A pesar de Montoro el nuevo cine ya está aquí
Y arranca con fuerza. Con películas de todo color y pelaje. Películas premiadas en nuestro más importante festival, el de San Sebastián, ese festival internacional que acontece en España donde los españoles nos acostumbramos a llevarnos los premios de consuelo.
El lema que durante años es casi mi dogma de fe, yo que no tengo ningún dogma y ninguna fe, es que tengo el deber de enseñar lo que aprendí. Llegados los tiempos que tenemos ante la puerta de cada casa, vengo a darme cuenta de que lo que aprendí está ya obsoleto y debo volver a dejar que otros me enseñen a mí.
Cuando digo otros me refiero a las gentes españolas de veintes y treintas que hacen cine en estos días. Que se han liado una manta a la cabeza para no dañarse de tanto portazo que les da el Gobierno pepero y las productoras que llenaron, pero también vaciaron nuestros cines, y se han lanzado a producirse ellos mismos. Me estoy refiriendo a las gentes que empiezan una carrera como empezamos nosotros hace veinte años. Embaucando a amigos y sorteando enemigos para hacer algún dinero, tirar p'alante y rodar.
Esta manera de trabajar tiene el peligro de convertirse en propaganda de un cine que nace y muere en cada primera película. La aplaudo desde mis veinte añazos en la profesión por el esfuerzo y empeño que demuestra cada valiente que se mete en ella, pero cual profeta barato aviso que trabajar sin cobrar no es una profesión si no una anécdota.
Hace veinte años el cine añejo, el cine que los espectadores se habían cansado de ver era el cine español que hablaba de la guerra (¡cuidado! Soy de la opinión de que hace falta más revisión y menos parches. Que en este país que nos está quedando de tuertos, el ciego es el rey. Me corrijo: en este país de atletas, el cojo es el rey.)
Los espectadores de aquella época se habían cansado del cine oscuro, lento, garbancero, costumbrista. Los viejos cines se convertían en supermercados Día. Y una inyección en vena político-social nos dio un revolcón a todos y llegaron películas de gente que por entonces eran los nuevos cineastas. Llegaron Hola, ¿estás sola?, Días contados, Familia, Historias de Kronen, Ander eta Yul. Y el cine guerrilla de Almodóvar con su Pepi, Luci y Boom... se convirtió en un cine menos irreverente como el de Qué he hecho yo para merecer esto. Llegaban a las salas Vacas, Boom, boom, Sexo Oral... Y las pantallas de cine tuvieron que multiplicarse porque las gentes querían ver cine, y cuando digo cine, digo cine español. Los productores que eran más independientes que lo son ahora (el cine español siempre ha sido cine independiente) conseguía que Alain Tanner viniera a rodar a España y coprodujera con españoles, que Ken Loach se interesara por temas españoles y coprodujera con españoles. Era la época en que Torsanol Films se componía de tres amigos cineastas y locos.
Por aquellos años yo estudiaba guion de cine y he de decir que algunos de los profesores, todos guionistas, se complacían con sus tesis de fin del mundo: "¿Por qué os quereis dedicar a esto, si el cine está muerto?" Pero no solo no murió, si no que despertó del letargo.
Pues bien, la intuición me dice que estamos en el mismo punto de giro, para hablar como mi profesión de guionista merece, en un punto de inflexión que cambiará las cosas. No es que estemos viviendo un primer acto telúrico de descomposición. Es que estamos alargando el tercer acto, el del desenlace y resolución. Esta película ya ha finalizado y ha comenzado una nueva. Como en los viejos cines de sesión continua. Salgan todos a mear rapidito, echen fuera un cigarro, que dentro ya no está permitido, y vuelvan al cine que la siguiente sesión arranca.
Y arranca con fuerza. Con películas de todo color y pelaje. Películas premiadas en nuestro más importante festival, el de San Sebastián, ese festival internacional que acontece en España donde los españoles nos acostumbramos a llevarnos los premios de consuelo. Recuerdo las palabras de un actor español cuando en una edición del festival alguien nos dijo que ganaríamos ¡seguro! ¡sin ninguna duda! y él salió al paso avisando: "No os lo creáis, siempre hay algún chino jodiendo". Y efectivamente, nos ganó una película coreana. (Perdón por meter en un mismo cesto a todo el mundo asiático).
En el cine español siempre ha habido Javieres Rebollo, Ivanes Zulueta, José Luises Guerín, Anas Díez e Icíares Bollain. El relevo llega y lo hace con fuerza, haciendo oídos sordos a los agoreros que continúan con la monserga de por qué os dedicáis a esto si está muerto.
Estos veinte y treintañeros están haciendo sus películas como pueden, se han aliado, han producido y han levantado historias para ser vistas. Si los festivales les dan la espalda crean otros como el Festival Márgenes, si los productores que un día fueron alternativos no les abren la puerta, se las producen ellos. Y así nos llegan entre muchas: La Herida, El Rayo... Están ya aquí y yo desde luego quiero volver a aprender. Quizá hubo una lección que me perdí. Quiero escucharles, quiero apoyarles. Quiero poder mirar a la pantalla y sorprenderme ante el esfuerzo, el ánimo, la resistencia y el talento de los que llegan. Quiero agradecerles que a pesar de los agoreros, los agujeros presupuestarios y las negativas que reciben sigan adelante.
Y sobretodo quiero no olvidar los derechos sociales y culturales que nos han quitado para más pronto que tarde recuperarlos.
Publicado originalmente en el blog de guionistas: https://guionistasvlc.wordpress.com.