La salud de los jóvenes ya no es mejor en las ciudades que en el mundo rural
Se han producido mejoras en la alimentación -con programas de asistencia alimentaria en las escuelas o ayuda para la compra de alimentos- y en el acceso a la educación y la asistencia sanitaria.
Las ventajas de salud relacionadas sobre todo con el crecimiento y el desarrollo que tenían los jóvenes que vivían en las ciudades respecto a los de las áreas rurales se han desvanecido durante las últimas décadas en la mayoría de los países desarrollados, y esas ventajas "urbanas" ya sólo persisten en algunas regiones de África y de Asia.
Es una de las principales conclusiones de un macroestudio dirigido por el Imperial College de Londres y que publica la revista Nature, en el que han participado cerca de 1.500 investigadores de todo el mundo que han analizado los datos correspondientes a más de setenta millones de niños y jóvenes.
Los investigadores sí han constatado que las ventajas "urbanas" se han amplificado en muchas regiones de África y de Asia, y han incidido en su publicación en que las conclusiones que han obtenido pueden ayudar a orientar las políticas públicas y los programas que se diseñan para mejorar los resultados de crecimiento y desarrollo de las poblaciones.
Ese crecimiento y desarrollo óptimos durante la niñez y la adolescencia son cruciales para la salud y el bienestar durante toda la vida, han subrayado los investigadores, que han incidido en la incidencia que tiene en ese crecimiento la nutrición y el entorno de vida en el hogar, en la comunidad y en la escuela.
La investigadora Esther López-García, profesora de Epidemiología en la Universidad Autónoma de Madrid y adscrita al Centro de Investigación Biomédica en Red de Epidemiología y Salud Pública que ha participado en el estudio, ha observado a EFE que el estudio pone de relieve cómo ha mejorado la salud de los niños y jóvenes que viven en zonas rurales en muchos países, y ha asegurado que eso se debe a las mejoras en la alimentación -con programas de asistencia alimentaria en las escuelas o ayuda para la compra de alimentos- y en el acceso a la educación y la asistencia sanitaria.
Los investigadores que han participado en el estudio recopilaron datos de altura y peso de 71 millones de jóvenes -de 5 a 19 años- de todo el mundo, que vivían en zonas urbanas y en áreas rurales entre los años 1990 y 2020.
Comprobaron que en 1990 los jóvenes de las ciudades eran más altos que los que vivían en zonas rurales en casi todos los países, pero también que en 2020 esa diferencia se ha reducido, e incluso que en algunos de los países occidentales más ricos, como el Reino Unido, Estados Unidos o Francia, esa "ventaja" corresponde ahora a los adolescentes de las zonas rurales.
La excepción la han situado en la mayoría de los países del África subsahariana y en algunos países del Pacífico, el sur de Asia y el Medio Oriente, al comprobar que en estas regiones los niños de las zonas rurales no habían aumentando su estatura en comparación con los de las urbes, sino al revés.
Los investigadores han subrayado la trascendencia que tiene conocer y comprender las trayectorias de crecimiento y desarrollo en los niños y en los adolescentes para guiar los esfuerzos que se hacen para mejorar la salud en estas edades, y han advertido de que esto es "particularmente relevante" debido al aumento de la pobreza y el coste de los alimentos, influenciado por la pandemia a causa de la covid y por la guerra en Ucrania.
En términos generales, los investigadores han comprobado también que el índice de masa corporal (IMC) ha aumentado más entre los niños de las ciudades que entre los de zonas rurales, pero también que ese IMC ha aumentado en prácticamente todos los países de renta alta (entre ellos Dinamarca, España o Italia) tanto entre las poblaciones urbanas como rurales.
La investigadora Esther López García ha precisado que la ganancia de peso en niños y adolescentes se asocia a obesidad en edad adulta, con el consiguiente deterioro de la salud general.
Y ha asegurado que ese incremento en el IMC que se observa en países desarrollados responde a un deterioro de los hábitos dietéticos, fundamentalmente en el ámbito familiar, pero también a un aumento del sedentarismo en esta población (uso de pantallas frente a ejercicio físico).