Lo que cuesta ser un diputado 'díscolo'

Lo que cuesta ser un diputado 'díscolo'

GTRES

Comienza la votación. Los diputados de los grandes partidos miran a uno de sus compañeros, que alza la mano y hace una señal para indicar el botón que deben apretar. Unos segundos que marcan muchas veces el futuro de millones de ciudadanos. Pero no en todas las ocasiones coincide lo que piensan y lo que su formación les ha ordenado pulsar.

La semana pasada la vicepresidenta del Congreso, Celia Villalobos, pedía ante Mariano Rajoy y la cúpula popular en la reunión del Comité Ejecutivo Nacional libertad de voto cuando se debata la reforma de la ley del aborto ideada por el ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón.

No es una situación nueva para la que fuera alcaldesa de Málaga, que ya se ha desmarcado de lo propuesto por su partido en otras votaciones como sucedió con la ley del matrimonio homosexual del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. Su postura ha provocado la reacción de compañeros como la polémica Beatriz Escudero, quien le ha recordado que la disciplina de partido indica claramente cómo se debe actuar y que los programas electorales hay que asumirlos.

¿Qué pasa en estos casos? Los dos grandes partidos, PP y PSOE, tienen reglamentos para acotar al máximo estas situaciones. La norma de funcionamiento, según explican a El Huffington Post desde el PP en el Congreso, pertenece al “ámbito interno”. La dirección del grupo parlamentario estudia cada caso cuando se produce y se fijan sanciones en función de cada uno.

Para los diputados díscolos, los populares tienen establecidas multas que van desde los 100 hasta los 500 euros.

MULTAS DE HASTA 600 EUROS EN EL PSOE

En las filas rivales, los socialistas también tienen un reglamento. El control disciplinario de los grupos parlamentarios del PSOE en el Congreso, en el Senado y en el Parlamento Europeo, según argumentan desde el partido, “vela por la fidelidad de la posición política de grupo y el régimen de votaciones, por la adecuada asistencia a los trabajos parlamentarios y por el respeto a la cortesía parlamentaria”.

Las sanciones pueden ir desde la advertencia por escrito por no ir a las reuniones internas de trabajo hasta los 600 euros por las ausencias no autorizadas a votaciones en el Pleno que requieran mayorías cualificadas o que tengan singular importancia. Con esta misma cantidad se puede sancionar a aquellos que emitan un voto contrario a la orientación acordada por el grupo cuando se haga de forma voluntaria.

Para que un diputado socialista obtenga la autorización de ausentarse de una votación tiene que solicitarlo por escrito al menos con 48 horas de antelación.

El PSOE prevé, no obstante, poder acordar “excepcionalmente” la libertad de voto por razones de conciencia tras escuchar las razones de los parlamentarios que lo soliciten.

¿QUÉ PASA EN OTROS PARTIDOS?

En Izquierda Unida no tienen establecido un reglamento como en los dos grandes partidos ni un régimen sancionador, según explican desde la federación. IU forma parte del grupo de la Izquierda Plural, donde conviven también con diputados de ICV y de la Chunta. Lo que sí hacen es establecer un “protocolo” entre los distintos partidos para clarificar que cada formación tiene libertad para votar lo que considere oportuno.

Este mecanismo se desarrolló también en la anterior legislatura cuando integraban el grupo parlamentario junto a ERC. Siempre ha funcionado “muy bien”, añaden, este sistema entre ellos a la hora de fijar la posición.

Dentro de IU no se han dado casos de emisión de votos diferenciados. En cambio, sí han sucedido, “con toda normalidad”, episodios de sufragios opuestos entre los partidos del grupo. Esto suele acaecer principalmente en temas de carácter “territorial”.

En el grupo parlamentario de CIU tampoco hay reglamento y las posturas se fijan en la reunión que mantienen semanalmente, recuerdan fuentes nacionalistas, que especifican que nunca se ha roto la disciplina de partido.

CiU ha dado libertad en alguna votación en temas que “afectan a la conciencia”. Esto sucedió en el debate de la reforma de la ley del aborto del anterior Gobierno socialista. En la Cámara Baja, siete parlamentarios del grupo -tres de CDC y cuatro de UDC- se posicionaron en contra, dos votaron a favor y se registró una abstención.

Cuando hay debate sobre un tema, “se dialoga” tanto en las reuniones del grupo como en las ejecutivas de los partidos para buscar una posición, remachan desde CiU.

Oficialmente no hay en el PNV un reglamento de funcionamiento en el Parlamento, señalan los peneuvistas, entre los que no se ha dado la situación de votaciones contrarias. En la reunión que mantienen los martes se decide la postura y “siempre se ha respetado”. Sí existe una sensibilidad en este grupo de dar libertad de voto cuando se tratan cuestiones “sensibles”.

YO SOY REBELDE (Y DEL PP)

A pesar de que este rígido sistema ha funcionado casi inalterablemente a lo largo de los años, se han producido casos en el Parlamento en los que algunos diputados se han rebelado contra las directrices dadas. Los populares vieron a Villalobos votar a favor de la ley de matrimonio homosexual en 2005 y también posicionarse a favor de tramitar una ley sobre las parejas de hecho en 1997. Entonces el PP le castigó con el pago de 50.000 pesetas.

No hizo caso a sus jefes asimismo el senador popular Juan Morano, que votó a favor de las enmiendas presentadas por la oposición durante el debate de los Presupuestos Generales del Estado en 2012 para mantener las ayudas del carbón. La cosa fue a mayores y el parlamentario leonés protagonizó una guerra de titulares con su partido. Todo ello le llevó a pedir la baja y pasó a formar parte del grupo mixto en la Cámara Alta.

La defensa de los intereses de sus circunscripciones hizo que rompieran la disciplina de voto los murcianos Arsenio Pacheco y Alberto Garre, quienes se opusieron a la toma en consideración de la reforma del Estatuto de Castilla-La Mancha, que incluía el fin del trasvase Tajo-Segura en el año 2015. El agua pudo con la sequedad del voto.

El exministro de Defensa Federico Trillo también le salió ‘rana’ una vez al PP. El hoy embajador de España en Reino Unido votó intencionadamente en 2005 contra la reforma de la ley del divorcio cuando su grupo había ordenado abstenerse.

ENCONTRONAZOS SOCIALISTAS

El pasado mes de octubre los diputados del PSC rompieron por segunda vez la disciplina de voto en el Congreso con motivo de una iniciativa sobre la consulta soberanista. En aquella ocasión se abstuvieron en una moción de UPyD, que contó con el voto a favor del PSOE y que defendía que el ‘derecho a decidir’ es de todo el pueblo español.

De esta manera, los socialistas volvían a vivir la crisis interna que se había producido ya en febrero del pasado año cuando los diputados catalanes decidieron apoyar mociones de CiU y la Izquierda Plural a favor de la consulta catalana -trece dijeron sí y la exministra Carme Chacón no participó en la votación-. Esto les costó 600 euros y supuso el máximo desencuentro entre el PSOE y el PSC en el Palacio de las Cortes.

Este mismo jueves se ha vivido una situación de tensión dentro del PSC en el Parlament catalán al desobedecer tres de sus diputados y votar a favor de que el Gobierno ceda las competencias a la Generalitat para celebrar la consulta catalana. La dirección de los socialistas catalanes les ha pedido que renuncien a su acta. Un nuevo capítulo de división.

Pero no solo la cuestión catalana ha provocado posturas contrarias a la oficial. El diputado Antonio Gutiérrez (exsecretario general de CCOO) no apoyó la reforma laboral del Gobierno de Zapatero y tampoco secundó la modificación de la Constitución para establecer el principio de equilibrio presupuestario. Públicamente expresó lo que muchos de sus compañeros pensaban pero no se atrevieron a hacer.

La relación con la Iglesia es otro motivo que siempre causa situaciones complicadas dentro del PSOE. Por ejemplo. en noviembre de 2005, un grupo de diputados del PSOE se saltó las órdenes y apoyó una iniciativa en los presupuestos contra la financiación estatal de la Iglesia.

Todos ellos en un momento decidieron anteponer la lealtad a su pensamiento al voto dirigido por el partido. Una libertad que sale cara si se piensa en euros.