Finanzas responsables: la solución está en la prevención
La realidad está mostrando que, en momentos de crisis, las normas diseñadas en escenarios sin estrés pueden resultar inadecuadas cuando las condiciones "normales" se desvanecen. Hoy es momento de corregir errores y abusos del pasado.
Qué duda cabe que los desequilibrios existentes en el marco regulatorio e institucional en materia de transparencia y protección al cliente financiero han contribuido a que los efectos de la crisis financiera internacional se hayan magnificado en muchos países, desarrollados y en desarrollo. Estos días en España tenemos una muestra de esta afirmación en el debate abierto sobre las rigideces y el anacronismo de algunas de las reglas de juego recogidas en nuestro ordenamiento jurídico en relación a las ejecuciones hipotecarias (desahucios) que están alcanzando, hoy sí, cotas alarmantes.
La realidad está mostrando que, en momentos de crisis, las normas diseñadas en escenarios sin estrés pueden resultar inadecuadas cuando las condiciones "normales" se desvanecen. Hace unos meses, el foco estaba dirigido a las participaciones preferentes vendidas y compradas de forma indiscriminada por entidades financieras y clientes poco informados, respectivamente. Dichos desequilibrios normativos, acompañados de malas prácticas inaceptables y de las fuertes debilidades en el nivel de educación financiera de la población, han agudizado aún más el problema, destrozando las finanzas familiares de muchos hogares.
Hoy es momento de corregir errores y abusos del pasado, pero las soluciones no deberían centrarse exclusivamente en el tratamiento de las heridas (que también) sino fundamentalmente en la prevención. Y, como si se tratara de un problema de salud pública -salud financiera- un sistema responsable debe esforzarse tanto en curar como en prevenir: en la prevención está la clave.
Un trato justo y unas condiciones claras contribuyen a un mejor funcionamiento de las relaciones entre entidades financieras y clientes, y promueven comportamientos que se traducen en una apuesta segura en el corto y, sobre todo, en el largo plazo. Fomentar la protección de los clientes es una estrategia ganadora para todos los agentes implicados (familias, entidades financieras, autoridades) y exige que todas las partes desempeñen su papel y asuman plenamente sus responsabilidades. La co-responsabilidad, ejercida en un entorno con unas reglas adecuadas y completas, será clave de hoy al futuro, sobre todo cuando ha quedado demostrado que el escenario alternativo no funciona.
Las autoridades deben diseñar y vigilar el cumplimiento de unas reglas de juego claras, justas, completas e inequívocas, y garantizar la institucionalidad necesaria para el adecuado ejercicio de estas normas. Las entidades financieras deben situar la transparencia y la protección al cliente entre sus prioridades estratégicas (en realidad, el cliente debería estar en el centro). Los clientes, por su parte, deben "comprar" responsablemente, asumiendo las implicaciones en el largo plazo de las decisiones financieras tomadas hoy, y cumplir con una deseada autoprotección mediante el ejercicio de sus derechos y obligaciones.
La miopía financiera inherente al ser humano nos impide sistemáticamente tomar decisiones financieras integrando en la fórmula todas las variables y escenarios posibles/probables del futuro, incierto por definición. Si a esta miopía sumamos las deficiencias normativas y las identificadas en prácticas bancarias en lo referente a la definición y cumplimiento de los requisitos mínimos de transparencia (información precontractual, contratos de adhesión, precios, información periódica), prácticas de venta responsable (idoneidad de perfiles y productos, formación de empleados, publicidad), resolución de conflictos (mecanismos de reclamaciones), y seguridad y protección (personal y transaccional), tenemos todos los ingredientes para el surgimiento de graves crisis de confianza como la que hoy sufrimos.
Ahora bien, imaginemos cuál es la situación en realidades en las que el marco regulatorio en materia de protección y transparencia es totalmente inexistente, como ocurre en no pocos países de América Latina y el Caribe, por señalar casos concretos que conocemos bien. Allí, los legítimos esfuerzos por mejorar los niveles de inclusión financiera de la población (por ejemplo, mediante el desarrollo de las microfinanzas) pueden resultar en un importante foco sobre endeudamiento y abusos si no se acompañan de unos mecanismos mínimos de transparencia, protección y educación financieras, sean éstos originados en la autoridad o, como también ocurre, promovidos por la propia industria financiera.
Son muchos los actores que apuestan hoy por el fortalecimiento de los mecanismos de transparencia, protección al cliente y educación financiera. A nivel internacional, la educación financiera es reconocida por la OCDE como una importante y necesaria herramienta de desarrollo, que no termina de encontrar su ubicación en los currículos escolares, en los medios de comunicación o en instancias proveedoras de servicios públicos al ciudadano. El fortalecimiento de la transparencia, protección al cliente y educación financiera es hoy tema de especial interés para el Banco Interamericano de Desarrollo, el Banco Mundial y muchos otros organismos financieros internacionales que trabajan por el desarrollo de los países del Sur.
En España, donde nos encontramos esperando los resultados del piloto sobre educación financiera del próximo informe PISA, que nos permitirá conocer el nivel de comprensión financiera de nuestros jóvenes, el protagonismo y responsabilidad en esta materia es asumido por la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) y el Banco de España, ejecutores del Plan Nacional de Educación Financiera 2008-2012. Y no son pocas las entidades financieras que, a título individual, y desde sus áreas de responsabilidad social corporativa, han incorporado interesantes programas de educación financiera para diferentes segmentos de población. Pero, como señalábamos antes, la clave está en la prevención, y ésta se construye con tres ingredientes: transparencia, protección y educación.
Con estos antecedentes, desde Fundación Afi queremos contribuir a clarificar conceptos, responsabilidades y roles, para lo que os invitamos a una jornada, abierta y gratuita a quien desee acompañarnos el próximo 28 de noviembre, con el objetivo de difundir los retos y responsabilidades para el ejercicio de una finanzas responsables, sustentadas en la protección al cliente, la transparencia y la co-responsabilidad. ¡Os esperamos!