La lucha interna de las madres introvertidas
Muchos se equivocan al pensar que los introvertidos somos personas antisociales. Para nada. Podemos ser muy sociables. Ni me escondo en las fiestas ni me paso el día entero deseando estar sola. Necesito el contacto con la gente, como todo el mundo, pero también me gusta (y necesito) estar sola para recargar energías.
No hace mucho, me desperté un día y decidí que iba a prestar más atención a mis hijos e iba a estar más presente durante todo el día. Me interesé por todos los juguetes que me enseñaron. Les escuché cada vez que mostraban preocupación por el destino de un personaje de dibujos animados. Les atendí, jugué a sus juegos favoritos e hice todo lo posible para ser la mejor madre del mundo.
Y acabé agotada.
Puede que el motivo fuera que mis hijos tienen entre dos años y tres años, y dos niños de esa edad cansan a cualquiera. Es algo que forma parte de ser madre, pero eso no es todo.
Sé que algunos se reirán ante la idea de que me sienta orgullosa por haber interactuado con mis hijos durante un día entero. Soy su madre, ¿no se supone que tengo que hacerlo todos los días? ¿Por qué es tan importante? ¿Es que quiero un premio?
La verdad es que sí, pero no por esto.
Para mí, fue un día especial y agotador a partes iguales porque soy una persona introvertida.
Muchos se equivocan al pensar que los introvertidos somos personas antisociales. Para nada. Podemos ser muy sociables. Ni me escondo en las fiestas ni me paso el día entero deseando estar sola. Necesito el contacto con la gente, como todo el mundo.
Si eres una persona introvertida, quieres (necesitas) estar solo para recargar tus energías. Hay personas que van a una fiesta, a un centro comercial lleno de gente o salen con un par de amigos y se sienten completamente renovadas. Nosotros necesitamos todo lo contrario. Necesitamos un rato en el que no hagamos nada, y ese rato es sagrado. Nos servimos del silencio, de la tranquilidad y de la ausencia de interacción para recargar nuestros cuerpos y mentes. Necesitamos estar solos para volver a ser nosotros mismos.
Ese día decidí pasarlo con mis hijos y estar ahí para cualquier necesidad y capricho que tuvieran. Al prestar toda la atención posible, acabé sin energías. No tuve ningún momento de descanso desde que me levanté hasta que se fueron a dormir, y al final del día estaba demasiado cansada como para hacer algo para recargar las pilas.
Es una lucha constante. Quiero ser una buena madre, estar pendiente de ellos constantemente y escuchar cada cosa que dicen porque, como sabemos todos, el tiempo vuela. Quiero ir a cada actuación de mi hija y aplaudir por cada pieza de un puzle que coloque mi hijo. Quiero reírme de todos sus chistes y jugar a todos los juegos.
Pero también quiero cuidar de mí misma. Y eso requiere descansar, algo que no siempre es posible. Hay días en los que mis hijos no se echan la siesta. Hay días en los que mi marido tiene que trabajar e ir a algún curso y no puede sustituirme. Hay días en los que tengo que soportar a duras penas el cansancio emocional para aguantar y llegar a la hora de acostarse. Esos días me siento culpable por mirar constantemente la hora a la vez que me muero de ganas de tener un rato en soledad después de que mis hijos se vayan a la cama.
Ser madre es el mejor trabajo del mundo. Es muy gratificante y especial. Pero, para las madres introvertidas, supone lidiar con una batalla diaria para conseguir estar presente en la vida de nuestros hijos cuando a veces nuestra cordura nos pide a gritos que no lo estemos.
Si también eres una madre introvertida, sabrás de lo que hablo. No pasa nada por querer un rato de soledad. No pasa nada por estar agotada al final de un día en el que te has centrado en que tus hijos estén contentos y sanos. No estás sola... a no ser que quieras estarlo.
© 2015 Toni Hammer. Publicado originalmente en el blog Scary Mommy.
Para saber más de Toni Hammer, aquí tienes su página web, Is It Bedtime Yet, su Facebook y su Twitter.
Este post fue publicado con anterioridad en la edición estadounidense de 'The Huffington Post' y ha sido traducido del inglés por Irene de Andrés Armenteros.