Los cambios económicos están generando una creciente complejidad en los procesos, los instrumentos y los mercados financieros, al tiempo que enfrentan a los usuarios a un abanico de opciones y decisiones más amplio, complicado, en muchas ocasiones incomprensible y, desde luego, con mayores riesgos. La educación económica y financiera adquiere, por ello, cada vez más importancia.
La educación financiera es una herramienta necesaria para mejorar nuestra comprensión de todo esto que se nos viene encima, o más bien, que ya está aquí. Para elegir mejor, para distinguir entre una creciente variedad de alternativas. Para prevenir. Para nuestra mayor tranquilidad y seguridad. Para que no nos timen y sepamos defender y reclamar nuestros derechos.
La confianza es fundamental en las relaciones económicas, pero nunca una confianza ciega, sino informada y contrastada. Y es en esos entornos donde prima la confianza ciega donde pienso que debemos comenzar a fortalecer estos conocimientos en educación financiera, nos gusten o no, necesarios para desarrollar una vida de la que tengamos pleno control.
Hay que empezar por lo básico: no se puede gastar más de lo que se ingresa, y para ello hay comenzar haciendo posible que los adolescentes conozcan tanto lo que ingresan como lo que gastan. Los jóvenes tienen que entender experimentando los riesgos de las decisiones financieras, antes de adentrarse en la contratación de productos reales.
Un paseo didáctico y divertido por la economía, definida en el panel de bienvenida: "Las personas, como las familias y las sociedades, tenemos que decidir cómo utilizar mejor los recursos con los que todos contamos para satisfacer nuestras necesidades y deseos. La economía estudia este fenómeno".
La realidad está mostrando que, en momentos de crisis, las normas diseñadas en escenarios sin estrés pueden resultar inadecuadas cuando las condiciones "normales" se desvanecen. Hoy es momento de corregir errores y abusos del pasado.