La cabra siempre tira para el risco

La cabra siempre tira para el risco

Aquel Pablo Manuel Iglesias del Congreso de los Diputados era el mismo que organizaba los altercados revienta-mítines en la Complutense, el boicot a los oradores que no fueran de la cofradía comunista, sección iluminada, anguitista o bolivariana. Están ahí los vídeos para probarlo.

Viendo a Pablo Manuel Iglesias -¡hasta el nombre induce a confusión!- en la sesión de investidura, descamisado, arremangado, postura de desafío, iluminado, el cuerpo echado levemente para adelante, un puño acompañando a la oratoria, el otro entre cerrado y semicerrado a la altura del bolsillo, con vaqueros ceñidos que resaltaban su silueta inferior, la coleta marginal o tribal, con lenguaje moteado de impertinencias, desafiante, mirando el hemiciclo con la misma mirada con la que Colón, seguramente, penetró en el Nuevo Mundo, con la cruz y la espada y el arcabuz, recordé una famosa coplilla isleña:

" La cabra que al monte tira

aunque le pongas patera,

siempre tirará para el risco,

nunca para la carretera".

Es así, y sobre eso, los pastores no discuten. Lo dan por sabido.

Aquel Pablo Manuel Iglesias del Congreso de los Diputados era el mismo que organizaba los altercados revienta-mítines en la Complutense, el boicot a los oradores que no fueran de la cofradía comunista, sección iluminada, anguitista o bolivariana. Están ahí los vídeos, con los gestos y los insultos a Rosa Díez, una resistente demócrata en tierra hostil; el País Vasco, atemorizado por la crueldad de los terroristas de ETA, crecidos por el silencio cómplice y hasta por la tolerancia del PNV, y las bendiciones de algunos curas y obispos que llevaban dentro el anticristo.

No fue un hecho aislado. Todavía resuenan otras palabras insultantes, mensajeras del odio, púa de espino en el pico de una tórtola blanca: "Otegi es un preso político", que desarrolla el discurso de que el "problema vasco" era un problema político. ¿Y los mil féretros qué eran?¿Pueden resucitar los muertos? Presos políticos son los de Cuba, Venezuela, Irán... Sus amigos del alma.

Lo uno lleva a lo otro, y ya no lo veía yo con vaqueros, el típico pantalón de los pioneros del far west, tipos de tiro fácil, mucho sombrero y poca cabeza; lo veía con chandal. Eso, un chandalero. Un chandal hortera que imitaba, en mi imaginación, al de Maduro, que a su vez imita al de Chávez, que a su vez imita al de Fidel. Puro contrasentido. Ropa de béisbol americano para unos revolucionarios que quieren destruir al imperio. Si Freud levantara la cabeza...

Presos políticos son los de Cuba, Venezuela, Irán... Sus amigos del alma.

La alusión en el debate, para unos de investidura, para otro de desvestidura, a la cal viva que manchaba a Felipe González, no fue una improvisación, una calentura de boca. Fue el resultado de su trayectoria, de su admiración anguitiana, de la confusión entre verdad y mentira, entre realidad e intoxicación diseñada por el politburó y mil veces repetida. No sólo no se arrepiente, sino que insiste. Trata de responder a Felipe González, que las consideró palabras de odio, con una nueva tontería dialéctica: no es odio, es memoria, dice este aprendiz de brujo que juega con matraces robados del 15M, y que ha remezclado con dosis venenosas de mentiras y trucos.

Pero la memoria tiene mil caras, mil contaminaciones, mil matices, mil sentimientos. La memoria de Pablo Manuel Iglesias no es la memoria de las víctimas, sino la de los verdugos; no es la memoria de los demócratas, sino la de los estalinistas irredentos y agazapados mientras acumulan melancolía, que es como el compost que alimenta el rencor y la rabia; no es la memoria que llevó a la reconciliación, sino la de la venganza; no es la memoria verdadera y fiel de la Transición, sino la de los que querían, y quieren, acabar con la propia memoria y la concordia.

La memoria de Pablo Manuel Iglesias no es la memoria de las víctimas, sino la de los verdugos; no es la memoria de los demócratas, sino la de los estalinistas irredentos y agazapados.

Y encima, este personaje quiere mandar en el CNI, la Guardia Civil, el Poder Judicial, las Fuerzas Armadas, el BOE, y se les escapa por un resquicio la imposición de la jura o promesa de los Principios Fundamentales del Movimiento, perdón, del gobierno del cambio, pero del de ellos... Y no pide la Conferencia Episcopal porque no ha pensado en ello y en las ventajas que tuvo hacer una Iglesia propia para Enrique VIII de Inglaterra. Pero tiempo al tiempo.

Dice uno de los libros de la Biblia, el Siracida, escrito más de 2.000 años antes de que Newton teorizara sobre ello: "El que tira una piedra al cielo, le caerá en la cabeza, y el que da un golpe a traición, se herirá de rebote".

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Empezó dirigiendo una revista escolar en la década de los 60 y terminó su carrera profesional como director del periódico La Provincia. Pasó por todos los peldaños de la redacción: colaborador, redactor, jefe de sección, redactor jefe, subdirector, director adjunto, director... En su mochila cuenta con variadas experiencias; también ha colaborado en programas de radio y ha sido un habitual de tertulias radiofónicas y debates de televisión. Conferenciante habitual, especializado en temas de urbanismo y paisaje, defensa y seguridad y relaciones internacionales, ha publicado ocho libros. Tiene la Encomienda de la Orden del Mérito Civil.

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