Melania Trump y su sueño americano: de un pueblo de Eslovenia a primera dama
Quién le iba a decir a Melanija Knavs (26 de abril de 1970) que un día se plantaría ante miles de personas, vestida con una camisa impecable y falda lápiz, para dar un discurso en el que desgranaría lo que pretende hacer si logra ser la mujer del presidente de EEUU. Quién le iba a decir a ella, natal de un pequeño pueblo de Eslovenia, Sevnica, que algún día sería la primera mujer nacida en el extranjero que repite algo que no se ve desde principios del siglo XIX: convertirse en first lady. O quizá ella sí lo sabía, quizá lleva todo este tiempo esperando a que llegue el gran papel de su vida que ahora, como Melania Trump, podrá desempeñar.
Amigos y familiares de la mujer del candidato republicano a la presidencia del país, Donald Trump, dicen de ella que “siempre buscó oportunidades y supo aprovecharlas”. Así lo declaraba recientemente a The New York Times Damijan Kracina, que estudió con ella. Considera, además, que su transformación no ha sido cuestión de suerte sino que se debe a la determinación de la familia Knavs por abrirse oportunidades y ascender socialmente. Su madre pasó de recoger cebollas en el campo a progresar en la fábrica textil de su pueblo y, después de su jornada, cosía la ropa con la que vestía a sus hijas. Quería que impresionaran.
Dejó su pueblo natal Sevnica para estudiar en la capital, Liubliana y desde ahí dio el gran salto Europa, trabajando como modelo en Milán. En 1996 le llegó su oportunidad en Nueva York y, en una de las fiestas de la ciudad de los rascacielos, conoció a Trump, 24 años mayor que ella. Y entonces nació Melania Trump. Consiguió la residencia estadounidense en 2001 y, tras casarse con el magnate en 2005, se convirtió en ciudadana de EEUU.
Habla seis idiomas: inglés, alemán, francés, italiano, esloveno y serbocroata, pero no alardea de ello y opta siempre por un perfil bajo. Así lo ha hecho también durante esta campaña. Para protagonizar día sí, y día casi también, todas las polémicas del mundo ya está su marido. Ella ha optado por ser la mujer que siempre apoya a Donald y que se limita a estar perfecta y sonreír. Le salió mal la primera vez que quiso dar un paso al frente: pronunció un discurso el pasado mes de julio en el que varias partes estaban plagiadas de otro de Michelle Obama. Entonces volvió a alejarse de los focos hasta que se vio capaz de hablar durante 20 minutos en Berwyn, un suburbio de Filadelfia. Y ahí se vio a otra Melania. Nerviosa, consciente de que tenía que enmendar su error y consciente del objetivo para el que estaba ahí: convencer de que ella y su marido son el tándem perfecto para el país. Frente a 'Billary' -Hillary Clinton y Bill Clinton- y eso no es cualquier cosa.
"El discurso con el que se presenta Melania es una estrategia de campaña electoral para suavizar la imagen de su marido, hacerlo más presidenciable y sobre todo, intentar captar el voto femenino de la mujer blanca republicana. Un voto que parece haber caído. Melania intenta transmitir la imagen de esposa y madre americana conservadora que vela por hacer “America great again”, como su marido. Sin embargo, la exmodelo es la tercera esposa del candidato republicano y se aleja mucho de ese estereotipo", explica a El Huffington Post Cristina Crespo, directora de Relaciones Externas y coordinadora general del Instituto Franklin-UAH.
En su última aparición en la campaña trató el problema de la inmigración. Quiso usar su caso personal, alegando que, como nacida en Eslovenia, tardó diez años en hacerse con la nacionalidad estadounidense. El problema es que lo dice ella, la mujer del hombre que quiere poner todas las trabas del mundo a que Estados Unidos cuente entre sus ciudadanos con inmigrantes. Pero ella se muestra orgullosa de sí misma y, aunque no lo diga textualmente, con su ropa sí lanza un mensaje claro -véase, por ejemplo, la camisa de seda de color fucsia de Gucci que llevó al segundo debate-: es millonaria y puede ponerse lo que quiera. "Ha intentado vender su historia como la del sueño estadounidense, pero lo que ha conseguido es casarse con un multimillonario. No creo que se pueda ver su caso como de éxito personal ya que se basa en el éxito de otra persona", explica Crespo.
Más allá de la polémica, Melania ha asegurado que si llega a ser primera dama se centrará en los niños y en sus derechos. Está claro que trata de demostrar que es capaz de tener su propio lugar en la Casa Blanca, que es algo más que lo que, en definitiva, se espera de ella: que sea la mujer perfecta. Sin embargo, no todo es tan simple. "Si actúa como hasta el momento, su papel se ceñirá a ser una buena imagen en un perfil puramente representativo. Trabajará por ocupar el papel de la buena consorte abanderada por los ideales republicanos, de los que se aleja frecuentemente su marido", concluye Crespo.
Aún queda por descubrir qué tipo de Melania será si llega a convertirse en primera dama. The New York Times la ha descrito como la acompañante "silenciosa" de Trump. Quizá eso es lo que ha hecho que no haya conectado especialmente con el electorado y haya pasado desapercibida.