Barbara Hendricks: "Soy una indignada, sufrimos malnutrición intelectual"
A Bárbara Hendricks (Stephens, Arkansas, 1948) no le gusta el ruido. La soprano, un referente musical desde hace décadas, considera que cada vez es más insoportable. El ruido está en todas partes, sobre todo en la mediocridad de la política, pero también en el éxito de grandes empresas y medios de comunicación, que según ella están creando un ejército de ciudadanos que se comportan todos de manera idéntica. Hendricks está enfadada porque a veces no le permite escuchar a su querido Franz Schubert, un autor que a su vez le permite escucharse a sí misma.
Nació en el EEUU de la segregación racial, es ciudadana sueca, pero vive en Suiza, y saca su nervio de esa indignación. A lo largo de su vida, ha puesto su célebre garganta (que tanto canta un lied o un aria como improvisa un jazz o un soul) al servicio del activismo, especialmente como embajadora de ACNUR. Su compromiso social la hace colaborar con la fundación Mujeres por África, nacida del esfuerzo personal de la exvicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega, que este lunes y martes celebra un encuentro internacional en Madrid.
-La crisis económica está llevando a muchos Gobiernos a recortar en ayuda al desarrollo. ¿Qué consecuencias tendrá?
No sólo las tendrá para África. La austeridad es el camino equivocado, el que no hay que tomar. No entiendo cómo los Gobiernos pueden estar tan hechizados como para pensar que la austeridad va a solucionar los problemas de ciudadanos que no fueron los causantes de esos problemas. Los que son responsables de nuestra última crisis, la de 2007, son gente que se comportó de una manera que ni es ética, ni moral, ni honesta. Ninguno de ellos ha pagado por eso, ninguno ha ido a la cárcel.
-No parece sólo una cuestión de números o gasto público. Para muchos, las tragedias en las costas de Lampedusa y del sur del Mediterráneo muestran además a una Europa insolidaria.
Si queremos evitar este tipo de catástrofes necesitamos desarrollo. No conseguir que esa gente se quede en casa, sino hacer su casa un poco más rica. Si no se irán a otros sitios de manera ilegal, serán maltratados. Pero vivimos una epidemia de mediocridad en el liderazgo. No sé qué ha pasado con esta generación de líderes, pero podemos darla por perdida. Cuando la extrema derecha crece y puede ganar elecciones, en vez de decir que es el camino equivocado, hacen sus políticas. No es la Europa que queremos y nos importa, no es la Europa de la que quise ser ciudadana. La Unión Europea se fundó sobre la paz, los derechos humanos, vivir juntos y la solidaridad. No es lo que tenemos hoy.
-¿Están en peligro esos principios fundacionales?
Sí, salvo por la gente que está en la calle. Estaría muy asustada si no hubiese un movimiento cívico, pero lo hay. La juventud española está liderando el camino a nivel europeo. En Suecia es otra cosa porque los tiempos no son tan malos. En Francia, por ejemplo, siempre están dispuestos a manifestarse. Puede que no sean a veces muy ordenados, pero al menos están dispuestos a dar la batalla por sus derechos y responsabilidades civiles. Como dice María Teresa [Fernández de la Vega], el cambio vendrá de la gente. Por ese motivo no estoy tan descorazonada, aunque cuando escucho hablar a los líderes europeos se me ponen los pelos de punta.
-En varias ocasiones ha dicho que se sentía una refugiada en su propio país, EEUU, por la segregación racial. También es una gran admiradora de Nelson Mandela, un claro ejemplo de liderazgo.
Todo el mundo hubiese entendido que tras estar en la cárcel durante tanto tiempo buscase venganza, pero estuvo por encima de eso. No hizo lo que le pedía el corazón, o quizás estaba tan evolucionado que ni sintió la necesidad. Dejó todo a un lado y pensó “quiero hacer lo que sea mejor para mi pueblo”. Mandela es un ejemplo que no ha sido seguido ni siquiera por su propio pueblo. No tenemos líderes como él. En vez de eso, tenemos gobernantes con una gran falta de inteligencia, de visión, pero sobre todo de agallas. Están muy necesitados de la cercanía al poder, pero el único motivo para querer poder es para hacer algo con él.
-No para atesorarlo.
Claro, pero además, ¿cómo puedes disfrutarlo cuando tienes ese miedo a perderlo? Quizás cuando tienes 20 años idealizas a Olaf Palme o Willy Brandt y a la gente que quiso construir Europa, una sociedad justa. Pero eran grandes líderes.
"DIGAMOS EXACTAMENTE LO QUE PENSAMOS"
-También en el país en el que nació sufren una falta de liderazgo.
La que se autoproclama la mejor democracia del mundo estuvo tres semanas con el Gobierno cerrado y casi en bancarrota, lo que hubiera tenido fatales consecuencias para el mundo. Y eso ocurre porque la democracia en EEUU no está funcionando. Los parlamentarios no votan según lo que quieren los que los eligieron sino que lo hacen en función de quién les pagó para poder llegar hasta ahí.
-Y esa gente es la que se permite espiar casi sin límite al resto del mundo, violando incluso sus derechos.
Una de las cosas que más me sorprende es este tipo de Gobierno de estilo secreto, de gente que decide cosas por ti sin que tú lo sepas. Ya que nos escuchan de todas maneras, sugiero que todos digamos exactamente lo que pensamos. Hay que decirlo, que nos escuchen en nuestras conversaciones telefónicas decir que lo que está pasando en EEUU es inaceptable.
-En alguna ocasión ha dicho que los derechos humanos y las artes no son en realidad tan diferentes, porque ambos afectan al corazón de la misma manera. ¿Escuchar música nos hace mejores?
No diría que la música que escuchas determina la clase de persona que eres, pero por supuesto tu alma vibra de manera diferente si escuchas música o escuchas ruido. A través de la música y el arte hay momentos en los que puedo volver a mí misma, escuchar a mi propia voz interior. El ruido y el estrés hace difícil que escuchemos nuestra propia voz y recuperar lo que es nuestro, nuestra voz, los gobiernos de la gente y para la gente.
-¿La juventud está muy expuesta al ruido?
Los medios de comunicación quieren decidir lo que los jóvenes consumen, cómo visten, qué comen. Tenemos que dar un paso atrás y dejar a los jóvenes que tengan su propia voz.
-Es usted una indignada.
[Ríe, pero en seguida se pone seria] ¡Desde luego que lo soy! Se está destruyendo tanto sin que haya nada debajo... No tiene sentido. Sufrimos una malnutrición intelectual y cultural. Los jóvenes necesitan pensamiento crítico.