Todo comenzó hace justo un año. A finales de abril de 2015 Amber Heard (que se casó con el célebre actor en febrero de 2015), llegó a Australia para acompañar a su marido (que estaba rodando allí) junto a sus dos perros, Boo y Pistol. Heard llegó en su jet privado y, como buena famosa con su séquito y sus millones, pasó de declarar que llevaba con ella a sus pequeños Yorkshires. Sin embargo, las leyes australianas son estrictas al respecto y obligaron a Heard a sacar los perros del país bajo pena de tener que sacrificarlos.
Así, la actriz se enfrentó a dos cargos: por la importación ilegal de animales (el más grave, castigado hasta con 10 años de cárcel y unos 66.000 euros de multa) y otro por producir documentos falsos (con los que entraron los animales al país). En un principio también la acusaron de atentar contra la bioseguridad de Australia, cargos que le retiraron rápidamente. Ambos fueron obligados a salir del país, al que juraron no volver. De hecho, se saltaron en un par de ocasiones las citaciones del juez.
Sin embargo la pareja no ha podido evitar más la justicia y ha vuelto al país para ser condenada. La multa ha sido más suave de lo previsto: alrededor de mil euros… y el famoso vídeo, cuya grabación forma parte de la pena.
"Los australianos son únicos, cálidos, pero también muy directos. Cuando desobedeces sus leyes, te lo hacen saber con firmeza", afirman en él. Bochornoso, pero también muy directo.
En la presentación de The Libertine en Cinemageddon, en el festival de Glastonbury Festival, en junio de 2017