El fútbol de Podemos
Podemos acertó en sus análisis y en muchas de sus decisiones iniciales, pero a la mayoría de los fundadores, aunque les cueste admitirlo, les dio vértigo el salto al vacío. Les asustó el hecho de que, además de configurar un discurso abierto, que intentara llegar a una mayoría amplia de ciudadanos, luego había que construir una organización acorde con la filosofía y la estrategia elegidas.
Foto: EFE
Decía Mikel Etxarri, otrora director de la Escuela Vasca de Entrenadores de Fútbol, que cuando se hace un movimiento en el campo, hay que hacerlo con decisión, sin pensar en lo que has dejado atrás, porque sólo de esta manera podrás ganar esas décimas decisivas para anticiparte a tu rival, en el caso de que la decisión sea la acertada.
Podemos acertó en sus análisis y en muchas de sus decisiones iniciales, pero a la mayoría de los fundadores, aunque les cueste admitirlo, les dio vértigo el salto al vacío. Les asustó el hecho de que, además de configurar un discurso abierto, que intentara llegar a una mayoría amplia de ciudadanos, luego había que construir una organización acorde con la filosofía y la estrategia elegidas, con jugadores adecuados para ese modelo.
Es como si el Barcelona planteara una estrategia basada en un modelo de juego centrado en la conservación del balón y luego fichara a jugadores que apenas tienen buen trato con el mismo. No se puede instaurar una estrategia basada en el populismo y en la transversalidad cuando te rodeas de actores que no están dispuestos apenas a aceptarla y mucho menos son capaces de encarnar ese tipo de idea. En cualquier tipo de comunicación, por muy transversal que sea, el discurso tiene un límite y a las palabras se las lleva el viento.
Llegado el momento de la prueba del algodón, la gente quiere comprobar cuánto de trasversal tienes, y es ahí cuando hay algo que chirría en Podemos. Es aquí donde las Montero, los Mayoral y los Del Olmo, con mucha influencia sobre el secretario general, han actuado y actúan como arado que frena a la máquina. Aplican los tics de partidos viejos a la criatura recién nacida. Y no es que lo hagan mal ni sea su culpa, es que hacen como el jugador que ha visto hacer siempre las mismas cosas de su entrenador, lo que les han enseñado y han aprendido a hacer allí de donde vienen. Lo mismo ocurre con la mayoría de los cuadros que provienen de, fundamentalmente, una o dos organizaciones de izquierda. Parece de sentido común que, si trasplantas esquejes de geranio a un terreno virgen, acabes teniendo como resultado un campo de geranios.
Fichar masivamente cuadros de izquierda para la organización hace bastante probable que acabes ubicado en el rincón de la izquierda del terreno de juego y, además, excesivamente centrado en discusiones internas. Existe madurez, disciplina, organización y compromiso más allá de lo conocido y, si en algún momento era necesario hacer muchas de esas incorporaciones de cuadros, no parece que el momento fuera el del nacimiento de la organización, tal y como fue concebida. No es coherente construir una máquina electoral autolimitada. El carril rápido que tanto mencionaba Errejón estaba pensado para correr sin límites y, la pena, es que nunca sabremos qué habría sucedido si lo hubiéramos hecho. Qué hubiera pasado si hubiéramos superado contradicciones y complejos, uno tras otro, en vez de tirar un desmarque de ruptura al tiempo que mirábamos nostálgicos hacia detrás. La ventana de oportunidad era lo otro. Para lo de ahora, siempre había tiempo.