Me compre la cabra, por favor
La prensa deportiva sita en la capital del Reino insiste en explicar los movimientos del crack Luka Modric, que no gana un título desde que en 2008 abandonó la potente liga croata. Más aún: pretenden convencernos de que es fundamental.
Hubo un tiempo en que los seriales que se producen a menudo con los fichajes daban para relatos emocionantes, y los futboleros los seguían con nalgas prietas como si de una tanda de penaltis se tratara. Ahí está el rocambolesco fichaje de Di Stéfano por el Madrid, un serial que tal vez cambió la historia del fútbol. Cuando la cosa no era trascendente, por lo menos sí era tragicómica, y estas competiciones de hombría entre los dos grandes se han sucedido incluso con la leyenda del humor que fue Karembeu. Pero el género, desgraciadamente, está en decadencia.
La canícula de verano es dura y a menudo los diarios entran en una realidad paralela como la que estamos gozando ahora. Con dos protagonistas: Luka Modric y Javi Martínez. El primero tiene el encanto de ser un atleta aparentemente desnutrido, con aires bohemios y escasa afición al champú, una réplica del Cruyff de los 70. La prensa deportiva sita en la capital del Reino insiste en explicar los movimientos del crack, que no gana un título desde que en 2008 abandonó la potente liga croata. Más aún: pretenden convencernos de que este madridista de pura cepa es fundamental en un equipo que viene de batir récords. Pero insisten en vender a este compatriota de Prosinecki como si fuera un Redentor llegado para salvar a Florentino. Se trata del paradigmático caso de "muy bonitos sus tyranosaurus, exóticos felinos y unicornios, pero me compre esta escuálida cabra".
Qué decir de Javi Martínez. El Barcelona está obcecado en su contratación. No negaremos que el bigardo tiene tupidas cejas y ha destacado como central, posición en que cualquier bípedo mejoraría el rendimiento ofrecido en la última temporada por los defensores azulgranas. Pero ocurre que el debate que plantean las portadas de los rotativos de Barcelona es si el chaval vale 40 millones de euros. En estos tiempos de miseria, pagar 40 millones por Javi Martínez sería razón suficiente para que Merkel irrumpiera en el Camp Nou y cerrara el chiringuito bajo amenaza de intervención militar. Pero los periódicos deportivos, ajenos a todo, insisten: "Me compre la cabra, le vendrá bien, se la dejo al precio que tendrán estos pastos después de 25 recalificaciones fraudulentas".
El buen futbolero, el que se angustia en verano y espera el Carranza tachando días en el calendario, sabe y respeta que la venta de humo es parte principal del calendario balompédico. Pero por favor: necesitados, mucho; simples, no tanto.