¿Existen políticos sanitarios íntegros y valientes?
Existe voluntad de hacer las cosas mejor. Pero esto no es suficiente sin concreción en hechos. Todos deberíamos ayudar a que fuera así, tanto profesionales como ciudadanos. Proponer ideas y señalar aspectos de mejora siempre será más útil que la mera queja. Porque finalmente la valentía y la integridad no es solo exigible al político, todos los demás también estamos invitados.
Los políticos democráticamente elegidos se deben a la sociedad que deposita en ellos la responsabilidad de gestionar los recursos públicos. Para ello son necesarias varias actitudes; destacaría dos: valentía e integridad.
Los recortes presupuestarios llevan de la mano recortes en los servicios públicos con dolor para profesionales sanitarios y ciudadanos. Los primeros por ver aumentar sus responsabilidades y carga de trabajo con menor reconocimiento económico. Los segundos por ver aumentar las listas de espera a procedimientos diagnósticos, operaciones y tratamientos, tener que pagar más por los medicamentos y lidiar con servicios cada vez más sobrecargados y con personal más fatigado.
Las Consejerías de Sanidad repiten el mantra de moda sin parar: ahorro, ahorro, ahorro... Desde cualquier consulta de cualquier centro de salud podemos ayudar. Paradójicamente la voz de los profesionales sanitarios asistenciales no suele ser atendida por la pléyade de asesores que rodean a los consejeros de Sanidad. Haré un nuevo intento dando una opinión que con seguridad suscribirían médicos de prestigio como Vicente Baos, Juan Gérvas, Sergio Minué, Clara Benedicto, Javier Padilla y muchos otros. España sigue teniendo excelentes profesionales a los que habría que escuchar más.
1. Una investigación reciente (meta análisis bien diseñado) que estudiaba la efectividad del fármaco somazina, usado para el deterioro mental de las personas mayores, ha dictaminado que no tiene mayor potencia que el placebo. Sólo en la comunidad de la Rioja (600.000 habitantes) se gastan más de un millón de euros al año en esta droga. Una sencilla multiplicación nos da la pauta del dinero que se malgasta a nivel nacional. Lo mismo podríamos decir de los fármacos "protectores del cartílago". Para ser rigurosos, ya se hizo. En Baleares se publicó este año una revisión muy completa de la evidencia científica que era contudente en el dictamen de falta de efectividad de estas sustancias, con la destitución de la profesional que la firmaba y la salida a escena de los responsables de la Consejería de Sanidad defendiendo dichos fármacos...
Podríamos ampliar la lista pero no es el momento. A la hora de priorizar gastos parecería razonable que el sistema público financiara fármacos de eficacia reconocida y dejara al bolsillo privado los que no la tienen. Pero por lo visto no todos piensan así. Sobre todo los laboratorios que los fabrican, cuya voz parece que sí que es escuchada. ¿Habrá algún político valiente que se atreva a cumplir sus obligaciones de ahorro y lo haga en estas partidas? De momento ninguno ha dado un paso al frente.
2. La atención primaria que prestan los centros de salud a la población tiene capacidad para resolver más del 90% de los problemas de salud que los ciudadanos presentan. Se podrían resolver la mayoría de las cuestiones de cirugía menor, infiltraciones articulares, criocoagulación de lesiones dermatológicas menores y otros muchos procedimientos. Mejorar la capacidad de resolución en los centros de salud implica un ahorro importante. Es mucho más barato para el sistema así como rápido y cómodo para el paciente. Mandar a un hospital para quitar una verruga eleva enormemente el gasto. ¿Cómo mejorar esa resolubilidad? Esto quizá sea más complejo que el punto anterior dado que implica una gestión flexible e inteligente, que no solemos encontrarnos, en lugar de una única decisión política puntual.
Un uso apropiado de los incentivos (y no precisamente económicos), la desaturación de las consultas (especialmente de los profesionales más resolutivos y capaces), la potenciación de la autonomía de los más competentes, la provisión de material apropiado (bisturí eléctrico, ecógrafo, dermatoscopio...) podrían ser interesantes líneas de acción para cambiar una cultura de supervivencia por una de excelencia, más allá de la teoría. Desgraciadamente llevamos muchos años sufriendo presupuestos decrecientes, mucho antes de la crisis, y gestiones de competencia limitada. De un frutal que no se riega no esperen mucha fruta.
3. Los hospitales son enormes máquinas de gastar dinero, todo lo que hacen es carísimo. Tan solo apuntaré dos preguntas: ¿Necesitamos tantos hospitales como ahora tenemos? ¿necesitamos duplicar servicios hiperespecializados en todos ellos? En muchas comunidades autónomas se han proyectado hospitales por una clara rentabilidad política, se ganan muchos votos a corto plazo. Lamentablemente se incurre en gastos elevadísimos que habrán de ser satisfechos en muchos años. En este punto sería exigible un mínimo de ética y responsabilidad al político de turno, algunos de ellos hoy en el poder.
De los políticos sanitarios que conozco personalmente puedo decir una cosa: existe voluntad de hacer las cosas mejor. Pero esto no es suficiente sin concreción en hechos. Todos deberíamos ayudar a que fuera así, tanto profesionales como ciudadanos. Proponer ideas y señalar aspectos de mejora siempre será más útil que la mera queja. Porque finalmente la valentía y la integridad no es solo exigible al político, todos los demás también estamos invitados.