evidente que los líderes de la Eurozona forman más parte del problema que de la solución. Con las elecciones griegas a la vuelta de la esquina y en ausencia de un faro a seguir el riesgo de ruptura es más alto que nunca.
Los líderes pasan a la historia por marcar el camino en los momentos difíciles. En 1790 A. Hamilton, el Secretario del Tesoro de George Washington, convenció a los vencedores de la guerra para que asumieran en el presupuesto federal la deuda de los Estados perdedores. Hubo resistencia, pero esa medida permitió atar a los diferentes Estados en un destino común. Hoy la Eurozona no sólo carece de un Hamilton, sino que cada vez es más evidente que los líderes forman más parte del problema que de la solución. Con las elecciones griegas a la vuelta de la esquina y en ausencia de un faro a seguir el riesgo de ruptura es más alto que nunca.
¿Por qué es tan importante el liderazgo ahora? En un juego de múltiples equilibrios como el de esta crisis, la confianza (como hemos comprobado en el caso de Italia) es clave para terminar en el equilibrio menos malo de los posibles. Los mercados financieros pueden llevar a Gobiernos solventes a la quiebra. Es suficiente con que los inversores duden de un Gobierno para que se genere lo que el Profesor Calvo llama un Sudden Stop: el crédito se seca y hace imposible que los Gobiernos atiendan su deuda sin ayuda externa.
Como los líderes no son capaces de hacer desaparecer el fantasma de la ruptura, con cada nueva crisis los miedos existenciales sobre el futuro de la eurozona se vuelven más intensos. Medidas parciales e incompletas como el rescate a la banca en España, no despejan esos miedos y por tanto solo pueden ser soluciones temporales. Hasta el momento los líderes del Euro han sido incapaces de ofrecer una respuesta política "sistémica" europea que comprometa a los miembros a un futuro común. Sin ella, la crisis continuará.
Merkel, insiste que el futuro de Alemania está ligado al del Euro, pero no toma las medidas necesarias para lograr ese objetivo. Su estrategia de austeridad contribuye a alimentar el miedo al impago de los deudores. Los recortes indefinidos hacen que el denominador del ratio Deuda/PIB disminuya más rápidamente que el numerador, agravando la situación y aumentando las dudas. Barroso, por su parte, como sugiere el Profesor De Grauwe, no es capaz de alejarse de las tesis de Merkel y presionar por partes iguales a deudores y acreedores para asumir el ajuste necesario (compartido) para que la Unión sobreviva.
Por otro lado, Draghi no parece dispuesto a sacar el bazooka hasta que la situación sea insostenible - lo que nos saldrá a todos mucho más caro. Y Hollande no parece dispuesto a abandonar el camino intergubernamental, y comprometerse con el federalismo para liderar el cambio.
Finalmente, Rajoy requiere un capítulo aparte. Si su liderazgo estaba ya en duda antes del rescate bancario, su reciente actuación ha dilapidado definitivamente su credibilidad. Sus mentiras, (que no era un rescate, que venía sin condiciones, que no aumentaría la deuda, que solucionaría todos los problemas de España y que se lo había inventado él) le están valiendo un gravísimo desprestigio internacional.
Aunque Rajoy trate de esconderlo, el rescate (que logró hacerse en muy buenas condiciones) aumenta la deuda pública de España y la acerca a los niveles en los que otros tuvieron que ser rescatados (90%). El préstamo europeo supone una transferencia del riesgo bancario al balance del sector público lo que puede llevar a España a repetir el desastre de Irlanda, si las cosas no salen bien.
Hasta ahora la Eurozona ha podido ir malviviendo sin un liderazgo claro. Pero ese tiempo ha terminado. España es demasiado grande para caer. Como en el caso americano, la solución requiere una respuesta política sistémica y esa pasa inevitablemente (en orden de urgencia) por:
1.- Aprobar un plan de mutualización de la deuda (Eurobonos) antes de las elecciones griegas.
2.- Evitar "Grexit" (renegociando la condicionalidad si es necesario con el ganador de las elecciones). La historia de las crisis financieras nos enseña que los efectos potenciales de un contagio son incalculables. Los griegos quedarían aislados del crédito internacional y con una moneda imposible de manejar. Las perdidas bancarias directas serían enormes. Pero mucho peor que eso sería la pérdida de confianza en el euro. Si Grexit es posible, ¿por qué no Spaxit?
3.- Una intervención rotunda del BCE para impedir que los intereses de los bonos de los gobiernos solventes como España, Italia, Portugal o Irlanda excedan en más de 300 puntos los intereses alemanes.
4.- Un plan para la Unión Bancaria: Europa tiene un sistema bancario común pero cuando hay problemas cada uno tiene que apañárselas solo. Un nuevo fondo de garantía común para los países del Euro, un fondo de recapitalización y una regulación común serán inevitables. Cuanto más esperemos, más caro nos saldrá.
5.- Una hoja de ruta hacia la Unión Política y Presupuestaria: Los líderes deberían anunciar la firma inmediata de un compromiso para avanzar hacia un sistema federal.
Solo estas medidas despejarán el miedo a la ruptura y permitirán recuperar la confianza en la Eurozona. Necesitamos que aparezca nuestro Hamilton... ¡antes del fin de semana!