Miedo al futuro en Bruselas: "Se ha iniciado un nuevo capítulo incierto"
Bruselas está paralizada. Por el shock de los atentados terroristas de esta mañana, en el que han muerto al menos 30 personas y 130 han resultado heridas. Por el aumento del nivel de alerta terrorista al más alto, que ha vaciado las calles por las que solo transitan ambulancias, bomberos y policías. Y por el miedo al futuro.
Nicolas Willems, de 39 años, estaba aparcando en la sede de la radiotelevisión pública RTBF, donde trabaja como redactor jefe de Internacional, cuando su teléfono empezó a vibrar, notificación tras notificación. Las primeras explosiones habían reventado el hall de salidas del aeropuerto de Zaventem, en el que han muerto al menos 14 personas. Para Willems era "previsible" algún tipo de acción de venganza tras la detención el pasado viernes de Salah Abdeslam, el único terrorista sobreviviente de los atentados de París, pero no esperaba que ocurriese con esta "rapidez", como cuenta a El HuffPost por teléfono cuando las líneas dejan un hueco.
Este periodista, que constata "el estado de shock" que sacude hoy a Bruselas y que "se ha iniciado un nuevo capítulo incierto", reconoce que tiene miedo al futuro. Teme que la apacible vida en Bélgica comience a parecerse a la de Israel, donde una bomba te puede romper la vida mientras sales a tomar un café o llevas al niño a la guardería. "Hemos visto atentados en Malí, en Turquía, París, las redes están por todos lados y el ser humano se acostumbra. Entramos en algo, una etapa nueva, y no va a parar", reflexiona con toda la calma que es posible tener en una redacción pocas horas después de unos atentados. Su mujer y su hijo están por suerte a salvo y lejos, en el sur de Francia. Sus amigos y otros familiares también se encuentran bien.
Por qué las fuerzas de seguridad decidieron mantener el nivel de alerta antiterrorista en 3 (de 4), y no elevarlo al más alto tras la macrooperación del viernes es una de las cuestiones que planea este martes. "En los próximos días deberán asumirse responsabilidades políticas", opina también un directivo de banca belga que prefiere mantener el anonimato y que se pregunta lo mismo. Su oficina está a unos 200 metros de la estación de Maelbeek. Cuando él ha sabido de las explosiones en el aeropuerto a primera hora, ha decidido no tomar el metro y acudir a trabajar en bus. Ahora exclama también, como muchos a su alrededor, "¡¿cómo es posible que las autoridades no cerrasen el metro inmediatamente después de lo de Zaventem?!". "Se habrían ahorrado 20 muertos y un centenar de heridos".
"SON HERIDAS DE GUERRA"
"No vengan a Bruselas", pide el Centro de Gestión de Crisis belga en sus mensajes a la población. También recomienda no salir a la calle si no es imprescindible. A los trabajadores, que permanezcan en sus oficinas y centros de trabajo. Los niños en los colegios y guarderías y las autoridades piden que continúen allí. Las universidades están cerradas. Autobuses, metro y trenes están parados. Las fronteras se han cerrado, y el aeropuerto de Bruselas y las principales estaciones están clausuradas. Las líneas telefónicas han estado saturadas toda la mañana (las redes sociales -Facebook, WhatsApp, Facetime- han sido de gran ayuda para comunicarse). Los hospitales trabajan a destajo para atender a los heridos.
Un escenario distópico que de repente te azota con imágenes de lo bien que vivías ayer y lo poco consciente que eras de tus comodidades, reflexiona Willems.
Pierre Meys, portavoz de los bomberos de Bruselas, no encuentra palabras para contar a Le Soir lo que ha visto en la estación de Maelbeek. "Es la guerra. Es indescriptible. Muy difícil. Todo está destruido, en trozos. Hay unos 70 heridos. Son heridas de guerra. Tengo más de 40 años de oficio y es lo más grave que he visto".
Todos los hospitales de la región han reforzado sus servicios, según Meys, que relata también cómo dos hoteles han puesto sus instalaciones a su disposición para instalar servicios sanitarios para atender a los heridos más cómodamente.
Los mecanismos de crisis están en marcha en todo el país, en todas las instancias. En la banca, según el nivel de amenaza, el protocolo que se instauró tras los atentados del 11 de septiembre prevé entre otras medidas transferir los centros de datos a servidores seguros, y si no se puede acceder a las instalaciones, trabajar desde un local alternativo seguro o desde casa, explica el directivo.
UN NUEVO CAPÍTULO SIN RESPUESTAS SEGURAS
A estas horas, Bruselas comienza a moverse, nerviosa. Son las cuatro y media de la tarde. Todos los trabajadores y los niños que llevan el día encerrados tienen que empezar a volver a sus casas. Las estaciones y el tráfico ferroviario ha reabierto a las cuatro para que los miles de trabajadores que viven fuera de la capital salgan del bloqueo. Sin transporte público, se están organizando coches compartidos para llegar cuanto antes a sus destinos y evitar la calle.
Después, cuando pase el caos y el shock, "se inicia un nuevo proceso", reflexiona Willems. Volverá el eterno debate sobre la seguridad a costa de la pérdida de libertad. Tocará responder muchas preguntas, quizás algunas de difícil respuesta. Quiénes son, cuántos son en realidad, dónde están, cómo atraparles.
Mientras, inevitablemente, crece "el clima de desconfianza hacia el islam". "Las comunidades, de todo tipo, se cierran sobre sí mismas", explica el periodista bruselense, que señala sin embargo un lado positivo. "A medida que aumenta ese aislamiento, crecen también las iniciativas interculturales e interreligiosas para acercar a unos y otros". Ahora toca responder "inteligentemente", espera Willems, y "no estigmatizar a la comunidad musulmana, porque eso es lo que quieren los terroristas".