Pedro Nieto y el cumpleaños que nunca olvidará: cumplió 42 años el mismo día que su pueblo se inundó
Los padres de este fontanero de Catarroja han perdido todo tras la DANA del pasado 29 de octubre.
El 29 de octubre debía de ser un cumpleaños más en la vida de Pedro Nieto, un vecino de toda la vida de Catarroja (Valencia) que cumplía ese día 42 años. Lo había celebrado el domingo anterior con una comida en su casa junto a su familia, pero quería que ese martes fuera un día tranquilo para poder seguir festejándolo con los suyos. Sin embargo, la DANA que golpeó a toda la comunidad durante esa tarde y que ha causado ya al menos 224 muertos se lo iba a impedir y se iba a encargar de que ya siempre recuerde esta fecha.
Poco después de las 15:00 de ese 29 de octubre recibió la llamada de un amigo suyo que vive en Chiva, otro municipio afectado. No era precisamente para felicitarle, ya que quería informarle de que el agua del barranco del Poyo comenzaba a salirse, algo que rápidamente le preocupó viendo el historial de riadas que este había provocado.
"En ese momento ya vi que la situación era grave porque sé que si se sale el río en esa zona en Catarroja hay dos palmos de agua a la mínima, así que llamé a mi madre, que viven en una planta baja, y le dije que pasaba eso, que se había salido el barranco de Chiva, pero no me hizo ni caso", cuenta este fontanero, que ahora vive junto a su familia en Domeño, un municipio situado a 45 kilómetros de Catarroja.
De hecho, Mari Carmen, su madre, a media tarde se iba a ir a comprar a un supermercado que tiene a escasas calles de la calle Galicia en la que vive cuando la llamó su hermana para que subiera a los pisos superiores de su casa, donde vive su otro hijo, porque estaba llegando el agua. Al final se puso el pijama y salió de casa con lo justo.
"A los 10 minutos ya había y eso era como un tsunami. Es que se llenó toda la calle de agua y ya no se veían las puertas de las casas a ras de suelo. Además, venía con mucha fuerza, los coches iban amontonándose uno encima de otro, salían las sillas, las mesas y todo de las casas. Hasta mi marido pensó en subirnos más arriba porque se quedó a nada de llegar al primer piso", relata esta mujer de 67 años, que especifica que llegó a tener en su vivienda un nivel de 2,20 metros de altura.
Al día siguiente cuando salió el sol y tras pasarse toda la noche sin dormir, sin luz y estando en el balcón viendo como su calle se había convertido en una vía de Venecia fueron conscientes del desastre: "Lo vimos todo y era horroroso. Contarlo es una cosa y vivirlo es otra. Estamos fatal, lo hemos perdido todo. No me pude subir ni la libreta del banco, ni la escritura del piso, solo unos papeles de un trámite que estábamos haciendo y el bolso con lo que tenía dentro".
El nivel de precipitación fue tal que al día siguiente cuando Mari Carmen fue a ver a su madre, que vive en la misma calle y es una anciana de 95 años dependiente, tuvo que vestirse con ropa interior y pantalones de su hijo porque no le quedaba nada que se pudiera usar.
Todo esas horas las vivió Pedro angustiado en su casa, con la duda de si ir o no ir a Catarroja. "Mi mujer me decía que no fuera y menos mal que le hice caso porque si hubiera ido igual no estamos hablando ahora", afirma.
Él se imaginaba que sus padres habrían subido a casa de su hermano, pero como las comunicaciones se habían perdido no lo había podido confirmar. "Desde las 19 horas aproximadamente ya no pude volver a hablar con ellos hasta el día siguiente cuando me presenté ahí, que llegué a las 13.30 y tardé casi siete horas en hacer un trayecto que de normal cuesta 35 minutos", recuerda Nieto.
Mientras se aproximaba y recorría las escasas carreteras que se habían quedado operativas para llegar veía coches destrozados, camiones volcados y todas las pérdidas que había ocasionado la DANA. En casa de sus padres la cocina había quedado todo completamente inutilizable hasta el punto de que había llevado parte de un tabique.
"Ahora están viviendo en casa de mi abuela porque hay que cambiar la cocina, comedor, poner mobiliario nuevo y porque además hay mucha humedad y es malo para los pulmones", comenta Pedro, que avanza que este fin de semana va a ir con una máquina deshumidificadores para comenzar las labores de habitabilidad de la casa.
"Esto no tiene razón de ser"
El enfado de Pedro, Mari Carmen y de las miles de familias de los pueblos que han perdido todo y que han visto como sus vidas han cambiado para siempre viene motivado, fundamentalmente, por el hecho de que no se avisó y de la gestión que se hizo.
"Me da rabia porque no es solo la fuerza de la naturaleza, contra la que no puedes hacer nada, hay mucho más. A la hora que llegó la alerta había ya gente atrapada y con el agua al cuello. Esto no tiene razón de ser, ha sido muy fuerte", se queja Pedro.
Comenta que en esa zona la gente sabe cómo reaccionar ante este tipo de problemas porque "es algo que lleva pasando toda la vida y no es la primera". Por eso, denuncia que se tardara tanto: "Tenían que haber dicho que se subiera la gente a dos metros de altura y así no habría muerto nadie".
Lo mismo con la apertura de puertas del embalse de Forata, que pide que las autoridades lo tendrían que haber notificado a la población. "Comprendo que tengan que abrir las compuertas porque si revienta la presa es un problemón y todavía iríamos en canoa, pero hay que avisar a todo el mundo de todas las poblaciones de la zona. Hay que poner a gente válida en puestos con tanta responsabilidad porque si esto lo sabes desde las 8 de la mañana das la alarma y si luego no pasa nada mejor", insiste.
Tal y como señala la Confederación Hidrográfica del Júcar a la Agencia EFE, la primera notificación referente a a la apertura del embalse se envió a las autoridades de protección civil a las 16:55. Esta, sin embargo, no llegó a la población.
"¡Para qué nos envían una alerta al móvil después si ya no nos hacía falta entonces, si tenía un metro en mi casa! Por ejemplo, en la riada de 1987 pudimos salvar sillas, mesas y más documentación porque las subimos a plantas superiores con tiempo", recuerda Mari Carmen, que confiesa que hasta se le ha pasado por la cabeza cambiar de municipio para que no les vuelva a pasar. "¿Quién nos dice que no vuelve a ocurrir al año que viene o en cinco años?", se pregunta.
Mucho más duro es su hijo: "No ha cambiado nada a nivel de infraestructuras, no se ha hecho nada. Tras la riada del 57 sí que canalizaron el cauce del Turia, pero luego ya nada más. Han seguido habiendo riadas y no se ha hecho nada. De sacar un palmo de agua en casa de mis padres ya hemos tenido varias y lo peor es que se siguen dando permisos de construcción en zonas inundables".
Además, también pide que se termine con el proyecto de "adecuación ambiental y drenaje de la cuenca del Poyo", que se había aprobado inicialmente en 2009 y había quedado paralizado en 2021.
"No ha sido ninguna como esta"
Mari Carmen para resumir el impacto histórico de esta DANA cita las palabras de Carmen, su madre, al día siguiente después de que viera desde la ventana de su piso como su calle se llenaba de agua: "Me dijo que veía que subía y subía el agua y que era peor que la del 1957 y que no había sido ninguna como esta".
Carmen en aquella estaba embarazada de su hija cuando vio cómo su pueblo se inundó hasta arriba. Entonces vivía en un primer piso, pero eran sus padres los que lo hacían en la planta baja, así que se tuvieron que subir a su casa a la carrera. "Vinieron todos a casa de mis padres e igual había 20 personas", comenta ahora Mari Carmen, que confiesa estar más tranquila "tras estar dos semanas como loca".
Su familia en aquellos años perdieron entre otras cosas los sacos de arroz que habían cosechado días antes, ya que los tenían en sacos guardados en esa planta baja a la que habían entrado dos metros de agua.
Sobre la riada del 1987, Mari Carmen, vuelve a recordar que sí que pudieron salvaguardar algunas cosas. "Tampoco fue tan dañina como esta, nos entraron dos palmos de agua aproximadamente", indica.
Pedro tiene pocos recuerdos, ya que tenía cinco años, pero sí que tiene grabado en la retina cómo su madre lo cogió y lo subió al piso de arriba. "Por eso te digo que aquí estamos acostumbrados porque el agua se más veces y nos ha entrado un palmo o menos desde que nací yo en cinco ocasiones", insiste.
Ambos esperan que se tomen medidas, se aprenda de la desgracia que ha pasado y no vuelvan a vivir algo similar porque, para siempre, el 42 cumpleaños de Pedro estará ligado a la DANA más trágica del siglo.