El manual de resistencia de Sánchez: la historia de un ‘intruso’, lágrimas y traiciones
Las confesiones de Pedro Sánchez en su atípico libro de memorias.
Las puertas de La Moncloa se abren. Pedro Sánchez y Begoña Gómez son los nuevos inquilinos. Ha prosperado la primera moción de censura de la historia de España. Mariano Rajoy y Elvira Fernández ya se han mudado con las cajas. La primera decisión: cambiar el colchón y pintar el dormitorio.
No es una leyenda, no es una fake new. Es una de las confesiones que desde este martes pueden leer todo los españoles en Manual de resistencia. ¿El autor? El propio Pedro Sánchez, el primer presidente en ejercicio que publica sus memorias.
309 páginas. Confesiones, noches de insomnio, negociaciones, pizzas con los colaboradores, lágrimas de tristeza y también de alegría, cenas secretas con otros políticos, silencios que duelen, conversaciones que marcarán sus decisiones, traiciones y el reconocimiento de los verdaderos amigos en los momentos más difíciles. Caminos de ida y vuelta. La vida y la política se funden en el propio Sánchez.
"Como tantos aspectos de mi experiencia política, tampoco esto se ajusta a lo convencional", arranca confesando el propio Sánchez en el prólogo de su libro. El fruto de "largas horas de conversación" con Irene Lozano -hoy secretaria de Estado para la España Global. "Ella les dio forma literaria a las grabaciones", asegura el jefe del Ejecutivo. ¡A zambullirse!
Un libro en el que narra su periplo político y vital desde que fue elegido secretario general del PSOE en las primarias de 2014 hasta su llegada a La Moncloa en junio de 2018 con la moción de censura a Mariano Rajoy.
Un Sánchez herido muchas veces, al que intentaron apartar y que consiguió vencer a muchos poderes dentro de su partido y, según denuncia, económicos y mediáticos. "Una crónica en primera persona", advierte, y en la que cita varias veces como inspiración el maravilloso libro La audacia de la esperanza, de Barack Obama. Además de servir como lanzamiento de su precampaña para el 28-A.
"La historia de esos tres años -desde las primarias de 2014 a las de 2017- es en realidad la del triunfo de la democracia dentro del PSOE", advierte el autor. La historia también de un diputado desconocido que llegaría un día a la Secretaría General con el apoyo de Susana Díaz, que más tarde se convertiría en su gran enemiga interna.
Y se abre el presidente contra esos dirigentes que le hicieron la vida imposible: "Me veían como alguien que no pertenecía a su círculo, como a un outsider, alguien ajeno a las élites que tienen todos los partidos, también el mío".
"Desde el principio tuve esa incómoda sensación de intruso. Mi victoria en las primarias de 2014 se produjo con el apoyo de la federación andaluza, y ya entonces percibí que algunos me respaldaban solo para ganar tiempo hasta que Susana ocupara mi lugar", escribe el presidente. Va más allá: "Obtuve el cargo de secretario general, pero esa élite no me concedió la legitimidad política para ejercerlo. Durante dos años y dos meses, esa interinidad que algunos habían decidido para mi mandato volvía frágiles mis decisiones y mi posición". Y es consciente de que en las primeras primarias que ganó, a pesar de que votaron por primera vez todos los afiliados, "pesaron más los aparatos y no la militancia".
De hecho, llega a decir que tras su dimisión sintió "alivio" unos días. "La presión sobre mí en los últimos meses había sido de gran magnitud y especialmente destacada la de los medios. Se creó un clima absurdo, invocando un supuesto interés de Estado que pasaba por la continuidad de Mariano Rajoy". Y centra sus críticas principalmente, además de contra los barones, en los periódicos de papel y "algunos dirigentes empresariales". "La llamada presión del Ibex yo la sentí a través de los medios de comunicación", advierte.
Haciendo el presidente este análisis negro sobre blanco: "Ha habido un poder económico que ha jugado a la división de la izquierda y verdaderamente ha coqueteado con la idea de que el PSOE dejara de ser una opción. Querían pasar de un sistema pluripartidista a un sistema monopartidista. Fueron los principales aliados de Rajoy".
Esos días alrededor del 1-O -el Comité Federal que acabó con su dimisión y la imposición de una gestora- los vivió Sánchez "con mucha tristeza". Cuando llegó aquella jornada, relata Sánchez, "la decisión de que yo saliera estaba tomada, lo que consiguieron con un tumultuoso comité". "Todo fue realmente duro, traumático. Viví deslealtades minuto a minuto. Fue terrible en lo personal y me permitió saber a quién podía considerar amigo y a quién no", ahonda. A lo que apostilla: "Al salir de Ferraz tuve la sensación de que existían dos realidades paralelas".
Y retrata la intimidad de aquella noche: "Al llegar a casa, Begoña me esperaba con lágrimas en los ojos, porque no entendía bien lo que había sucedido. Empecé a cobrar conciencia de la capacidad de resistencia que yo podía llegar a tener". Se sucedieron varios episodios dolorosos: "Carlota -una de sus hijas- estaba más triste, porque la casualidad quiso que en aquellos días ella se presentara a delegada de clase y no saliera elegida. Algún compañero de clase le dijo '¡Como tu padre!'. Los niños pueden llegar a ser crueles. Lo sorprendente es que ella no me contó nada, fue Begoña quien me alertó. La fortaleza de mi hija me impactó gratamente".
La historia de una rivalidad y un falso pacto
La historia de una rivalidad: Susana Díaz. Sánchez rememora también la etapa previa a las primeras primarias, cuando él era un desconocido y los favoritos siempre eran la andaluza, Carme Chacón y Eduardo Madina.
Sánchez cuenta una conversación "franca y honesta" entonces con la líder del PSOE andaluz, que acababa de tomar las riendas de la Junta y todos miraban a ella como recambio a Alfredo Pérez Rubalcaba:
El presidente quiere dejar claro en este particular manual que en ningún momento llegó a un pacto con Díaz para presentarse él a las primarias como secretario general y luego dejar vía libre para que ella presentara su candidatura a la Moncloa. Él lograría luego la victoria en las primeras primarias frente a un Madina, dice Sánchez, que dio un paso al frente "con escasa convicción".
La sensación general de la animadversión de los barones la tuvo desde que llegó a Ferraz: "Enseguida vi que iba a encontrarme con una resistencia interna para llevar a cabo esos cambios". "Dado que mis detractores empezaron enseguida a hacerse notar, me encontré frente a la desagradable sensación de estar siendo juzgado antes de tiempo. El hecho fue que mis críticos empezaron enseguida a aventar sus discrepancias y mis supuestas incapacidades".
Contra la imagen de "Pedro el Guapo"
Una primera etapa, confiesa, en la que algunos le llamaban "Pedro el Guapo", como alguien "frívolo". "No tenía más remedio que darme a conocer", sostiene, y de ahí su intervención en programas como Sálvame, El Hormiguero y Planeta Calleja.
Críticas por sus apariciones televisivas dentro y fuera. "Yo sufría desaires de figuras socialistas con cierta frecuencia y no solían ocurrir en el ámbito del partido". "Viví esos tres años de mi primer mandato como si hubieran sido diez", desgrana. Y también en temas políticos, como cuando Díaz no le avanzó el adelanto electoral en Andalucía en 2015 o cuando rechazó que él mediara con Pablo Iglesias para intentar formar gobierno en el sur.
"Seguro que yo también cometí errores en aquel año tan difícil de 2015, probablemente debí abordar esa división mucho antes y tejer alianzas fuertes. A lo mejor podía haber sembrado más confianza: tal vez no hubiera servido para nada, pero sin duda, todos lo pudimos haber hecho mejor. Había problemas personales, pero también un problema de reparto del poder interno", reflexiona.
Los que se portaron, añade en esos días difíciles, "como señores" fueron Manuel Chaves y José Antonio Griñán, que se apartaron de sus cargos en el partido para no perjudicar al PSOE. Eran muchos los frentes abiertos, como cuando destituyó a Tomás Gómez como líder del PSOE de Madrid: "Lo traté de gestionar de buenas maneras. Un día le llamé para tener una conversación. Le pedí que viniera al despacho y no vino. Sencillamente no apareció porque sabía lo que le iba a decir: que diera un paso atrás. Nos vimos obligados a hacerlo de forma expeditiva".
Felipe VI: "Tengo que contarte una noticia..."
Y llegaron los dos fracasos electorales. Se detiene en la noche electoral del 20 de diciembre de 2015: "Se trataba de nuestro peor resultado, sin duda, pero no era malo en la medida en que nos dejaba margen para intentar formar Gobierno del cambio". "Se me ha criticado mucho por afirmar aquella noche 'Hemos hecho historia, hemos hecho presente y el futuro es nuestro'. Quizá la forma de expresarlo no fue la más afortunada", aclara, pero lo justifica en que eran la segunda fuerza del país y había opciones de Ejecutivo.
Siguieron unos días en los que intentó coger fuerzas haciendo ejercicio con su mujer en una heladora Granja de San Ildefonso, y en los que tuvo siempre en mente el caso de Portugal. De hecho, cita varias conversaciones con el primer ministro luso, Antonio Costa.
En las páginas vuelve a revivir momentazos de la política como cuando se entera en el Palacio de la Zarzuela por el propio rey Felipe VI de que Pablo Iglesias va a decir que quiere gobernar junto a él.
Unas jornadas de convulsión en todo el país. "Sin duda lo más hiriente fue el tono empleado al referirse a mi persona", añade Sánchez sobre Iglesias. Y luego llegaría la "espantada" de Rajoy de no presentarse ("otro sobresalto que no nos esperábamos").
Ahí empieza a labrarse una relación de confianza con el monarca, que hasta ahora había sido más bien protocolaria: "Esa misma noche el rey me llama con la preocupación lógica". Y añade una página más tarde lo que le dijo a Felipe VI: "No se preocupe, señor. Los socialistas vamos a asumir nuestra responsabilidad". "Mi compromiso con él fue inequívoco: me presentaría a la investidura. Y lo cumplí. Saliera o no elegido presidente", explica, y revela: "Me lo agradeció sinceramente y nos comprometimos a seguir hablando en los días siguientes".
Aquel fin de semana "apenas" pudo conciliar el sueño Sánchez, ante la que se avecinaba para intentar encontrar una solución a la aritmética endiablada. "Recuerdo un dolor de cabeza fortísimo, martilleante, que no se me quitó en esos días. Me preguntaba cómo podía articular todo aquello".
Y describe otra vez lo que piensa sobre el monarca: "Aquellas semanas de infarto se fraguó entre Felipe VI y yo una relación de complicidad que superó, y sigue superando a día de hoy, lo institucional. Él estaba francamente preocupado por la situación, me llamaba con frecuencia y yo le iba contando los avances en las negociaciones". La prueba de esa relación la tuvo, prosigue, después de la investidura fallida y el Comité Federal del 1-O: "Cuando dimití como secretario general, me llamó para darme ánimos. Es un gesto que lo humaniza como persona. Ahora solemos hablar de manera regular, su preocupación por Cataluña es enorme, pero a él le apasiona la política internacional y especialmente la latinoamericana. Siempre que nos vemos conversamos sobre la situación en el mundo".
Cuatro hombres y un destino
La política tiene mucho de personal también. Llama la atención lo que relata sobre su relación con los rivales Mariano Rajoy, Albert Rivera y Pablo Iglesias.
Con motivo de la investidura fallida primera, empezó a hablar más con Iglesias y Rivera, a los que apenas conocía. Hubiera sido más esperable que se llevara mejor con el líder de Podemos, comenta Sánchez, pero "nuestras relaciones casi nacieron ya marcadas por el desencuentro". En cambio, con el líder de Cs "fue más fácil" porque ninguno de los dos esperaba nada.
Se vieron por primera vez en un hotel y la conversación fue "fluida y buena". "Un hombre muy pragmático", dice el presidente del barcelonés, con el que habló primero, antes de negociar, de que estaba buscando piso en Madrid y que vivía entonces en el mismo edificio que Alberto Garzón ("casualidades de la política"). Con Iglesias, en cambio, antes de meterse en harina, habló sobre perros. Los dos son grandes amantes de los animales (Sánchez tiene a la perrita Turka y dos tortugas).
Pero en aquellos días, en el PSOE se dieron cuenta que Podemos no quería el pacto y que prefería ir a unas segundas elecciones, pensando en unirse con IU y dar el sorpasso. "Estos de Podemos no quieren pactar", le comentaba Rodolfo Ares tras las reuniones a Sánchez. Así que se fue fraguando el pacto de 'El abrazo' con Rivera -días en los que los negociadores se alimentaban de pizzas durante la noche y en los que Rivera consultaba casi todo con Luis Garicano vía Skype-.
La vida da muchas vueltas. Y en el propio libro Sánchez relata cómo han evolucionado esas relaciones. Para él, hoy el líder naranja no es una persona fiable. Lo comprobaría en mayo del pasado año durante la moción de censura a Mariano Rajoy. "Le envío un mensaje a Rivera para pedirle que hablemos de la moción. Él me responde que mejor que lo hablen José Manuel Villegas y José Luis Ábalos". "Ese mismo día, empieza a contar a la prensa que yo no lo he llamado porque quiero pactar con los independentistas y romper España. Intoxicación pura y dura. El tipo de comportamiento que convierte a las personas en no fiables", resume.
En cambio, tras las segundas primarias, describe Sánchez: "Lo más maravilloso de la política es cómo los cambios generan cambios alrededor. Iglesias dio un giro claro a su discurso hacia el nuevo PSOE y abrazó por fin las tesis relativas a la necesidad de unir fuerzas desde la izquierda". Desde ese momento se planteó "una interlocución fluida".
La cena del 155
¿Y Mariano Rajoy? Vivieron diferentes etapas. En la primera época no se entendían. Por cierto, Sánchez revela que el expresidente sigue sin utilizar Whatsapp y lo hace todo vía SMS. La crisis catalana les unió más. Eso sí, en agosto de 2017 el entonces presidente no pensaba todavía en la posibilidad del 155. "En aquellos meses Rajoy por fin comienza a confiar tanto en el PSOE como en mí, y empezamos a ganar en complicidad". "A lo largo de numerosas conversaciones en agosto y septiembre no solo hablamos de lo político, sino también de lo personal, de lo que significa ser presidente. Poco a poco me doy cuenta de que trata de generar empatía en nuestra relación", describe en un pasaje.
La reunión "más importante" entre los dos fue la que celebran el 26 de octubre de 2017 en La Moncloa, un día antes de la DUI y de la aprobación del 155 en el Senado. "Fue una conversación muy sincera", revela, y se diseñó la hoja de ruta de la intervención en Cataluña. Después de varias horas pactando, le invitó a cenar en la parte residencial de La Moncloa.
De hecho, indica que le resultó "duro" meses más tarde durante la moción "desalojarle de la Presidencia". Y se pregunta por qué no dimitió Rajoy ante esa situación. Y advierte que desde entonces la pugna entre las derechas "no deja de tener un único beneficiario: Vox, que engorda a costa del discurso extremista y recentralizador de PP y Cs".
Imágenes, palabras y silencios que nunca olvidará
Momentos, reflexiones y muchas imágenes en el libro. Como cuando entró de nuevo en el despacho de Ferraz tras ganar las primarias de 2017: "Todo permanecía intacto, tal como lo había dejado el día de mi dimisión ocho meses antes. A decir verdad, en mi primera etapa como líder yo tampoco lo había sentido nunca mío del todo. Aquellos tonos oscuros en la decoración, aquellas cortinas grises..."
Y muchas palabras que se le han quedado grabadas para siempre en la mente: "Recuerdo que le pregunté a mi padre: ¿Y si pierdo?" "Hay batallas que hay que darlas, aun a riesgo de perderlas", le respondió. Y Sánchez mira hoy atrás: "Tenía razón. No se trataba de mí, sino de todas las personas que estaban detrás".
O la que mantuvo con el antiguo líder de UGT Cándido Méndez tras el 1-O. "Tienes que hacer dos cosas. La primera, dejar el escaño. La segunda, volver a presentarte". Y más tarde le haría caso en todo.
De hecho, guarda en su memoria del día que dejó el escaño en el Congreso cuando estaba en el garaje. "Lo más sorprendente fue la reacción de las señoras de la limpieza. Se acercaban a mí, me daban dos besos, me pedían que volviera", relata. Y las personas que siempre le han acompañado, especialmente, "Juanma (Serrano) y Maritcha (Ruiz Mateos), han sido mis principales pilares emocionales".
No sólo palabras y gestos. Hay cosas que tampoco se olvidan: "Los más significativo fueron los silencios. Personas que te habían apoyado y de repente dejan de hacerlo, pero no te dicen nada, simplemente dejan de mandarte mensajes o llamarte. Algunos silencios resultaron más elocuentes para mí que muchos discursos".
Y cita, en cambio, con cariño a todos los que le ayudaron en esta incierta aventura: José Luis Ábalos, Adriana Lastra, Santos Cerdán, Sofía Hernanz, Quico Toscano, Susana Sumelzo, Rafa Román, Carmen Calvo... Y siempre teniendo como referentes e inspiraciones a Manuel Azaña y Willy Brandt.
Sánchez ya tiene su versión de los hechos en las librerías. ¿Ha merecido la pena? El presidente hace referencia al Aquarius: "Haber salvado la vida de 630 personas hace que valga la pena dedicarse a la política".
Ahora les toca a los españoles decidir si hay un nuevo capítulo de este Manual de resistencia.