El Supremo archiva la querella contra Fernández Díaz y De Alfonso por sus conversaciones
La Sala de lo Penal de Tribunal Supremo ha archivado la querella interpuesta por el Partit Demòcrata Català (PDC) -antigua Convergència- contra el exministro de Interior Jorge Fernández Díaz, y el exdirector de la Oficina Antifraude de Catalunya Daniel de Alfonso Laso. El partido catalán los había denunciado por el contenido de una grabación realizada en el despacho ministerial, en la que se les escucha conversar sobre investigar a políticos independentistas.
El alto tribunal no ha admitido a trámite la querella criminal presentada el pasado 1 de septiembre por el partido que lidera Artur Mas y el exalcalde de Barcelona Xavier Trias, al no existir indicios de que hubieran cometidos delitos de violación de secretos, prevaricación y malversación de fondos públicos.
Los hechos recogidos en la querella se referían a dos encuentros entre el exministro del Interior y el director de la Oficina Antifraude de Catalunya. En uno de ellos, Daniel de Alfonso habría entregado a Fernández Díaz un expediente con datos de una investigación sobre los nombramientos que Francesc Homs habría realizado de dos familiares del exconsejero de Interior catalán Felix Puip.
Según los querellantes, que denunciaron que se llevaron a cabo "todas las turbias maniobras" por las conversaciones mantenidas, el exdirector de la Oficina Antifraude estaría cometiendo un delito de revelación de secretos al revelar información confidencial, instigado por el entonces ministro en funciones.
EN BUSCA DE TRAPOS SUCIOS
Las conversaciones, sacadas a la luz en junio por el diario Público, mostraban los intentos del ministro por hallar trapos sucios de los dirigentes independentistas catalanes. Las reuniones entre Fernández Díaz y De Alfonso se produjeron pocos días antes de que se produjera la consulta independentista del 9-N, en 2014.
En las grabaciones, Fernández Díaz le pide al jefe de la Oficina Antifraude que busque pruebas incriminatorias contra el hermano de Oriol Junqueras, líder de Esquerra Republicana de Catalunya. Además, discuten sobre cómo conseguir datos que permitieran desprestigiar o incluso acusar judicialmente a los líderes de ERC y CDC.
"Nosotros estamos investigando cosas de Esquerra, pero son muy débiles. Esa es la verdad, ministro, son de CESPA, pero no acabamos de…", decía De Alfonso en una de esas conversaciones, reconociendo que carecían de pruebas concluyentes.
Fernández Díaz, por su parte, reconocía en los audios que Mariano Rajoy estaba informado de sus conversaciones. "Tomo buena nota y voy a trasladar esta conversación a quien te puedes imaginar (...) Esto queda entre nosotros y a quien se lo voy a contar, que es una tumba. Como es obvio, ya actuará como estime oportuno y conveniente", añadía.
UNA ENORME TORMENTA POLÍTICA
La publicación de las grabaciones, a solo unos días de las elecciones de junio, causaron estupor y una enorme tormenta política. Pedro Sánchez, Pablo Iglesias y Albert Rivera, líderes de PSOE, Podemos y Ciudadanos, pidieron la dimisión de Fernández Díaz por las grabaciones. Además, Carles Puigdemont, la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau o el entonces candidato de ERC, Gabriel Rufián, también pidieron su cese.
Fernández Díaz, como era de esperar, se negó a renunciar a su cargo y se presentó como la "víctima de un atropello" que perseguía, a su juicio, "destruir a un adversario político". El ministro, que abrió una investigación interna para determinar la autoría de las grabaciones filtradas, recibió a los pocos días el apoyo público de Rajoy. "Hay gente con ganas de organizar un problema donde no existe", dijo el presidente.
Tras él, lo hicieron también otros dirigentes populares. Pero sus intentos por desacreditar las grabaciones no calmaron los ánimos. De hecho, la crisis política se alargó y la oposición en bloque reprobó a Fernández Díaz en el Congreso de los Diputados, en octubre.
A pesar de eso, y tras conseguir la investidura, Rajoy siguió mostrándose empeñado en no dejar a su ministro en la estacada. Le quitó la cartera, pero removió Roma con Santiago para colocarlo en una comisión. Estas maniobras provocaron, de nuevo, el rechazo frontal de todas las otras fuerzas políticas. Pero Fernández Díaz acabó ocupando la presidencia de una comisión que no requería votación.