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Año Nuevo, vida... ¿nueva? Entre la ilusión y la frustración de los propósitos de Año Nuevo

Año Nuevo, vida... ¿nueva? Entre la ilusión y la frustración de los propósitos de Año Nuevo

Dos psicólogos explican a El HuffPost cómo surge la necesidad de imponernos nuevo objetivos con la entrada del año y cómo enfocarlos de manera saludable. 

Una persona haciendo una lista de propósitos de Año Nuevo.Getty Images

Año Nuevo, vida... ¿nueva? Estamos en esa época en la que muchas personas sienten la necesidad de hacer balance: qué ha pasado a lo largo del año, qué hemos conseguido o, más comúnmente, qué nos habría gustado conseguir. Entre celebraciones y reencuentros con los amigos y la familia nos ponemos introspectivos y echamos la vista atrás para hacer examen de conciencia. Y nos da por hacer listas y fijar nuevos objetivos para el año que entra.

Hacer más ejercicio, perder peso, viajar más, ahorra, dejar de fumar.... En estas fechas muchos ya van haciendo recuento de lo que quieren lograr o cambiar en sus vidas, aunque son muy pocos los que realmente llegan hasta el final del año cumpliéndolos.

Fernando Azor, psicólogo clínico y director de Psicólogo de cabecera, asegura que estos propósitos son algo "bastante humano". Existe una especie de acuerdo en que cada cierto tiempo repetimos ciclos, y el final de año parace el momento idóneo para plantearnos qué queremos cambiar en nuestras vidas. 

"Con todas las celebraciones que hay, todo el espíritu familiar, el hacer balance, el acordarte de la gente que ha estado y que ya no está, todo esto favorece que uno también haga planteamientos de qué necesito, y muchas veces son sobre aquellas cosas que más cuesta conseguir. Alimentación, deporte, buscar un cambio que pueda darte un giro, o que te pueda empujar hacia algún otro lugar", explica Azor a El HuffPost durante una conversación telefónica. 

Sin embargo, lo que a menudo se comienza con mucha motivación e ilusión no siempre acaba bien. Solo el 64% de las personas continúa intentando lograr los propósitos de Año Nuevo tras finalizar enero, según la conclusión a la que ha llegado un estudio de la Universidad de Scranton, en Pensilvania. Cuando llega diciembre, el último mes del año, solo el 19% permanece enfocado en lograrlos.

A pesar de esto, el psicólogo asegura sin muestra de dudas que los propósitos de Año Nuevo son algo "bueno", ya que "las personas necesitamos saber hacia dónde nos dirigimos". "Cuando nos ponemos un objetivo, es verdad que puede frustrarnos no conseguirlo, porque a lo mejor ni siquiera es realista, pero el hecho es que realmente el tener un objetivo da una sensación de meta, de ilusión, de poder luego medirte en función de lo que vas consiguiendo", agrega.

"El tener un objetivo da una sensación de meta, de ilusión, de poder luego medirte en función de lo que vas consiguiendo"
Fernando Azor

Buenaventura del Charco, escritor y psicólogo en Granada, matiza que no se trata de si son bueno o malos, sino que la cuestión es de dónde nos ponemos esos objetivos. "Yo creo que sobre todo lo que hay que hacer es ser consciente de si realmente quiero conseguirlo porque me flipa o lo estoy haciendo simplemente porque continuamente tengo que estar alcanzando cosas para sentirme bien", aclara. Para él ese es el factor clave: "Es bueno o malo dependiendo desde dónde lo hagas".

“Tenemos mucho simplismo al hablar de que las cosas son buenas o malas, y para mí la pregunta, tenga que ver con el alcohol, con el deporte u otro objetivo, es de dónde lo hago y para qué. Y hasta qué punto también yo soy libre, porque si yo me siento en esa especie de obligación, o que si no lo hago me voy a sentir mal, por muy sano que sea lo que estoy haciendo no lo estoy haciendo de manera libre, y creo que todo lo que no hacemos de manera libre se convierte en algo perverso”, afirma.

Del Charco explica que antes el valor del individuo dependía de eso mismo, de ser un individuo, o de una cuestión más ética, como ser una buena persona. Ahora, sin embargo, “por la influencia de la sociedad de consumo, hemos empezado a valorar a las personas de la misma manera que valoramos los objetos. Hay esta idea de que el valor de las cosas ya depende o de su productividad o de sus atributos, si es más bonita, si es más fea, si es más divertida, si es menos divertida".

"El valor de la gente ya depende de lo que hace y de lo que consigue y claro, si eso es así, ¿quién coño quiere no valer nada?", suelta. Como consecuencia, "hay una parte nuestra que tiene como un cierto miedo a no ser suficiente y a no valer, que lo que hace continuamente es intentar conseguir cosas que le den una validación, es lo que llamamos en psicología una autoestima dependiente del logro. Es decir, solo me quiero y solo me valoro en función de lo que consigo". 

El problema en esta situación es que en vez de que el objetivo -o el propósito- sea un medio para nosotros, se acaba convirtiendo en un medio para el objetivo. “Es decir yo me acabo puteando o me acabo fastidiando para intentar conseguir eso que simplemente lo que me da es meterme una raya de validación”, expresa Del Charco.

"El valor de la gente ya depende de lo que hace y de lo que consigue y claro, si eso es así, ¿quién coño quiere no valer nada?"
Buenaventura del Charco.

"Ahí hay algo muy interesante de por qué todo el mundo llega a Año Nuevo y todos los años nos ponemos una lista de objetivos, y nunca nos sentimos capaces de decir: 'Pues este año no estoy tan mal, no tengo por qué cambiar nada'. Siempre hay como ese miedo a ser una puta mierda, entonces tengo que calmar mi miedo cumpliendo una lista de objetivos", explica. 

Realismo vs. idealización

Ante este panorama, los psicólogos despejan las dudas sobre si hay una forma saludable de enfocar los propósitos de Año Nuevo. Para Azor esta tiene que ver con el realismo. “Hay veces que podemos proponernos objetivos que no son basados en tu capacidad, sino en tu deseo. Entonces claro, eso con mucha probabilidad te va a llevar a la frustración y te va a llevar al malestar o a tener una mala imagen de ti y de tu propia capacidad para conseguir cosas”, resalta.

Del Charco, por su parte, apunta que cuando se aborda un objetivo desde un sentimiento de validación o de buscar la aprobación de los demás, se pone en marcha un circuito de ansiedad. “Eso hace que se viva con mucha más presión y también que si no se consigue genere mucha más culpa”, señala. Esta culpa actúa como una forma de protección, “te voy a hacer sentir muy mal si no lo haces para garantizar que lo hagas y así te sientas más válido. Lo que pasa es que el remedio acaba siendo peor que la enfermedad”.

Paradójicamente, esa presión de la ansiedad es la que luego lleva a la procrastinación. “Como se convierte en algo que tiene mucha carga emocional, ya que lo que está en juego es si soy válido o no, cuánto más carga emocional más presión, cuanta más presión más hay una parte de mí que quiere no enfrentarse a la presión, con lo cual es más probable que procrastine. Con lo cual se da la paradoja de que cuanto más necesito el logro, me relaciono de una manera más ansiosa y es menos probable que sea eficaz a la hora de conseguirlo”, revela el psicólogo.

"Si son más así idealizados, lo normal es que efectivamente no se cumplan", apunta Azor. "Pero si son más realistas y son objetivo proporcionados, es más probable que se alcance y no sea solamente un buen propósito". Si se enfocan de una forma libre, sin presiones externas ni internas, a veces por ahí se empieza. 

"Hay quien dice: 'Voy a dejar de fumar en Año Nuevo'. Empieza y a lo mejor no continúa, pero al menos le valió para saber cómo se sentía y si tenía las fuerzas para poder mantenerlo", afirma optimista. "Quizás forma parte de un proceso, no siempre de algo que se va a finalizar completamente", un primer paso, señala Azor: "Y por lo menos para eso, puede merecer la pena tener el propósito de Año Nuevo".

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Ana Roca es redactora en 'El HuffPost'. Graduada en Periodismo y Comunicación Audiovisual por la Universidad Carlos III, ha trabajado en la Agencia EFE y en el diario El País, donde se formó en la Escuela del periódico. Puedes contactar con ella en ana.roca@huffpost.es.