¿Se llegará a saber si son los restos de Cervantes? Esto dice la Ciencia

¿Se llegará a saber si son los restos de Cervantes? Esto dice la Ciencia

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Desde el punto de vista histórico, es una certeza. Desde el científico, sólo una posibilidad razonable de difícil verificación. El hallazgo de presuntos restos de Miguel de Cervantes en la cripta del Convento de las Trinitarias Descalzas no ha dejado satisfechos a quienes esperaban una confirmación al margen de toda duda.

Entre los expectantes se encontraba Carles Lalueza Fox, experto en ADN antiguo del Instituto de Biología Evolutiva del CSIC y la Universitat Pompeu Fabra, en Barcelona. Lalueza es uno de los integrantes del equipo multidisciplinar encargado del proyecto que ha rastreado los restos de Cervantes. Sin embargo, no ha llegado a entrar en acción. Su papel no era confirmar si el ADN de los huesos correspondía al autor de El Quijote, sino, una vez lograda una verificación de la identidad, comprobar si en el genoma del escritor podían encontrarse signos de una de las posibles causas a las que se atribuye su muerte. "Queríamos ver si éramos capaces de distinguir una serie de SNP [variaciones genéticas] y mutaciones que se han relacionado en estudios actuales con la capacidad de desarrollar diabetes de tipo 2", expone el investigador a El Huffington Post. "Pero se tenía que partir de la premisa de una identificación forense previa", aclara.

Lalueza confiesa que aún no se ha tomado una decisión respecto a la posible continuidad del proyecto en esta línea. El principal escollo es la mezcla de restos de distintos individuos y, por qué no, quizá varios de ellos diabéticos. Pero esto no implica necesariamente que la vía del ADN esté muerta. La edad de los huesos no es el problema; de hecho, Lalueza está habituado a muestras mucho más antiguas: en su currículo figuran el proyecto del genoma neandertal y la primera secuenciación de un ADN humano del Mesolítico de 7.000 años de antigüedad, publicado el pasado año en la revista Nature. El récord actual del ADN más antiguo secuenciado está establecido en unos 700.000 años, la edad de un caballo cuyo genoma se secuenció en 2013 a partir de un hueso hallado en Canadá.

EN BUSCA DEL ADN PERDIDO

La primera pregunta que cabe hacerse es si sería posible recuperar ADN legible de los restos atribuidos a Cervantes. Los genomas más antiguos analizados hasta ahora, como el del caballo, corresponden a muestras preservadas en suelo congelado. En cambio, los huesos del escritor, si lo son, han permanecido durante cuatro siglos encerrados en una cripta en el subsuelo madrileño. Y como resume a este diario la genetista arqueológica de la Universidad de Leicester (Reino Unido) Turi King, "la conservación del ADN depende menos de la edad de los restos y más de las condiciones del enterramiento".

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Reducción ósea en la que se ha localizado a Cervantes

King es la codirectora de un estudio que guarda cierto paralelismo con el caso de Cervantes. En 2012, la Universidad de Leicester dirigió un ambicioso proyecto arqueológico destinado a localizar la tumba del rey inglés Ricardo III, cuyo rastro se perdió cuando desapareció el convento franciscano donde el monarca fue enterrado después de su muerte en batalla. La excavación de un aparcamiento en el antiguo enclave del convento desenterró un esqueleto que fue sometido a pruebas exhaustivas, incluyendo estudios de ADN. En 2013, los responsables del proyecto anunciaron que habían encontrado al rey, y al año siguiente los resultados se publicaron en Nature Communications.

El proyecto de Ricardo III culminó con el éxito que se espera de una potencia científica mundial. Pero es justo reconocer que este caso contaba con claras ventajas respecto al de Cervantes: en el aparcamiento de Leicester se descubrió un solo esqueleto, cuya morfología coincidía con la del rey. "Estaba claro que todos los huesos pertenecían a un solo individuo, en contraste con el revoltijo de huesos hallados en el caso de Cervantes", expone el también codirector del estudio, el genetista Michael Hofreiter, de las Universidades de York y Potsdam (Alemania). Además, "la conservación del ADN en Madrid posiblemente sea peor que en Leicester, ya que hace más calor", añade Hofreiter. Un factor adicional que influye en la preservación del ADN es la acidez del suelo, aporta Gloria González-Fortes, genetista española que participó en el proyecto de Ricardo III desde la Universidad de York. "Lo ideal para conservar el hueso es un terreno calizo (alcalino), a baja temperatura y sin exposición al aire ni a la luz", puntualiza la investigadora.

Con todo esto, no se puede asegurar que los presuntos vestigios de Cervantes rindan un ADN aprovechable. Ninguno de los expertos consultados por El Huffington Post se muestra especialmente optimista basándose en el aspecto de los fragmentos. González-Fortes advierte que supondría una inversión considerable sin ninguna garantía de éxito. Pero para Hofreiter, el único resultado conocido es el de no hacerlo: "Es difícil saberlo sin intentarlo".

FALTAN PARIENTES

Supongamos una extracción exitosa de ADN. Nuestras células contienen material genético en dos bolsillos diferentes, el núcleo y las mitocondrias. En el primero se encuentra un total de 46 cromosomas distribuidos en 23 pares. Uno de estos pares determina el sexo: XX en las mujeres, XY en los hombres. Del resto de cromosomas, llamados autosómicos, recibimos 22 de nuestro padre y otros tantos de nuestra madre. Pero además de este ADN nuclear, las mitocondrias, compartimentos celulares que actúan como centrales energéticas, tienen su propia cadena genética. Esta se hereda por línea materna, ya que el embrión retiene las mitocondrias del óvulo.

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En el caso de Ricardo III, se comenzó estudiando el ADN mitocondrial. "Las posibilidades de recuperar ADN mitocondrial intacto son generalmente más altas que para el ADN nuclear", apunta el biólogo molecular forense Walther Parson, de la Universidad Médica de Innsbruck (Austria), que también ha participado en el proyecto de Ricardo III. Parson apunta que, sin embargo, el ADN mitocondrial es inútil si no hay un patrón de comparación; es decir, un pariente de Cervantes por línea materna. En el caso del monarca británico, recuerda Hofreiter, "los genealogistas encontraron dos parientes vivos de Ricardo III por línea materna, pero no los hay en el caso de Cervantes". El escritor compartía ADN mitocondrial con todos sus hermanos y hermanas, pero no con su única hija, que portaría el materno.

El cromosoma masculino Y también permite establecer parentescos. Cervantes compartía esta herencia paterna con sus hermanos varones, pero no existen descendientes vivos del escritor que conserven su primer apellido, lo que indica que su cromosoma Y se perdió en algún momento de la historia. En cuanto al resto de los cromosomas, los autosomas, contienen marcadores genealógicos; pero según Parson, no sirven para vincular a un personaje del siglo XVII con posibles descendientes actuales: "Los marcadores autosómicos de uso forense no pueden resolver esta cuestión, ya que la señal se diluye demasiado a lo largo de las generaciones". El motivo es que los autosomas paterno y materno del mismo par intercambian material genético durante la producción de los espermatozoides y los óvulos.

¿Significa esto que está todo perdido? Resumiendo el estado de las muestras y la falta de patrones de comparación, González-Fortes admite que la vía del ADN es "difícil de seguir". "Existe la opción de buscar una coincidencia de ADN con los restos del osario donde se enterró a su hermana, si en este no hubiera muchos huesos", sugiere la investigadora. "Pero es una opción con poca probabilidad de éxito".

RASGOS FÍSICOS EN LOS GENES Y LA DIETA EN LOS HUESOS

La comparación de secuencias no es la única información que podría proporcionar el ADN. En el estudio de Ricardo III, los investigadores relacionaron algunos de sus genes con rasgos físicos del rey en un retrato, como el color del pelo y de los ojos. Esto nunca aportaría una prueba definitiva de forma aislada, pero sería un indicio a sumar a una posible presencia de, por ejemplo, los marcadores de diabetes de tipo 2 que Lalueza esperaba encontrar. Para ello, señala González-Fortes, "sería necesario disponer de un genoma de calidad".

Con todo lo anterior, el panorama no parece muy halagüeño. Pero King recuerda que "es importante reunir todas las líneas diferentes de pruebas, de las cuales el análisis de ADN es solo una". Y al resto de enfoques del proyecto de Cervantes, como el histórico o el arqueológico, hay que sumar algo más que la analítica puede aportar. Hoy es posible examinar los isótopos, las variantes de los átomos en el hueso o los dientes, y relacionarlos con datos biográficos, como la región en la que habitó el personaje o qué tipo de dieta consumía. En el caso de Ricardo III, este análisis permitió a los investigadores confirmar su origen en Northamptonshire y deducir que a la edad de siete años había abandonado esa región para desplazarse hacia el oeste. En el estudio, publicado en la revistaJournal of Archaeological Science, los científicos revelaban también que en sus últimos años el monarca bebía abundante vino y consumía con preferencia aves de caza y pescados de río.

La autora responsable del trabajo, la geoquímica Angela Lamb, del British Geological Survey, explica qué sería preciso para que el análisis de isótopos pudiera proporcionar algún indicio que permitiera vincular datos biográficos de Cervantes con alguno de los restos hallados: "Si se hubieran conservado los dientes, hay más potencial, ya que el esmalte dental es más robusto que el hueso; pero dado que los dientes se forman en la infancia, esto solo daría una imagen de la ubicación y la dieta en la niñez". Para que el hueso fuera aprovechable, prosigue Lamb, sería preciso recuperar colágeno en buen estado de conservación. Si esto fuera viable, "el análisis de los isótopos de carbono y nitrógeno podría proporcionar un boceto de la dieta habitual en la edad adulta". ¿Duelos y quebrantos los sábados, lantejas los viernes?

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