El particular concepto de silencio del PP
Un partido al borde del ataque de nervios. El PP vive un estado de convulsión interna tras una Semana Santa en la que se han sucedido un extraño cruce de acusaciones con el despacho de la Secretaría General como principal escenario y con la mente puesta en la Junta Directiva Nacional, el máximo órgano entre congresos y que no había sido convocado desde abril de 2013.
El Partido Popular siempre ha presumido de ser el partido más unido, de no airear las luchas internas, de no meterse en “líos” entre ellos, como suele decir el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, respecto al resto de formaciones políticas. Pero los populares han asistido estos días a una escalada de tensión en los despachos de Génova que ha estado a punto de quebrar la regla sagrada del silencio.
No obstante, el líder del partido ha salido este lunes a amansar lo que está ocurriendo. En una entrevista en RNE, Rajoy ha lanzado el mensaje de que el PP es un partido “tradicionalmente unido” y que está “contento” por el funcionamiento del mismo. Las discusiones internas, según el jefe del Ejecutivo, “no aportan nada”.
Los populares han vivido situaciones similares de convulsión de puertas para adentro, pero que luego no se trasladan ante las cámaras y sobre las que nadie está dispuesto a hablar en público. El ejemplo más claro fue la guerra de Irak, cuando muchos populares no estaban de acuerdo con la intervención, pero nadie se atrevió a discutir al entonces presidente, José María Aznar.
Como en aquel 2003, las aguas populares se revuelven en época preelectoral. Aquel año las movilizaciones ciudadanas contra la guerra se produjeron unos meses antes de las elecciones municipales y autonómicas -la cita donde más puestos políticos se reparten- y a un año de las generales.
En esta ocasión, la tensión tiene lugar a menos de dos meses de los comicios locales de 24 de mayo. El PP se juega mucho en las urnas, ya que nunca había reunido tanto poder territorial en España, y ahora ve cómo puede perder gobiernos autonómicos y ayuntamientos. Además, no son unas elecciones normales. Por primera vez se enfrentarán a un mapa político en el que los emergentes Podemos y Ciudadanos amenazan con romper el bipartidismo tradicional.
El resultado de las elecciones preocupa en Génova después de la debacle en Andalucía. Los populares han pasado de los 50 escaños en el Parlamento andaluz que consiguieron en 2012 a los 33 que obtuvieron el pasado 22 de marzo. Eso sí, el cruce de acusaciones ha tenido lugar mientras Rajoy estaba descansando en el Palacio de Las Marismillas en Huelva porque el silencio había reinado en público después de los comicios autonómicos.
De hecho, en la reunión de la dirección el día después de las andaluzas, según reveló El País, el presidente llegó a decir: “Que hable alguien”.
ARENAS VS. COSPEDAL
La partida de tenis interna ha tenido como protagonistas estos días a la secretaria general, María Dolores de Cospedal, y al vicesecretario de Política Autonómica y Local, Javier Arenas. Él fue quien le dio su primera oportunidad política cuando llevaba las riendas del Ministerio de Trabajo, pero la relación se agrió hace tiempo. Andalucía ha sido uno de los campos de batalla que han mantenido durante esta última etapa. Arenas apoyaba a Juanma Moreno para liderar el PP-A, mientras que Cospedal respaldaba al alcalde de Tomares (Sevilla), José Luis Sanz.
El pasado viernes, la portavoz del PP en Castilla-La Mancha, Carmen Riolobos, decía en un comunicado que el PP es “enemigo de intrigas e intrigantes” y lamentaba que no se podían permitir “personajes a los que les da igual lo que pase con su presidente o con sus órganos legítimos de dirección".
"Los que perdieron Andalucía, esos que no han ganado nunca o que no se han presentado a unas elecciones o, incluso, que no saben nada de política, se están dedicando a desestabilizar el Partido Popular", denunció. No citaba a nadie personalmente, pero era un ataque directo al sector de Arenas.
Durante esta legislatura, el PP ha vivido otros episodios de incomodidad entre familias a pesar de gozar de mayoría absoluta. Uno fue el proyecto de la ley del aborto, que enfrentó al sector más apegado a la Iglesia contra los que se sitúan más cerca del centro. En público, la única que se atrevió a posicionarse en contra ante Rajoy fue la vicepresidenta del Congreso, Celia Villalobos. También hubo tensión por la subida de impuestos y la política fiscal de Cristóbal Montoro, pero, entonces, solo Esperanza Aguirre y el PP madrileño alzaron la voz. El resto, piña con el presidente. Lo que diga el jefe.
La cúpula del partido, los barones y los parlamentarios tendrán mañana la oportunidad de hablar delante de Rajoy en la Junta Directiva. ¿Lo harán?