Las mujeres y los niños del clan de los Abaoud, de Europa a la yihad

Las mujeres y los niños del clan de los Abaoud, de Europa a la yihad

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Su mujer tenía un comportamiento extraño en el último mes, pero nada que llamase exageradamente la atención. Eran una pareja feliz, de jóvenes siempre habían hablado de tener un par de chiquillos, a los que querrían ver trabajando de médicos o ingenieros. Y en ello estaban. En formarles y darles la mejor educación, dice Ahmed, el único gran apoyo de un padre que lleva más de un año en shock porque el Estado Islámico se llevó a la familia que construyó con tanta ilusión.

Algo se torció en el camino. Ella, Fátima, estaba más arisca con la gente, criticaba constantemente la forma de vestir de otras mujeres y maldecía a Occidente cuando se sucedían las imágenes de los muertos por el conflicto en Siria y en Iraq. Les culpaba de los males del mundo, pero nada que hiciese que Hasan -nombre ficticio de su marido- se alarmase o le hiciese sospechar la que se avecinaba.

Era viernes, 13 de febrero. Se despertó tarde, como es habitual en él, pero esta vez ni ella ni sus dos hijos estaban en casa. Se pensó que habrían salido a hacer algún recado, las horas del día avanzaban y ellos no volvían. Ni su ropa, ni la de los pequeños estaba en los armarios, y los pasaportes, belgas, de los tres, habían desaparecido.

Algo olía mal, y él se temía lo peor. Empezó a atar cabos y solo pudo pensar en el hermano mayor de su mujer que estaba siendo buscado e investigado por la policía. Todo indicaba que él había puesto rumbo a Siria, “la tierra del califa”. El mayor acababa de entrar en contacto, de nuevo, con su hermana, después de meses desaparecido.

“Son mi mujer y mis hijos, no sé dónde están, se han llevado las cosas y se han ido”

Lo primero que hizo fue salir corriendo a avisar a la policía, pero ya era bien entrada la tarde. Habían pasado las suficientes horas como para perderle el rastro en algún lugar del planeta. “Son mi mujer y mis hijos, no sé dónde están, se han llevado las cosas y se han ido”, recuerda Ahmed sobre las palabras de Hasan al llegar a la comisaría del barrio.

Su esposa se había llevado a sus hijos, de 3 y 5 años, y había enderezado hacia Siria para cumplir con la hégira al califato, a la tierra del islam. Su mejor amigo confirma que ella nunca le intentó convencer de que se fuera con ella. “Ni de lejos se imaginaba que fuera a abandonarle por algo así, y mucho menos que hiciera una locura como esta”, asegura.

Un policía belga de Molenbeek, de origen marroquí, explica que, mientras Hasan estaba intentando asimilar o encontrar una explicación a lo que estaba pasando, su familia estaba aterrizando en Estambul, tras abandonar Europa por el aeropuerto holandés de Schipol, a bordo de un avión que la llevaría a Turquía, donde su hermano la ayudaría a cruzar a Siria.

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Desde hace más de un año, la vida de Hasan está paralizada. No habla con nadie, se refugia en su casa y se aferra a la esperanza de que sus pequeños vuelvan a entrar por la puerta y le pidan salir a jugar al fútbol en la plaza de Molenbeek, como solían hacer,

recuerda Ahmed. Los juguetes siguen en su lugar, al igual que los pocos recuerdos que aún guarda de su familia feliz. Le da miedo encender la televisión, teme que cualquier día algún titular o alguna foto le dé malas nuevas.

“Soñaba con unos hijos lejos de la pobreza y con un gran futuro, ahora sabe que sangre de su sangre está matando gente. Eso es una pesadilla para él. No para de hablar del tema, y a diario reza para que vuelvan a sus brazos”, dice Ahmed.

No sabe nada de ellos. Ni siquiera en qué ciudad del “califato” se pueden encontrar. Ahmed y Hasan han viajado a Turquía, han estado semanas en la frontera contactando con combatientes de la zona, mostrando fotografías de los pequeños y de su mujer, pegados al teléfono a la espera de recibir una llamada. Fueron al hotel donde los pequeños y su progenitora habían pasado la noche anterior a que se les perdiera definitivamente el rastro.

La policía explica que legalmente esto es un “secuestro internacional”. Su mujer ha robado a los niños, a dos menores de edad, y se los ha llevado a otro país sin su consentimiento. En condiciones normales, añade la fuente, él denunciaría, se iniciaría un procedimiento judicial y los hijos serían repatriados.

“Tiene claro que eso es la tierra del islam, está convencida de todo lo que le han vendido. Yo no me puedo creer cómo ha podido acabar así”

“Siria ahora es un desgobierno, ni siquiera sabemos dónde están exactamente, no hay un sistema judicial en Damasco al que podamos recurrir para aplicar las normas internacionales. Es un país que está en estado de guerra desde hace cinco años, recurrir a la legalidad es entrar en un callejón sin salida”, intenta explicar.

Hasan lo tiene claro y por eso ha recurrido a todas las vías posibles. Los padres de ella están igual de sorprendidos y, según Ahmed, ella les contactó para saber de ellos, la intentaron convencer de que dé marcha atrás, pero solo recibieron un “no” por

respuesta. “Tiene claro que eso es la tierra del islam, está convencida de todo lo que le han vendido. Yo no me puedo creer cómo ha podido acabar así”, se cuestiona este amigo de la familia.

Cuando la autoridades belgas contactaron con las aeroportuarias y las turcas se dieron cuenta de que había una cuarta persona más en ese viaje. Tenían registrada una reserva de vuelo y de hotel para cuatro personas. Fátima también se había llevado a su

hermano adolescente. Parece que la familia Abaoud al completo estaba en la yihad.

Su hermano se llama Younes Abaoud. Es un chaval de 13 años de edad, también belga, del que Ahmed dice que era un chico inquieto y aventurero. “Estaba todo el día en la calle”, señala. Ahora la policía lo sitúa en Siria, especialmente después de que una foto suya fuera difundida en Twitter. Aparece sosteniendo un AK-47 con su mano izquierda, apuntando al cielo con su dedo índica derecho, y con un turbante en la cabeza.

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El padre de los Abaoud, Omar, originario de Marruecos y vendedor ambulante, habló con su hijo mayor poco antes de que se llevara a sus hermanos. Declaró a la policía que su hijo era el cerebro de este reclutamiento y confirmó que ella, de 33 años, su

hermano pequeño de 15, y los dos niños están en Siria, incomunicados.

El pasado diciembre, tras los atentados de Paris, en una cuenta de Twitter bajo el nombre de “Abu Sufian al belgikimohajir”, se publicó una fotografía de Younes, más delgado y vestido de uniforme militar, de nuevo con el dedo señalando el cielo, y en la

que se comentaba que Abdelhamid Abaoud – uno de los terrorista implicados en los ataques de Francia- es “un mártir” y su hermano “sigue vivo… y está de camino”.

“Vamos a por vosotros, hijos de la cruz”, amenazaba. El benjamín de los Abaoud estaría dirigiéndose ya a Europa para vengar la muerte de su hermano, uno de los presuntos organizadores de los ataques de Paris el pasado 13 de noviembre.

Abdelhamid tenía 28 años y era uno de los hombres más buscados de Bélgica, hasta que murió en el asalto en Saint-Denis una semana después de los atentados en Francia. Su padre había iniciado procedimientos legales en su contra por haber secuestrado a Younes. “Nunca le perdonaré haber reclutado a su hermano más joven. Hubiese preferido que se le capturase vivo, al menos tendría la esperanza de encontrar a mi hijo pequeño”, le comentó a la prensa.

En julio de 2015, el tribunal penal de Bruselas condenó a Abdelhamid, en ausencia, a hasta 20 años de prisión por secuestro. Ahora los padres, separados, siguen observando cómo sus hijos y sus nietos forman parte de un grupo terrorista que “mata niños e inocentes en aeropuertos, trenes, metros, campos de fútbol, etc.”, señala Ahmed.

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Según la fuente policial, Younes, del ala joven de Daesh, está siendo entrenado en Siria hasta ser totalmente radicalizado y “ahora es un individuo extremadamente peligroso”. Para él, su hermano “es un héroe” y quiere seguir sus pasos.

Y todavía hay un tercer hermano Abaoud. Las autoridades marroquíes anunciaron el pasado octubre su detención en la ciudad natal de su padre, en Agadir. Se había vuelto a Marruecos, pero las policía de ese país no ha dado muchos más detalles de la detención.

Sin embargo, los vínculos de este clan con el terrorismo no terminaron ahí. Abdelhamid mantenía una relación sentimental con su prima, Hasna Ait Boulahcen, según señala Ahmed. Ella tenía 26 años y se convirtió en la primera mujer kamikaze que se inmola en Europa. Lo hizo en Saint Denis: activó el chaleco de explosivos que llevaba durante un asalto de la policía francesa tras los ataques de Paris.

Con ella, la historia se repite: joven que le gustaba la vida, bebía alcohol, fumaba y le encantaba salir de fiesta. “No tenía ningún interés por la religión, no sabía ni lo que era un Corán”, comenta Ahmed. Pero de la noche a la mañana, se cubrió la cabeza con un velo, entre su vocabulario entraban referencias y agradecimientos a Dios, y empezó a estar todo el día pegada al teléfono, añade a fuente. “Seguramente estaría hablando con su primo”, predice.

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La policía está acostumbrada a recibir denuncias por la desaparición de jóvenes, chicos, que han viajado a luchar en las filas del autodenominado Estado Islámico. Este caso les ha sorprendido especialmente, señala el policía. Ella es una mujer nacida en

Bélgica, con estudios universitarios, preparada, y amante de las calles europeas, aunque con una especial admiración por mundo árabe.

Este policía aprovecha para señalar los lazos paternos que le unen a un país musulmán como Marruecos y exige a sus compatriotas que colaboren con el más mínimo detalle. “Muchos tienen miedo, sé de casos que han recibido amenazas de los extremistas autoproclamados directamente a sus teléfonos, exigiéndoles no hablar con los medios de comunicación”, informa.

En el país vecino, en Holanda, los últimos datos con los que cuenta la policía elevan a casi una cuarentena el número de menores de 16 años que habrían abandonado los canales de Ámsterdam de la mano de uno de sus progenitores y que viven ahora bajo

la opresión yihadista y sometidos a los bombardeos de la coalición internacional que busca parar la expansión de Daesh en Oriente Medio. Ataques aéreos a los que se sumó Francia el pasado diciembre tras la masacre de Paris, y a los que Bélgica también se adherirá ahora con el envío de cazas F-16.

Nadie sabe a ciencia cierta el número exacto de los que habrían “hecho la hégira” hacia el “califato”, aunque oficialmente, per cápita, Bélgica tiene el mayor número de combatientes extranjeros en Irak y Siria, más que cualquier otra nación europea. La

menor cifra sitúa a al menos 500 hombres y mujeres que habrían dejado el país para unirse al terrorismo de Daesh. Más de 100 habrían regresado a Europa, otra cifra que alarma ante la posibilidad de que ataquen en esta parte del continente.

Estas informaciones tan preocupantes, junto a los atentados de esta semana en la capital belga, sumados a los comunicados policiales que anuncian la localización de explosivos, armamento o banderas del grupo terrorista en diferentes casas de Bélgica,

encienden las alarmas y difuminan la fotografía de una ciudad pintoresca, animada y conocida por sus plazas, su europeísmo y su turismo. El país se está convirtiendo, según datos y hechos, en un terreno fértil de reclutamiento de combatientes yihadistas.

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