Réquiem por la aviación comercial
Un país cuyas alas flaquean está abocado a prolongar su recesión por el castigo que ello supone para un sector, como el turismo, que representa el 10,2% del PIB de nuestra economía y aporta casi el 12% del empleo. Y las perspectivas, por mucho que el Gobierno trate de maquillar las previsiones de los indicadores, sólo invitan al pesimismo.
Muchos recordamos aún los rostros de desesperación de los pasajeros afectados por el precipitado cierre de Air Madrid pocos días antes de las fiestas navideñas de 2006. Dos años después, las aerolíneas Futura, LagunAir y LTE no aguantaron los primeros coletazos de la crisis y cesaron sus operaciones. Air Comet dejó de volar en 2009 y Quantum Air lo hizo en 2010. Spanair protagonizó en enero de 2012 el cierre más traumático, dejando en la calle a 4.000 trabajadores. El día 15 de octubre de 2012, Islas Airways emitió un comunicado anunciando el cese temporal de sus operaciones en Canarias. No son los únicos casos de quiebra que ha habido en los últimos años en la aviación comercial española, ha habido muchos más. Hoy nuestra preocupación es el incierto desenlace del desmantelamiento de Iberia que pretende materializar IAG con el despido de más de 3.000 trabajadores.
Es un contrasentido que uno de los países con un mayor peso específico en el sector turístico mundial sea uno de los más endebles en su oferta de transporte aéreo. Sergi Giménez, responsable del departamento de derecho aeronáutico de JAUSAS, apunta con acierto, a este respecto, que "siendo España uno de los primeros destinos turísticos mundiales, no deja de ser paradójica la debilidad de su sector del transporte aéreo, máxime cuando la formación y calidad de nuestros profesionales también se encuentra entre las de los países punteros. La larga lista de compañías desaparecidas puede verse como una cadena de fracasos, pero también puede interpretarse como una serie de intentos entusiastas por competir en un mercado duro y muy exigente".
Muchas cerraron por aventuras precipitadas y otras lo hicieron por malas praxis en la etapa más boyante de la burbuja inmobiliaria. Aquellas que llegaron renqueantes al inicio de la crisis, fueron devoradas sin piedad y las aerolíneas españolas que aún permanecen en pie sobreviven con una incertidumbre que las arrastra a una parálisis en un mercado excesivamente dinámico.
Un país cuyas alas flaquean está abocado a prolongar su recesión por el castigo que ello supone para un sector, como el turismo, que representa el 10,2% del PIB de nuestra economía y aporta casi el 12% del empleo. Y las perspectivas, por mucho que el Gobierno trate de maquillar las previsiones de los indicadores, sólo invitan al pesimismo. La crisis ha sido y será letal, pero la gestión del Gobierno del Estado ha contribuido a ahogar a un sector noqueado con un desorbitado aumento de las tasas aeroportuarias en dos ocasiones en menos de un año.
En un entorno de debilidad económica y contracción de la demanda, la gestión que se realiza por parte de AENA está contribuyendo a que hayamos encadenado muchos meses de caída estrepitosa del tráfico aéreo. Y lo que más preocupa no son los pasajeros que se han quedado en el camino, que han sido muchos, sino que las perspectivas son funestas.
Álvaro Middelmann, asesor del consejo de administración de la compañía Air Berlín, señaló durante la celebración de la ITB alemana, la feria turística más importante del mundo, que el afán recaudatorio de AENA "puede que a corto plazo esté contribuyendo a un cierto saneamiento de sus cuentas, pero cuando se está en una situación límite, si además hay que enfrentarse a un incremento de tasas tan importante, es un argumento que nos lleva a dejar de operar". Air Berlín ya ha cumplido su amenaza.
Los usuarios del transporte aéreo han pagado el 1,2% más durante el cuatro trimestre de 2012 respecto al año anterior. Así lo revela el último Índice de Precios del Sector Servicios. Pero no queda ahí el afán recaudatorio de AENA. Sonroja ver que hayan decidido cobrar un euro por el uso de los carros portaequipajesen los aeródromos de Madrid, Barcelona, Málaga, Palma de Mallorca, Gran Canaria, Tenerife Sur y Alicante.
¿Y qué hacen nuestros competidores directos? Turquía cuenta con unos costes aeroportuarios sensiblemente más bajos que España y Grecia redujo el año pasado todas sus tasas e incluso las eliminó en todos sus aeropuertos, exceptuando el de Atenas.
La obsesión enfermiza de AENA por hacer caja vía impuestos nos está abocando a una situación de extrema debilidad competitiva. Y, en estos momentos, lo que necesitamos no son tecnócratas ofuscados con la austeridad sino gestores con una visión empresarial que apliquen las fórmulas que proponen los expertos y exigen las compañías para que los aeropuertos sean atractivos para los operadores aéreos y turísticos. En caso contrario, sufriremos más de lo mismo. Y lo pagaremos todos.
El futuro de Iberia es una quimera, el de nuestros aeropuertos también. Y si estos operan por debajo de su capacidad, lastrados por la crisis y por la desacertada política del Gobierno, las consecuencias se resienten en el turismo. La ecuación es elemental, aunque parece no ser tan evidente para quien tiene la respuesta en su mano.