La seguridad alimentaria debe ser una prioridad de la COP de París
Cualquier acuerdo climático terminante debe tener una dimensión fuerte en materia de seguridad alimentaria, ya que la humanidad del mañana deberá disponer de una alimentación sostenible basada en prácticas agrícolas sostenibles. Todo el mundo puede contribuir al cambio climático, y los pequeños productores no tienen por qué ser excepciones.
Foto: REUTERS
Las familias rurales luchan por su sustento
Cuando pensamos en el cambio climático, lo primero que nos viene a la mente es el aumento del nivel del mar, el alza de las temperaturas, la desertificación, tormentas más violentas, el derretimiento de los glaciares. Pero también sería cabal pensar en el desperdicio de campos y en las poblaciones hambrientas, porque el cambio climático representa una gran amenaza para el suministro de alimentos para todos los países. Y sin embargo, esta necesidad tan básica no siempre ha tenido la trascendencia que le corresponde en nuestros debates, cuando debería ser un tema central de los mismos. La Conferencia de las Partes COP21 de París nos ofrece la oportunidad -quizás la última oportunidad- de hacer de la Seguridad Alimentaria una prioridad a la hora de hablar de cambio climático. Después de todo, nuestras vidas dependen de ella.
La población rural pobre de los países en desarrollo se encuentra entre la más afectada por los efectos del cambio climático, y dispone de la menor capacidad para combatirlos. La mayor parte de esta población depende de la agricultura para su sustento. 500 millones de pequeñas granjas en todo el mundo son clave para la seguridad alimentaria mundial y son responsables hasta del 80 por ciento de la producción en algunas regiones. También son un factor de estabilidad social y política en muchos países. Es necesario que los pequeños productores y sus necesidades sean parte de cualquier tipo de acuerdo que llegue a firmarse sobre el clima. Tenemos que invertir ahora en aumentar su capacidad de adaptación para garantizar la seguridad alimentaria para todos. Y el objetivo de la Agenda 2030 de acabar con el hambre sólo podrá lograrse de manera conjunta con la lucha contra el cambio climático y a favor de la seguridad alimentaria.
Es necesario aumentar los apoyos para la adaptación de la agricultura al clima
Se han hecho progresos tangibles en la movilización de financiación para hacer frente al cambio climático, pero pocos dirigidos a la agricultura. En 2009, los países en desarrollo se comprometieron a movilizar cien mil millones de dólares americanos al año en financiación de la lucha contra el cambio climático para 2020 para la acción climática en los países en desarrollo. Cinco años después del compromiso inicial acordado en la COP15 de Copenhague, y seis años antes de la fecha fijada de 2020, ha habido avances significativos: la financiación alcanzó un promedio anual de cincuenta y siete mil millones de dólares americanos en 2013-2014.
Pero un porcentaje muy reducido de dicha financiación llega a las zonas más remotas, donde familias de pequeños productores luchan por sobrevivir.
El presidente de Francia François Hollande hizo hincapié en la falta de protagonismo de la agricultura en la acción climática a principios de este año, cuando pidió un Fondo contra el Cambio Climático (Green Climate Fund) que apoyaría significativamente la adaptación al clima de los productores de los países en desarrollo, afirmando que "el Fondo contra el Cambio Climático debería dirigirse, en gran medida, a la agricultura". Otros copartícipes, incluidos los Gobiernos y las instituciones que obran a favor del desarrollo, deben prestar atención a esta llamada -porque son numerosos los beneficios que se podrían lograr.
La importancia de esta cuestión puede visualizarse en el hecho de que una gran mayoría de los documentos (iNDs) publicados hasta la fecha por los países abogan por incluir al sector agrícola y forestal a los sectores relevantes que requieren medidas para enfrentase a los retos del cambio climático.
Los sectores agrícola y forestal son importantes para la acción climática internacional. Sin embargo, la agricultura se ha considerado a menudo como mera parte del problema, en lugar de una solución. En realidad es ambas cosas: mientras que la agricultura y el sector de uso de la tierra son responsables de un cuarto de las emisiones globales, también tienen el potencial técnico para compensar un volumen mucho más importante de estas emisiones, pero para ello se necesitan incentivos económicos e institucionales, así como la voluntad política de promover un desarrollo ecológico y con bajas emisiones de carbono.
Francia y el FIDA están comprometidos para aumentar el apoyo a la adaptación de la agricultura. Es esencial una agricultura resiliente al clima para garantizar la seguridad alimentaria mundial, y será preciso reconocerlo durante la COP de París. Existen soluciones y pueden desarrollarse: el FIDA por ejemplo, ya está implementando el mayor programa de adaptación dirigido a pequeños productores, denominado ASAP, que ya ha demostrado que la adaptación no sólo es factible sino que también genera cobeneficios en términos de seguridad alimentaria y de mitigación en las emisiones para más de cinco millones de productores hasta la fecha.
En la agricultura, la adaptación y la mitigación van de la mano. Las inversiones destinadas a fomentar la adaptación y resiliencia de la agricultura minifundista no sólo reducen su vulnerabilidad e incrementan su producción, sino que también contribuyen a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero a la atmósfera. Se gana en tres frentes. No sólo ganan los pequeños productores, sino todo el mundo, incluidas las poblaciones urbanas que dependen de la población rural para su alimentación. Este es el reto al que tendrá que enfrentarse el sector agrícola para el próximo siglo.
Aprovechemos las bazas del suelo para detener el aumento global del CO2
Los sectores agrícola y forestal son importantes para la acción internacional a favor del clima. Sin embargo, a menudo se ha considerado que la agricultura tan sólo era parte del problema, en vez de una solución. En realidad, es tanto una como otra: mientras que el sector de la agricultura y de uso de la tierra es responsable de un cuarto de las emisiones globales, también tiene el potencial técnico para compensar todavía más emisiones, pero para ello se necesitan incentivos económicos e institucionales, así como la voluntad política de promover un desarrollo ecológico y con reducidas emisiones de carbono.
Para lograr este objetivo, la agricultura puede basarse en un activo valioso: el suelo agrícola. El suelo agrícola proporciona muchos servicios ambientales y económicos: es factor de producción, fertilidad, regulación del agua, reserva de la biodiversidad, etc. Los suelos con grandes reservas de carbono son clave para un desarrollo agrícola sostenible y resiliente. La acción de movilización iniciada por Francia 4‰: los suelos como base de la seguridad alimentaria y el clima, iniciativa cuyo lanzamiento oficial tendrá lugar en el marco de la COP21 de París en diciembre de 2015, apunta a evidenciar este potencial. Está comprobado que aumentando sólo en un 0,4 % al año las reservas de carbono del suelo agrícola, es posible detener el incremento global anual de CO2.
Las medidas de adaptación que se están promoviendo aumentan la materia orgánica del suelo y pueden reducir las necesidades de riego ahorrando agua. También disminuyen la contaminación, mejoran el rendimiento de las cosechas, incluso en años de sequía. La mayoría de los productores pueden implementar estas medidas -incluso los más desfavorecidos que labran tierras marginales- para mejorar su propia calidad de vida, contribuyendo a la seguridad alimentaria mundial y a un medioambiente y clima más sanos. Pero para que se pueda implementar a una escala suficiente, es necesario nuestro apoyo financiero.
Cualquier acuerdo climático terminante debe tener una dimensión fuerte en materia de seguridad alimentaria, ya que la humanidad del mañana deberá disponer de una alimentación sostenible basada en prácticas agrícolas sostenibles. Todo el mundo puede contribuir al cambio climático, y los pequeños productores no tienen por qué ser excepciones. Pueden transformar nuestro apoyo e inversión en un éxito para ellos mismos y para el mundo. Ayudémosles a convertirse en partes de la solución tanto del cambio climático como de la seguridad alimentaria.