Iciar Bollain: "Hay que reivindicar a los abuelos"
Mordisqueando un sándwich y con el periódico The Guardian en la mano, Paul Laverty llega al set de entrevistas y saluda a Iciar Bollain en inglés y con un par de besos bajo un sol más que primaveral. Ambos están en Madrid para presentar El olivo, la nueva y tercera película que firman juntos —ella como directora y él como guionista—, y han recibido a El Huffington Post en el Jardín Botánico, rodeados de los árboles que dan nombre a su largometraje.
Laverty, guionista de cabecera del cineasta británico Ken Loach, y Bollain, con más de 30 años de experiencia como actriz y directora, comparten vida y proyectos. Este último les llegó casi por casualidad y con él se han embarcado en una historia desarrollada en Canet, un pueblecito de Castellón, que gira en torno a un olivo milenario y a una familia marcada por ese árbol.
Iciar Bollain y Paul Laverty, durante el rodaje de El olivo.
Siempre con un punto reivindicativo, en esta película denuncian el expolio del capital natural, pero también la corrupción, la burbuja inmobiliaria, las malas prácticas de los bancos, el paro. En un plano más profundo, critican el desarraigo, el olvido de unos valores fundamentales que hasta hace poco estaban muy presentes en nuestra sociedad.
¿Cómo llegó esta historia a vosotros o cómo llegasteis vosotros a la historia?
Paul Laverty: A veces la historia te elige a ti. Hace 10 años, durante el boom inmobiliario, leí un artículo sobre un árbol que había sido arrancado en Castellón. Iciar y yo estamos muy involucrados en otros proyectos, pero hubo algo de ese árbol que no me dejó en paz. Me golpeó en el estómago la imagen de un árbol de dos mil años, testigo de cosas maravillosas; la idea de la comunidad cuidando al árbol, de ese árbol dando vida a la comunidad, esa simbiosis durante tanto tiempo... y que en un punto llegue un rico y diga 'Este árbol me encanta' y se lo compre... Eso me llegó. Iciar y yo fuimos a visitar esos olivos maravillosos, hablamos con la gente, compartimos su vida, su conocimiento y pensamos que tal vez alrededor de un árbol podíamos crear una historia con personajes para reflexionar sobre nuestra vida, nuestra comunidad.
¿Cómo definirías esta película, que tiene un título muy concreto pero a la vez muy amplio?
Iciar Bollain: Es un poco lo que acabas de decir. El guión me pareció muy bonito, es una historia muy sencilla de una chica de 20 años que se va en busca de este olivo o que piensa que recuperando este olivo que la familia vendió contra la voluntad del abuelo va a recuperar a su abuelo, que no se sabe si tiene alzhéimer o está triste, como piensa Alma. Me parece que es una historia aparentemente muy sencilla pero que contiene muchas cosas dentro. Contando la historia de esta chica, contando la relación con este árbol, con este abuelo y ese viaje, de repente estamos hablando de muchas otras cosas. Es la virtud que tiene Paul como guionista, que consigue sintetizar en una idea muchas cosas, muchos niveles. Además, es una historia muy local, porque pasa en Castellón, en un pueblo, en España, hoy, pero al mismo tiempo creo que es muy universal. La película se ha visto en otros lugares y a la gente le llega porque habla de la tierra, de los lazos familiares, de cosas que todos podemos entender.
El pasar de la frustración y la impotencia de En tierra extraña (el último largometraje de Iciar Bollain, que trata sobre los expatriados españoles) a una visión más optimista y esperanzada en El olivo ¿es una muestra de los famosos brotes verdes?
I. B.: El personaje de Alma hace algo individual, no es una persona política en el sentido estricto. Es alguien que hace algo porque siente que tiene que hacerlo, porque siente que lo que ha hecho su familia está mal y que si no hace nada, pierde a su abuelo. Es un impulso muy puro, pero creo que contiene una idea que es cierta: cuando alguien se pone en marcha, las cosas se mueven. Cuando alguien quiere cambiar las cosas, por el solo hecho de intentarlo, las cosas dejan de ser igual. Por hacer el paralelismo con la política, ha habido gente en este país que ha llegado diciendo que quería cambiar las cosas y no sé si lo conseguirán o no, pero las cosas ya no son igual, se ha movido todo, se ha evidenciado que lo que había no funciona y se ha evidenciado que podían estar mejor las cosas. Creo que todos lo sabemos, pero de repente, se hace evidente. Alma con su viaje les está diciendo: "Lo habéis hecho mal y ya no tiene arreglo, o sí, voy a intentarlo, pero lo hicisteis muy mal".
La actriz Anna Castillo (Alma en la película), junto a Iciar Bollain y Manuel Cucala, el abuelo de Alma en El olivo.
P.L.: Y también es interesante porque el mundo de Alma y su familia es muy pequeño, es muy específico, pero se preguntan ¿qué vamos a hacer en el futuro? Está la idea de la renovación, una idea enorme, superimportante, no sólo en España, sino en toda Europa, donde hay una crisis increíble, hay mucho desempleo, hay una crisis con la inmigración, pero ante todo, hay una concentración de poder político-económico que nunca antes hemos visto en nuestras vidas. Esta desigualdad y la crueldad sistemática son un gran desafío y tenemos que enfrentarlo. Esto va mucho más allá de la película, pero ahí está la idea de renovarse: necesitamos averiguar, analizar, reflexionar y organizarnos si vamos a cambiar cosas.
Como pareja, ¿cómo lleváis lo de conciliar?
I.B.: La conciliación se lleva como todas las parejas que intentan trabajar y tener hijos. Es complicada. Es muy complicada. Gracias a los abuelos. Hay que reivindicarlos. Los abuelos, hoy, en España, no se pueden jubilar. Están apoyando en todo, a los padres que trabajamos, las pensiones… No se pueden jubilar, son más indispensables que nunca.
P.L.: Sería mucho más interesante quitar a Colón de la plaza de Colón [de Madrid] y poner la estatua de un abuelo.
¿Tenéis nuevos proyectos en mente?
P.L.: Siempre estamos pensando. La gran pregunta es el porqué de una película. Necesitamos reflexionar de una manera muy profunda cuál es la mejor elección. Estamos tomando aire ahora y soñando. Estamos en esa parte de soñar tan divertida en la que todo es posible.