Generación Ninini: "Ni trabajamos, ni estudiamos, ni nos dejan"
"Tengo tres trabajos, estudio Periodismo y no llego a mil euros al mes", dice con rabia Diego, de 23 años, sentado junto a otros tres jóvenes precarios en el Foro Sueños Rotos organizado por la Fundación porCausa en el auditorio de La Caixa de Madrid. Todos han ido a contar sus historias personales pero, como se recuerda varias veces en el evento, "no son un caso aislado". Se acaba de proyectar en la sala el documental Generación NiNiNi, realizado por Gabriel Pecot, que cuenta con tres testimonios brutales de víctimas de la crisis.
Al acto, presentado por la periodista Soledad Gallego y moderado por Pilar Velasco, han acudido representantes de varias formaciones políticas - el Partido Popular no se encontraba entre ellos- y de distintas organizaciones que les escuchan desde la primera fila de las gradas esperando al final de los testimonios para pedir la palabra. "El futuro se trabaja ahora y con la juventud de ahora", reivindica acto seguido el presidente del Consejo de la Juventud Héctor Sanz.
De izquierda a derecha: Bruno, Almudena, la periodista Pilar Velasco, Diego y Desi.
A la izquierda de Diego, Desi se presenta como uno de los "casos raros" que tiene un trabajo fijo y "de lo suyo" a los 'veintipocos', a pesar de no llegar a los mil euros al mes. En su casa son cuatro y entra su sueldo y el de su madre, "que es una curranta". "¿Somos afortunados por tener un trabajo que no nos da para vivir?", se pregunta; "queremos 'lo normal': alquiler, luz, agua, comida... yo no tengo un jaguar en el garaje ni nada por el estilo". Tiene claro que su situación - y la de muchos jóvenes- se debe a "problemas de raíz que no se tratan". "Estamos a la deriva, no tenemos estabilidad para plantearnos un futuro", lamenta, "¿quién va a garantizar el Estado de Bienestar dentro de 20 años?". Percibe un problema clave: se ha normalizado la precariedad y la pobreza. "Eso de que nosotros o nuestros padres han vivido por encima de nuestras posibilidades y ahora lo estamos pagando es mentira. Me toca la moral esa afirmación. Mi madre es una curranta, ¿qué es lo que ha hecho? ¿hipotecarse para poder vivir en una casa con sus hijos?", reflexiona.
Almudena es la más joven de los cuatro: 19 años. Acaba de terminar bachillerato y no ha podido empezar la universidad porque no le dio la nota para lo que quería hacer, "y bueno, por las tasas, por supuesto". "Yo, como la chica que sale en el documental, me he sentido una carga para mis padres por no poder trabajar; y eso que soy muy activa buscando empleo. Me afecta que me llamen 'ni-ni' despectivamente", explica. "¿Quién ha dicho que no queremos trabajar ni estudiar? Otra cosa es que no podamos". Cuando se le pregunta por la emancipación se ríe: "¿Independizarse? ¿Qué es eso?". Acto seguido aclara que ella lo está deseando pero que le resulta imposible.
¿Cómo podemos llegar a una situación en que una persona joven se sienta una carga por formarse? Esta pregunta se la hace Bruno, estudiante de psicología de 22 años, tras escuchar a una de las protagonistas del documental que se siente mal porque sus padres le tienen que ayudar a pagarse la carrera. Él emigró a Inglaterra en busca de trabajo: "No me fui, me echaron; y allí me convertí en un 'spaniard'. Utilizaban este término despectivamente, como aquí 'sudaca'. Me decían que lo único que iba a hacer allí era servir cafés". No recuerda ningún mes en el que para su familia el día 15 no fuese ya fin de mes. Pocas personas de su generación pueden presumir de no tener algún amigo que haya tenido que emigrar en busca de futuro. "El joven emprendedor no existe. Existe el hijo del que ha emprendido", concluye.
Diego tiene una cosa clara: "Entre otros, el problema es la educación: parece que las becas van bien, pero solo lo parece. Dan becas a números, no a personas. Están mal organizadas", se queja. Ante el asentimiento de todos sus compañeros dice una frase que enmudece el murmullo de la sala: "Ahora mismo, para nosotros, vivir es un privilegio, comprar el pan es un privilegio". Asegura que cobra más trabajando los fines de semana en el McDonalds, -"el icono del capitalismo"- que en un trabajo profesional de periodista en el que echa muchas más horas; "el mundo profesional ya está montado. Se ha generado una 'sub-bolsa' de empleo en la que estamos los jóvenes y nunca salimos de ahí. Nos pagan con promesas, no con dinero".
Los cuatro se 'desnudan' así ante la sala, que escucha con interés sus testimonios. Todos coinciden en que uno de los problemas estructurales es la educación, que ahora mismo para los jóvenes es una utopía pensar en independizarse, que hay un problema en las universidades -el "estudia una carrera, que tendrás trabajo" les parece a todos un engaño-, que están pagando algo que ellos no se merecen y que esta situación pasará factura.
Desde las gradas, varios políticos piden la palabra para dar su opinión. Ignacio Urquizu (PSOE) pone de manifiesto la importancia de "enseñar menos conocimientos memorísticos y más destrezas" en la educación universitaria. Francisco Igea (Ciudadanos) lamenta que sea "la primera vez que los hijos vivís peor que los padres". En varias ocasiones recuerdan a los ponentes que "todos somos víctimas de la crisis, no sólo los jóvenes". El único que arranca los aplausos del público más joven es Alberto Rodríguez (Podemos) al animar a la sociedad civil a volver a salir a la calle por Educación y Vivienda, y presionar a los partidos (incluido el suyo).
Sólo una persona del público pregunta a los jóvenes qué es lo que querrían ver en los pactos de Gobierno. No es ningún político. Es Jorge Galindo, politólogo que colabora con el grupo de análisis Politikon. Algunos de los representantes de los partidos ya se han marchado. Todos los ponentes coinciden: una educación que les permita acceder a una bolsa de trabajo decente.