Empezamos pidiéndote disculpas por el atrevimiento de pensar que, habiéndose dicho tantas cosas sobre la sentencia que conocimos el pasado jueves, 26 de abril, podemos aportar algo aún. Disculpas por sentir la necesidad de contar nuestra lectura de la sentencia.
La reacción de la gente ha incomodado a una buena parte de quienes cada día hemos de sentenciar, pero es a partir de esa reacción de las mujeres y de los movimientos feministas, desde donde debemos analizar con sosiego si hemos de cambiar este sistema penal androcéntrico y con graves sesgos sexistas, y sobre todo, qué es lo que hemos de cambiar.
La sentencia mayoritaria (la opinión de dos sobre tres) declara probados los hechos que leemos y que han sido conocidos. Frente a ese relato ha habido indignación, y hemos oído y leído los motivos de esa indignación.
Hemos escuchado lo de Yo sí te creo, pero queremos decirte que, en nuestra opinión, el tribunal (dos sobre tres) ha creído tu relato y lo ha declarado probado, con evidencia, más allá de toda duda razonable. Si no te hubieran creído, es imposible escribir lo que se dice en los hechos probados de la sentencia; tampoco diría la sentencia que tu testimonio es coherente y digno (lo califica de este modo en los fundamentos jurídicos). Los argumentos de las defensas cuestionando tu persona y tu relato son rechazados por la sentencia con respeto y consideración. Leemos cómo les has convencido con tus explicaciones, por qué te han creído.
También se ha dicho que la sentencia coloca a las mujeres en una grave situación de riesgo, pero no leemos en ella nada que nos lleve a esa conclusión, porque la sentencia analiza algo que vemos cada día, y que es que cada mujer reacciona de modo distinto ante un ataque (cada persona es un mundo) y explica la sentencia que, en ocasiones, quien se siente agredida responde resistiéndose; en otras, tratando de ganar tiempo para eludir la agresión; y en otras, adoptando una actitud pasiva y esperando que termine cuanto antes, y que ninguna de esas tres reacciones implica consentimiento. Por eso en los argumentos de la mayoría (dos sobre tres) se deja claro que en ningún momento consentiste, y también explica la sentencia por qué resulta evidente que no querías que nadie (en este caso los cinco acusados) te tratara como lo hicieron aquel día de San Fermín.
Dice la sentencia que existió abuso y no violación. Aquí sí queremos pararnos para explicar también nuestro punto de vista:
a) Quienes firmamos esta carta hemos mantenido que las palabras son muy importantes; son un método para comunicar ideas, emociones, deseos. Por medio de símbolos y significados el lenguaje transforma la conciencia humana porque permite nuevas formas de pensamiento y adquisición de conocimientos; los significados de las palabras sufren un proceso de transformación. Va variando el significado que damos a las palabras porque la relación entre la palabra y el pensamiento no es solo un hecho, es básicamente, un proceso (del pensamiento a la palabra y de la palabra al pensamiento).
b) Si se describen unos hechos probados como los que hemos leído, es imposible que la gente esté conforme con llamar abuso (al margen de la calificación técnico-jurídica) a esos hechos. Para la mayoría de las personas, abusar es usar mal o en exceso, pero usar, al fin y al cabo, y la palabra usar no la refiere el diccionario para las personas, sino para las cosas (hacer servir una cosa para algo).
c) Creemos que mantener esa palabra (abuso) en el Código Penal para referirse a las relaciones sexuales no consentidas, parte de la idea de que las mujeres seguimos siendo objetos para servir al placer del hombre, y que solo si se exceden los hombres en ese uso, se les castiga, pero solo si se exceden. Y esa idea que se adivina bajo la palabra abuso es muy dolorosa para cualquier mujer, haya sido o no objeto de abuso.
d) La gente ha protestado porque han considerado que estamos ante una violación, y en esto sí estamos de acuerdo. Desde un examen técnico, jurídico, violar (en el Código Penal) es utilizar fuerza, violencia contra la persona violada, y/o intimidarla para acceder sexualmente a ella. Intimidar a alguien es meterle miedo, y es verdad que el miedo es muy subjetivo (unas personas lo tienen rápido y otras no) pero en nuestro trabajo de juzgar debemos examinar qué datos objetivos, probados, han resultado en el juicio. En tu caso, los datos objetivos sustentan, refuerzan y asientan la idea, clara y que pocas explicaciones merece, que en el portal de la calle... En lo que describiste (te han creído y te creemos) cualquier persona sentiría miedo y ante el miedo, cada persona reacciona de modo distinto y tú reaccionaste como pudiste en aquel momento. Y esto no te hace culpable de nada, pese a que las defensas trataron de desplazar la responsabilidad y la culpa a tu persona, como ocurre con frecuencia, cuando nos recuerdan que somos nosotras las provocadoras de todo lo que nos hacen (no nos pasa sin más). ¡¡¡Que no se te pase por la cabeza ni un ápice de culpa!!!
e) Nos gustaría que no pensaras que después de lo que te han hecho vas a padecer secuelas de por vida. No tiene por qué ser así. Ya lo dice la sentencia: ese día no se acabó el mundo ni la vida para ti. Eres joven y valiente, y se nota que tienes a tu alrededor gente que te ayuda y te quiere (se adivina esto) y seguirás siendo una mujer alegre, que disfrutará del sexo y de la vida. Rechazamos (con toda la energía de que somos capaces) el argumento de que: "como no hay secuelas psíquicas, como sigue llevando fotos a Instagram, o a Facebook se lo pasó en grande, consintió, no le ha pasado nada". Pese a quien pese y aunque sí te violaron, podrás convivir con ese dolor, gestionarlo y que estos hechos no arruinen tu futuro.
Dice la gente que la violación les ha salido gratis: nueve años de cárcel no es ninguna tontería, pero sí creemos que la pena debió ser mayor porque (ya lo hemos dicho) debió calificarse y castigarse como violación. Además, en la sentencia se declaran probados otros hechos, otros ingredientes que hacen más grave el delito, y por ello, la respuesta del sistema penal debió ser más elevada.
La sentencia, por tres veces, explica que cuando uno de los acusados te quitó el móvil no era con la intención de robarte, sino de dejarte desamparada, sin que pudieras pedir ayuda, para que tardaras en reaccionar, para humillarte aún más..., y eso no es un robo; eso es mucho más grave, mucho más indigno..., al igual que el hecho de que grabasen en vídeo y difundieran la violación, pero principios procesales impidieron al tribunal ir más allá.
No queremos terminar estas líneas sin estas últimas reflexiones:
a) No vamos a comentar el voto particular; todo acto de juzgar tiene una carga de subjetividad, y sabemos que cuando escribimos una sentencia nos retratamos. Dicho esto, llama la atención el modo en que el discrepante de la mayoría (en su voto), disecciona, desmenuza tus varios relatos. Nos parece una idea particular sobre el comportamiento de la memoria humana, del relato, de la palabra de una joven de dieciocho ó veinte años, de vuestros modos de contar las cosas..., de explicaros...Y quizás no dar importancia a lo que nos aporta la psicología forense experimental, y a todos los condicionantes que influyen en el relato de cualquier ser humano.
b) Cuando utilizamos el lenguaje, el mínimo respeto lleva a que tengamos en cuenta las características lingüísticas de las personas a las que va dirigido. El respeto a los derechos básicos de todas las personas a las que destinamos nuestras resoluciones exige que escribamos en un lenguaje claro, igualitario, inclusivo, no sexista, respetuoso, gramatical y sintácticamente correcto y que la redacción sea eficaz. Son muchos los efectos que tiene nuestro modo habitual de redactar: uno de ellos es que, llenar folios y más folios en ese lenguaje, hace que no te reconozcas (puede parecer que no es tu asunto).
Terminamos dándote las gracias por tu valentía, por tu coraje y por la honestidad que transmite la sentencia sobre tu modo de proceder en este juicio. Estamos seguras de que ha tenido que ser duro, muy duro estar en el centro de esta vorágine, y resistir como lo has hecho (también es algo que adivinamos) porque suponemos que, en más de una ocasión, durante estos largos meses, habrás pensado si no hubiera sido mejor para ti el haberte ido de Pamplona cuando llegó tu madre a recogerte, y no pasar por el Juzgado, pese a que las dos fuisteis conscientes de lo que te habían hecho unos hombres que piensan y tratan a las mujeres como mero objeto.
Un abrazo
Dalila Dopazo, Magistrada en Lugo
Nekane San Miguel, Magistrada en Bilbao
Angels Vivas, Magistrada en Barcelona