Les dicen que su maleta se ha perdido pero el rastreador lo desmiente: mira lo que ha hecho esta familia de EEUU
Menuda odisea.
Perder maletas es un trago más usual de lo que nos gustaría. En verano, los viajes se multiplican y las posibilidades de que ocurra, también. Pero la novedad es que cada vez es más común usar rastreadores en nuestro equipaje para saber dónde se encuentra, y entonces surgen historias como esta difundida por la CNN que lo cambian TODO.
Su protagonista es Sandra Shuster, una mujer de Denver (Estados Unidos), que vio cómo su su aerolínea, United, no hacía nada respecto a su maleta supuestamente perdida... cuando apareció en el aeropuerto de Chicago O'Hare. Shuster y su hija Ruby, de 15 años, regresaban de Baltimore haciendo escala en Chicago el pasado 17 de julio, cuando su equipaje se perdió. Latoso pero no tan extraño.
No era el suyo un equipaje ordinario, porque la adolescente es jugadora de lacrosse y ambas viajaron a Baltimore precisamente para un torneo, por lo que llevaban un equipaje de mano para su ropa pero también una maleta con el equipo deportivo de Ruby. Un equipo que costaba más de 1.800 euros.
Cuando llegaron a Denver, pasada medianoche, la maleta no estaba en la cinta transportadora. Los representantes de la compañía United en dicha ciudad les dieron un número para el caso de su maleta y les dijeron que llegaría en un vuelo posterior procedente de Chicago, en apenas unas horas. Pero cuando llegó la hora que le habían indicado y el vuelo que les habían señalado, el equipaje no estaba. Shuster, entonces, llamó al número de teléfono gratuito para equipajes perdidos que le habían dado. "Me dijeron: 'Su maleta llegará hoy más tarde en uno de los dos vuelos'. Yo dije: 'Vale, estupendo', pero tampoco llegó. Llamé por la tarde y me dijeron: 'Su maleta sigue en Baltimore'", relató Shuster a la cadena norteamericana.
A cualquiera que le ocurra le generará cansancio, molestias... pero en este caso llegaba a enfado porque, sorpresa, la madre ya SABÍA que el equipaje estaba en Baltimore. Todo gracias a que tres meses antes había comprado un AirTag –el dispositivo de rastreo de la firma Apple– para saber dónde estaba la maleta de su hija. "Se trata de un equipo único, y tenemos que vigilarlo. Las aerolíneas están empeorando, los índices de equipaje perdido son cada vez más altos, y yo quería saber dónde estaba, así que compré el dispositivo", explicó. El AirTag mostraba claramente que la ubicación de la maleta estaba en la entrega de equipajes en O'Hare.
Intentó enseñar la señal a la compañía, les pidió que por favor llamaran al lugar donde saltaba la señal del dispositivo, pero nada. "Dijeron que pondrían notas en el sistema y que el equipo de equipajes se encargaría". Nada más. Hasta que le confesaron: "No tenemos ni idea de dónde está".
La madre y la hija tuvieron que pasar además por el trance de que les dijeran que su número de reclamación era incorrecto, cuando tenían en la mano esa pegatina que nos ponen en los billetes o el pasaporte y que es nuestro resguardo en el caso de que pase algo así. El otro trozo debía estar en la maleta de deporte perdida. Pues hasta en eso tuvieron mala suerte: el número de reclamación era el mismo que el de la etiqueta de su maleta, sí, pero el agente de registro se equivocó de etiqueta y correspondía a otro pasajero que viajaba de Baltimore a Chicago. "Eso significaba que la maleta fue retirada del avión en O'Hare y enviada directamente a la banda para recoger equipaje, en lugar de ser embarcada en el vuelo de Denver", explica la CNN.
Los nervios se acumulaban, por la mala gestión, el precio de la maleta perdida... y los añadidos: reemplazarlo los palos implica un nuevo encordado y un periodo de adaptación de aproximadamente un mes, cuando la joven tenía que volar en dos días a San Francisco para otro torneo. Tuvo que pedir un equipo prestado, no quedaba otra.
Al regresar de California, se detuvieron en el mostrador de equipajes perdidos de Denver con su número de referencia, y reiteraron que el AirTag seguía mostrando la maleta en Chicago. "El hombre me dijo: 'Señora, que (el rastreador) esté en Chicago no significa que esté en su maleta'", contó Shuster. Algo un poco rocambolesco, por más que toda tecnología pueda fallar. Le sugirieron que la maleta podría haber sido robada y el dispositivo, arrancado. Que con calma, que en estos casos se solía pagar entre 800 y 1.800 euros y que la maleta aparecía días después, las más de las veces.
"Se había movido unos 15 metros y el AirTag estaba incrustado en la maleta; dudaba que alguien la hubiera robado", insistía la mujer, enfadada porque el empleado "insinuaba que podía ser una ganancia doble, pero yo no estaba intentando engañar al sistema: sustituir lo que había en esa bolsa era mucho más difícil". Que quería el dinero y la maleta y todo.
La madre hizo de todo: intento que un amigo fuera al aeropuerto, contactó públicamente con la empresa en sus redes sociales, llamadas que no servían porque necesitaban una autorización para hablar con la oficina de Chicago... Sólo quedaba ir, un vuelo pagado de su bolsillo de dos horas de duración. Cuando informó a United de que iba a volar, le dijeron que no, que esperase, mejor, pero ella dio el paso y afirma que, al aterrizar, llegó a la terminal de equipajes y tardaron "30 segundos" en entregarle la bolsa de su hija. "Mientras tanto, yo ya había enviado fotos de la maleta, del ticket de reclamación y de su ubicación a United. Es increíble que hoy en día puedan hacerlo mejor", comenta.
En O'Hare, el personal retuvo la maleta en la oficina de equipajes, junto a las bandas de la Terminal 1, lo que explica los 15 metros que la AirTag indicaba que se había movido. Etiquetada con los datos de otro pasajero, la maleta fue enviada a la banda, lista para que la recogieran en O'Hare, y cuando nadie la reclamó, el personal la trasladó a su oficina trasera. El personal de esta ciudad le dijo que, pese a todo lo que ella había movido antes, nadie les había informado de su caso. "No nos podemos creer lo que ha pasado", fue su respuesta.
Ahora tiene las millas de vuelta, unas disculpas, pero aún un proceso abierto como consumidora.
Tener localizador ayuda... pero menuda pesadilla.