La estética de las 'Girls' menos glamurosas de Nueva York
Al contrario que su antecesora Sex in the city (Sexo en Nueva York), las chicas de Girls no tienen suficiente dinero para comprarse zapatos de como mínimo 500 dólares. Si algo lleva caro encima la protagonista y creadora de la serie, Lena Dunham, son los numerosos tatuajes visibles en cada capítulo.
Al contrario que su antecesora Sex in the city (Sexo en Nueva York), las chicas de Girls no tienen suficiente dinero para comprarse zapatos de como mínimo 500 dólares.
Si algo lleva caro encima la protagonista y creadora de la serie, Lena Dunham, son los numerosos tatuajes de su espalda, brazos y demás partes del cuerpo, visibles en cada capítulo.
Aparentemente, Hannah -nombre del personaje-, podría salir cada día vestida directamente de un mercadillo de ofertas.
Entre la estética hipster y un gusto más bien tirando a inexistente: así podemos clasificar sus vestidos de flores y sus rebecas. No así las demás protagonistas de la serie, entre las que destaca Marnie. Ella representa la parte más snob, la única que podría considerarse que no necesita asesoramiento de imagen.
No es para menos, porque Marnie representa la mujer perfecta, es decir, el contrapunto a Hannah. Hannah encarna la filosofía de la serie: no puede permitirse lujos y pretende acercarse a esa tendencia hacia al realismo de las películas de presupuesto menor que ya siguen otras series europeas. Por ello, las actrices se representan a sí mismas -incluso algunas son en realidad amigas-, y así dan a los espectadores la sensación de tener delante personas reales, salidas directamente de esa particular escena neoyorquina.
La ropa, como en todas las series, forma parte de la caracterización de los arquetipos representados por cada uno de los personajes. Las otras dos protagonistas también pueden analizarse como polos opuestos: la típica hippy postmoderna es Jessa, quien viste ropas de colores llamativos y cómodas, a la vez que provocativas.
Todo lo contrario que las ropas de la estrecha y rara Shoshanna, cuyas camisas de cuello alto y convencionales faldas obligan a imaginarla en un status quo virginal.