El futuro del iPhone está en manos de un minero
Pero su mayor obstáculo lo representa una pequeña flor de unos 15 centímetros.
El futuro de uno de los smartphone más comercializados en el mundo, la firma de Apple en este tipo de telefonía móvil, el iPhone podría cambiar radicalmente por los trabajos de un minero. En realidad, un geólogo de exploración y director ejecutivo de la empresa minera australiana Ioneer.
La historia de Bernard Rowe, de la que se hace eco la revista especializada Forbes en un reportaje, quien llegó al estado de Nevada en búsqueda de los preciados oro y cobre. Lo que se encontró fue Rhyolite Ridge, en el condado de Esmeralda (Nevada, EEUU).
No, no es una ubicación de la saga de videojuegos Red Dead Redemption. Se trata de un yacimiento que cuenta con altas concentraciones de litio y boro. El primero es un recurso que se ha demostrado no solo clave, sino estratégico en la producción de nuevas tecnologías. Mas su extracción se ve impedida por un gran obstáculo, pero en forma de una flor silvestre de unos 15 centímetros.
Miles de millones de baterías de iPhone y coches eléctricos
Hablamos de un mineral del que China controla el mayor volumen de mercado global y que con la crisis de la pandemia quedó patente la necesidad de contar con reservas para evitar la dependencia del gigante asiático y crisis como la de los semiconductores. EEUU solo produce 7.000 toneladas de litio refinado al año. China tiene el 75% del total global.
De la mano de James Calaway, colega de Rowe conocido por sus inversiones en minas de litio argentinas, en 2017 ambos lograron hacerse con derechos de explotación mineral que le abren las puertas a una producción anual potencial de la friolera de más de 100.000 toneladas de litio con las que garantizar recursos suficientes para producir miles de millones de las baterías de estos teléfonos inteligentes o portátiles, pero también para vehículos eléctricos.
Sin embargo, y aunque se trata de una autorización federal a cargo de la Oficina de Gestión de Tierras del Departamento del Interior, surgió un problema medioambiental a la iniciativa que podría suponer un cierto alivio medioambiental. Se trata de la presencia de una flor que ha sido catalogada como especie en peligro de extinción, el trigo sarraceno de Tiehm (Eriogonum tiehmii), en unos 900 acres de terreno -3,6 kilómetros cuadrados-.
El plan fue responder con ciencia. En colaboración con investigadores de la Universidad de Nevada así como botánicos especialistas en desiertos, trataron de trasladar estas flores. No es que saliese mal, es que ya no tuvieron oportunidad de intentarlo. El 40% de la población nativa, unas 17.000 plantas murieron en verano de 2020, forzando su inclusión en el catálogo de especies en peligro de extinción.