La nueva "mayoría" de Julio Anguita: "¿Volver a la política? Nunca me he ido"
No necesita referentes porque no es "como los militares malos, que en el campo de batalla se preguntan qué habría hecho Julio César". Sólo lo que ya sabe, lo que está pasando y las ganas de llamar a la "acción". Bajo el paraguas del Colectivo Prometeo, en cuya web ha publicado un manifiesto titulado "Somos mayoría", Julio Anguita (Fuengirola, Málaga, 1941) regresa de la mano de un nuevo "movimiento político". Objetivo: influir en el poder como no puede ya Izquierda Unida, donde "los valores se han ido perdiendo".
-¿Vuelve usted a la política?
No vuelvo. Nunca me he ido. He estado en política siempre y seguiré estando. No se trata de volver a las instituciones por mi edad, por la salud y porque segundas partes nunca fueron buenas. Hago una propuesta sobre lo que en mí ha sido siempre una constante: la elaboración colectiva de un programa para formar una sólida mayoría.
-En 1996 y con usted como candidato, Izquierda Unida alcanzó su mejor marca electoral con 21 diputados. ¿Es posible reeditarla o ampliarla en base a esa "sólida mayoría?
Los términos electorales vendrán después. Ahora quiero crear una fuerza que pese en el poder. La mayoría existe. Todo el mundo tiene un parado en casa, lo está pasando mal, tiene una hipoteca que le cuesta pagar. Somos mayoría, pero no tenemos conciencia de serlo.
-¿Por qué la izquierda no es capaz de entenderse con esa mayoría? El PSOE...
[Interrumpe] Me habla del PSOE como si fuese izquierda.
-¿Es un error?
Sin duda. Cuando la socialdemocracia abandona el marxismo, toda la política hecha desde entonces... no tiene nada que ver con la izquierda. Ocurre también con algunos sectores de izquierda Unida. Se llegó a un punto de "esto es lo que hay, no podemos cambiarlo, pero intentemos mejorarlo un poquito y participar de la esencia divina de los cargos". Lo mismo pasó en los sindicatos. Se dedicaron a gestionar el sistema.
-La izquierda está de retirada.
Nosotros hemos perdido la guerra. Hemos sido derrotados en el campo de batalla. La izquierda en España no existe. Está en un estado de catalepsia. Siente vergüenza de decir las cosas. En IU tuvimos debates duros, pero que había que tener. Sobre la barbaridad del Tratado de Maastricht [que fija los criterios para entrar en la unión monetaria], sobre la competitividad o el mercado. Pero ya se pretendía renunciar a la cosmovisión de una izquierda consecuente. Después de los [Felipe] González de turno vinieron los Anthony Giddens [autor de la llamada tercera vía para el laborismo británico], los Tony Blair... y acabaron con lo que quedaba. Confundieron modernidad con ordenadores y ofimática. Puede ser doloroso, pero hay que ir a las raíces.
-¿Y qué haría hoy si aplica "las raíces"?
¿Lo primero? ¡Fuera del euro! O nos salimos, o nos echan, o se va Alemania. O bien se hace una Unión Europea política, económica, fiscal, de convergencia económica y social. Entonces sí se darían las condiciones, sí habría un euro que funcionase. En segundo lugar: la economía hay que supeditarla al poder político. Es una ciencia, que tiene sus ritmos, su estructura no ética... No tengo ningún problema con eso, pero siempre a partir de unas directrices. Esto es volver a la izquierda.
-¿Y los bancos? El Gobierno está a punto de pedir un rescate que...
No siga usted. ¡Nacionalizarlos! Ipso facto. Y no para devolverlos sino para crear una banca pública.
-¿Cómo va a hacer que esto cuaje?
Imagínese una manifestación multitudinaria un día y otro también, por ejemplo. Hay que poner el peso en la balanza de poder. En política, lo único importante es la correlación de fuerzas. La política es fuerza, no cantos angélicos. Cuando una fuerza política se organice, concrete sus ideas, se convierta en un poder fáctico... Es lo mismo que hace el Santander o el BBVA y yo ni me asusto ni lo denuncio. Hablar de la justicia o la objetividad de las normas es hablar de algo que no es cierto. La Constitución la manejan quienes tienen el poder.
-Cuando habla de manifestarse un día sí, otro también, me hace pensar en los indignados.
Forman un movimiento interesantísimo. Ha movilizado a la sociedad, a una parte, porque a otra no la movilizas ni a cañonazos. Pasa como los cohetes para lanzar los satélites. Se ha quemado uno, pero el segundo no ha entrado en ignición. Ahí entramos nosotros. Si al final de este proceso, con los indignados y los que no lo son, sin que nadie pierda su identidad, tenemos un programa, empezaremos a cambiar las cosas.
-Un "programa, programa, programa" en el que no sobra nadie.
Necesitamos cohesión. A una sociedad la cohesiona el imaginario colectivo y unos valores. En estos últimos años ha primado el pelotazo y el ladrillo. Han cohesionado a la sociedad. Ahora tenemos que hacerlo de otra manera.
-¿Es usted un indignado?
Me he sumado al movimiento, pero soy crítico, lo que no quiere decir un saboteador. No he visto ahí a los obreros, a los hijos de los trabajadores. Es un movimiento de gente joven, profesionales, inteligente, ahora con los yayoflautas, pero no ha pasado de una determinada capa social. No es una imputación, en todo caso lo es hacia los que no están y muy grave. Con un programa más concreto, discutiéndolo, podemos sumar a más gente.