Guía para no perderse en todo el lío del "Rusiagate" de Trump
¿Acabará como Nixon? Empiezan a existir demasiadas coincidencias.
El presidente de EEUU, Donald Trump, está en un auténtico lío. Completamente acorralado por la prensa y por la oposición —incluso ya suenan voces que piden que sea sometido a un impeachment—, Trump empieza a quedarse solo, ni los miembros de su propio partido saben ya cómo defenderle. Desde que despidió fulminantemente al director del FBI, James Comey, el presidente estadounidense parece tener entre sus manos una bomba de relojería que puede estallar en cualquier momento. Y no es una exageración: se habla ya de la mayor polémica —o crisis, según convenga— en la Casa Blanca desde el Watergate.
¿Y cómo se ha llegado a esto? De la mano de un proceso largo y complejo que tiene, cómo no, de protagonista a Rusia, país presente por activa y pasiva desde la campaña electoral de EEUU en la diplomacia del país.
Aquí tienes una guía para entender un nuevo capítulo oscuro en la presidencia de Trump.
EEUU enmudeció el 10 de mayo, cuando el presidente decidió, por sorpresa, despedir al director del FBI, James Comey. ¿La justifiación para tal decisión? Muy variada: pérdida de confianza, su metedura de pata en su comparecencia en el juicio sobre los mails de Clinton, que no estaba haciendo las cosas bien, que no era capaz de dirigir "adecuadamente" el buró o que había perdido la confianza de sus subordinados dentro de la agencia. Todo esto lo aseguró a través de sus tuits y mediante una carta que hizo llegar al propio Comey en la que había algo extraño. Algo extraño por lo forzado que quedaban estas palabras incluidas así, de golpe, y sin guardar relación con el resto: "Aunque aprecio enormemente que usted me informara, en tres ocasiones distintas, de que no estoy bajo investigación (...)". Habla de Rusia.
Quizá Trump esperaba elogios a su decisión, pero no los consiguió. Más bien al contrario. Los demócratas hablaron de inmediato de "obstrucción a la justicia" en incluso se llegó a calificar de "nixoniana" la decisión, en referencia a cuando, en 1973, el entonces presidente, Richard Nixon, destituyó al fiscal especial del caso Watergate. Los republicanos enmudecieron, no había manera de justificar el nuevo impulso de su presidente.
Comey no sólo era el director del FBI, sino que además estaba haciendo algo que a Trump está claro que no le gustaba: dirigir una investigación para determinar si los miembros de la campaña del presidente conspiraron con Rusia para influir en las elecciones presidenciales de 2016.
Ninguna de las explicaciones de Trump cuadra con lo que parece haber pasado realmente. Los medios estadounidenses se ponen manos a la obra y empiezan a conocerse más datos sobre la relación del presidente y Comey. The New York Times es tajante en su editorial: "Comey ha sido despedido porque podía derribar a un presidente".
Y justo entonces saltan más bombas informativas: la investigación del FBI sobre Rusia se estaba acelerando. Comey estaba recibiendo actualizaciones diarias, no semanales, y días antes de su despido había solicitado más presupuesto para la investigación, según informaron tanto The New York Times como The Washington Post.
Y paralelamente se va conociendo cómo la ira de Trump —sí, ira— contra Comey cada vez aumentaba más y más: según The New York Times, el presidente no soportaba que no respaldara sus acusaciones contra Barack Obama (insistía en que le había espiado), y le recriminaba que se centrara tanto en Rusia.
No sólo había tensiones, sino que The New York Times asegura que el despido fue un impulso de Trump, fruto de los últimos pasos dados por Flynn, aunque ya lo tenía más que decidido. Según este medio, Comey dijo que el presidente estaba "loco" y por su parte, Trump dijo que era "desleal y raro".
¿Recuerdan que Trump decía que Comey no valía para dirigir el FBI o que había perdido el respaldo de sus compañeros? Pues bien, un día después del despido, el 11 de mayo, el director en funciones del FBI, Andrew McCabe, dice abiertamente que de esto nada. El peor de los escenarios para Trump.
"El director Comey gozaba de una amplio apoyo dentro del FBI y todavía lo tiene hoy en día", asegura McCabe en su comparecencia ante el Comité de Inteligencia del Senado, a la que hubiera tenido que asistir Comey si no hubiera sido despedido por Trump. McCabe dijo que sentía por Comey "un gran respeto" y fue "un gran privilegio" trabajar bajo sus órdenes.
Para acabar con su intervención, McCabe lanza un "mensajito": el FBI no tolerará ninguna interferencia en la investigación sobre Rusia. Ahí es nada.
Y mientras la investigación avanza, el presidente va, como de costumbre, por libre. Mientras su vicepresidente, Mike Pence, da la cara por él justificando el despido de Comey —asegura que fue en el momento adecuado y que lo hizo "por recomendación de Justicia"— Trump le deja en evidencia. Coge y dice que había planeado despedirle "al margen de lo que dijera Justicia".
¿A quién creer? Esa es la cuestión clave.
El presidente de EEUU, Donald Trump, exigió al exdirector del FBI James Comey "lealtad" cuando llegó en enero a la Casa Blanca, pero éste tan solo le ofreció "honestidad", algo que podría haberle costado el cargo, según publicó The New York Times.
Trump le instó hasta dos veces más a jurarle lealtad, pero Comey no cedió, siempre según la versión del exdirector del FBI. Llegados a este punto, Comey cree ahora que esa cena fue "un presagio de su caída", según The New York Times.
Por si todo esto fuera poco, personas cercanas a Comey aseguran a la prensa que es "imposible" que el exdirector del FBI le confirmara al presidente que no estaba bajo investigación por posibles vínculos con representantes del gobierno ruso, que intentaron interferir en el resultado de las elecciones. Recordamos: Trump dijo en su carta de despido a Comey que le agradecía que "hasta tres veces" le hubiera asegurado que él no estaba bajo investigación en este caso.
Y claro, estas últimas informaciones enfadan al presidente que, recién levantado, hace uso de su herramienta favorita, Twitter, para amenazar públicamente tanto a los medios de comunicación como a Comey.
En este punto de la historia el presidente de EEUU sabe que está perdiendo la jugada. Sus actos le delatan. La destitución de Comey se ha vuelto en su contra. Primero atribuyó el despido a un informe de la Fiscalía sobre la conducta irregular del director del FBI al cerrar el caso de los emails de Clinton en julio pasado, luego reconoció que ese escrito no le importaba lo más mínimo y que hubiese acabado con su puesto igualmente. Pasó entonces a recordar que había preguntado directamente a Comey si estaba siendo investigado y finalmente pasó a las amenazas. Y a dejar caer que podría haber grabaciones sobre la misteriosa cena que mantuvo con Comey. Sí, esa en la que le exigió lealtad. Un dato: Nixon grabó sus reuniones en la Casa Blanca durante el Watergate.
La reconstrucción de dicha cena, procedente del entorno de Comey, fue desmentida en los detalles, pero alarmó a la Casa Blanca. Hasta ese momento, el director del FBI había guardado su silencio. De ahí que Trump se refiera a las grabaciones... Paso nada recomendable en absoluto. Y encima un asociado de Comey confirma que lo publicado por The New York Times es verdad: Trump le pidió lealtad al director del FBI, pero Comey se negó.
Todavía hay más: una fuente próxima a Comey asegura a los medios que el ex director del FBI quiere que haya grabaciones de su cena: "Eso sería perfecto".
Nueva polémica con Rusia: el presidente de Estados Unidos reveló información altamente clasificada al ministro de Exteriores de Rusia, Sergei Lavrov, y al embajador ruso, Sergei Kisliak, según han confirmado altos cargos al diario The Washington Post, que aseguran que esta comunicación podría poner en peligro una fuente clave de Inteligencia sobre Estado Islámico.
La información que el presidente habría transmitido a las autoridades rusas habría sido proporcionada por un aliado estadounidense a través de un acuerdo de intercambio de información de Inteligencia considerado altamente sensible, tanto que los detalles del mismo se le ocultaron a los aliados y han estado estrictamente restringidos incluso dentro del Gobierno estadounidense.
La Casa Blanca lo negó de inmediato, pero, de nuevo, Trump contradice a su equipo vía Twitter: "Como presidente quise compartir con Rusia (en un evento abierto de la Casa Blanca), como es mi derecho absoluto, hechos sobre terrorismo y seguridad aeronáutica".
"Razones humanitarias, además quiero que Rusia intensifique su lucha contra EI y el terrorismo", ha agregado para explicar los motivos.
Y en mitad de la nueva polémica con Rusia, el miércoles 17 de mayo se conoce que Trump pidió al exdirector del FBI James Comey que considerara encarcelar a periodistas que publicaran informaciones clasificadas filtradas a los medios, según The New York Times. Es más, Trump condenó las filtraciones a los medios y formuló la citada petición a Comey según una fuente cercana al exdirector del FBI. La solicitud fue realizada en la misma conversación en la que le pidió que archivase la investigación de su asesor de Seguridad Nacional, Michael Flynn, que renunció al cargo tras conocerse su relación con el embajador ruso en Washington. "Espero que puedas dejarlo pasar", dijo Trump a Comey, según un informe redactado tras el encuentro por el entonces director del FBI.
Acorralado por el caso Comey y por haber filtrado, supuestamente, información clasificada a Rusia, el presidente de este país, Vladimir Putin, entra en escena ese mismo 17 de mayo para ayudar a Trump. Se ofrece a entregar las transcripciones de la conversación mantenida la semana pasada por su homólogo estadounidense y el ministro de Exteriores ruso, Sergei Lavrov.
"Si la Administración de Estados Unidos lo considera apropiado, estamos dispuestos a proporcionar al Senado y al Congreso estadounidenses la transcripción de las conversaciones entre Lavrov y Trump", ha dicho Putin.
Un asesor de Putin, Yuri Ushakov, ha aclarado que Rusia no tiene ninguna grabación del encuentro, pero sí recogió por escrito los detalles del diálogo. Según varios medios norteamericanos, Trump dio a Lavrov información clasificada, si bien desde la Casa Blanca se ha insistido en que la conversación fue "completamente apropiada".